Oxígeno para el Gobierno, problema para la oposición

POLÍTICA Claudio Jacquelin
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Un nuevo conejo salido de la prolífica galera de Sergio Massa, con otra ayuda inestimable del sistema financiero, sacude con fuerza al universo político y económico y altera la dinámica en la que se desarrolla el año electoral. 

El Gobierno recibe un enorme tubo de oxígeno, al tiempo que le instala un dilema (o un problema) a la oposición con el canje de la deuda interna que Massa anunciará el lunes y la comunicación oficial, el miércoles, de la aprobación del cumplimiento durante otro trimestre del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), con una flexibilización en la meta de acumulación de reservas. Pero no son los únicos efectos colaterales.

La apresurada y contundente reacción de rechazo de Juntos por el Cambio lo dice todo. La bomba que hace poco denunció la coalición opositora que significaba la deuda interna, ahora Massa la pone en su campo. Con efectos inmediatos y para el futuro, si JxC llega a ser Gobierno en el período 2023-2027. La herencia maldita.

Los argumentos con los que el ministro de Economía intentó endulzarles los oídos a los opositores en las últimas horas no surtieron ningún efecto y profundizaron el rechazo.

“Es lo que más les conviene si llegan a ser Gobierno porque les despeja el horizonte por casi un año, en el caso de los vencimientos más próximos, y dos para los que tengan plazos más extendidos”, fue el mensaje que Massa les había enviado. Si los cambiemitas, en especial los más duros, encuentran razones económico-financieras a futuro para oponerse, más motivos tienen en lo político-electoral para considerarlo, en lo inmediato, solo un presente radioactivo. Aunque en esto hagan menos foco o no lo incluyan explícitamente entre los argumentos para rechazarlo por cuestiones de conveniencia y decoro.

El comunicado de JxC, que denuncia que este canje “solo traerá más confusión e inestabilidad”, fue abonado por todas las corrientes cambiemitas: tuvo la inspiración o la anuencia de los economistas tanto del larretismo y del bullrichismo, como del radicalismo y los cívicos de Carrió. Los opositores no solo esgrimen argumentos de futuro, sino que advierten que el canje encierra una trampa, porque detrás de la promocionada postergación de los vencimientos se oculta que da la opción de reventa de los bonos en cualquier momento al Banco Central con una penalidad muy baja, en relación al precio de mercado, que obliga a la emisión de pesos, segun señaló uno de los economistas cambiemitas.

A ese pronunciamiento se le sumaron expresiones para ahondar en la otra acusación que allí se esgrimió, respecto del privilegio que significaría este canje para los bancos, pero no para los inversores y ciudadanos comunes. “Más tarde o más temprano el sistema financiero le va a tener que dar respuesta a los ahorristas por haber bancado la mala praxis del gobierno”, disparó el senador y precandidato a gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo.

Nada que Massa no celebre y aproveche para intentar réditos adicionales. “Quieren el default para que seamos como ustedes”, es el eje narrativo del contraataque massista, frente a la crítica de JxC. El cuñado del ministro y director del Banco Provincia, Sebastián Galmarini, fue más explícito y ofensivo: “¡Díganlo sin vergüenza! Quieren que explote el país, no solo por especulación electoral contra el gobierno. También hacen negocios”. Moderados abstenerse.

Kirchneristas incómodos

Pero allí no terminan las consecuencias de lo que se anunciará en las próximas 48 horas. También incluyen contratiempos para sectores relevantes de la coalición gobernante. No todo es un lecho de rosas (sin espinas) para el oficialismo.

Por un lado, es un hecho que los dos anuncios de “la semana Massa” mejorarán sustancialmente la situación objetiva del Gobierno, en general, del ministro de Economía, en particular, y de Alberto Fernández en forma subsidiaria.

El canje de deuda alivia o despeja una de las amenazas concretas e inmediatas de inestabilidad que implicaba tener que afrontar antes de las elecciones vencimientos de deuda por casi 10 billones de pesos. Lograr patearlos para los próximos dos años es ya un problema de otros, aunque algunos quieran ser los mismos. En otros roles, como Massa, o en el mismo papel, como Alberto Fernández. O la herencia temible que recibirá la oposición.

Otro tanto ocurre con el nuevo gesto de benevolencia del organismo que, paradójicamente, más dice detestar el kirchnerismo, al quitar presión al mercado cambiario. El precio del dólar junto con la inflación son las dos variables a la que más les temen los oficialismos en años electorales. Si no se puede con las dos, aunque sea hay que tratar de sumar elementos para evitar que se dispare la línea del termómetro que es en la Argentina el valor de la moneda norteamericana. Nada está resuelto pero todo parche es imprescindible para llegar en las mejores condiciones posibles.

Para entender la significación que tiene para el Gobierno en términos económico- financieros lo que se anunciará basta remitirse a lo que decía, desde finales del año pasado, un miembro destacado del equipo massista: “Cada vencimiento de la deuda en pesos genera más angustia que una definición por penales en la fase eliminatoria del Mundial. La posibilidad de pegarnos un palo solo aumenta.” La hipótesis de una alta probabilidad de un accidente era la versión que los economistas más moderados (oficialistas y opositores) contraponían a la de la bomba a punto de explotar de la que hablaba el ala dura de Cambiemos.

La situación se había ido agravando con los meses, ya que por la falta de resultados en materia de la lucha contra la inflación, por el proceso electoral en marcha y por las disputas internas del oficialismo, cada nuevo canje (o rollover, como le llaman en la jerga financiera) resultaba más caro y con condiciones más desventajosas para el fisco, lo que engrosaba la deuda pública y la montaña de bonos en manos de los bancos.

En la dimensión política, después de una semana que Fernández seguramente no olvidará, y no por buenas razones, el ministro de Economía volvió a extender los vencimientos que debía afrontar el Presidente. Al emplazamiento que le imponía la realidad económico-financiera se le suma el ultimátum que blanden explícita y ruidosamente sus ahora exaliados del cristicamporismo para que no demore más el anuncio de que renunciará a competir por la reelección. Los mismos que hostigaban a Macri con el estigma de ser el único presidente que fue por una reelección y la perdió, ahora propician igual escarnio para la criatura que ellos llevaron a la Presidencia, aunque no al poder.

Cristina Kirchner y La Cámpora deberán esperar otra vez. Vuelven al punto cero de su conflicto interno. Están obligados a apuntalar lo que hace Massa para sostener el barco a flote, aunque nada de lo que haga se ajuste a su visión política y su encuadramiento ideológico. No es sencillo para ellos tener que compartir el festejo de los banqueros locales y del FMI en simultáneo. Pero, como decía Antonio Cafiero, están perfeccionado uno de los principales atributos que debe tener todo peronista: un estómago a prueba de la ingesta de sapos.

Al mismo tiempo, los cristicamporistas padecen la sobrevida que Massa le compró a todo el exFrente de Todos porque eso implica también prolongar las definiciones electorales internas. Por un lado, el Presidente puede así seguir haciendo de tapón, en defensa propia y, por otro, dificulta el intento de instalación de un candidato de su espacio.

Se trata de una gran complicación, por ejemplo, para el encomiable esfuerzo que denodada y ya muy explícitamente ha comenzado a hacer Eduardo “Wado” de Pedro. Con su novedosa exposición y apertura, acordada con Cristina Kirchner, busca sacarse “el traje de monje negro”, como él dice, para bajar prejuicios de los ajenos.

También intenta lograr que lo conozcan muchos votantes del perokirchnerismo (incluso del bastión cristinista del conurbano), que no lo registran. Los éxitos inmediatos de Massa tienen cada vez más sabor agridulce para este espacio. El ministro del establishment se sigue consolidando como el único salvavidas que les va quedando. Enorme paradoja que pone en riesgo la identidad y el futuro de una sola vez para el ultrakirchnerismo.

Massa refuerza con estas novedades su vínculo con el sistema financiero, que logra así desactivar o atenuar el impacto que tuvo para los intereses de ambos el anterior comunicado de JxC. Allí la coalición opositora había denunciado que el aumento de la deuda en pesos cada vez más atada a la inflación y al dólar, que en la práctica significa un seguro de cambio, era una bomba de efecto retardado con cada vez más poder explosivo. Si no le quita argumentos, al menos posterga la comprobación. Todo ganancia. Les paga a quienes lo sustentan y complica a quienes lo enfrentan con todas las armas en su haber. Por algo muchos dicen que “Massa es el más argentino de los argentinos”. Con todo lo que eso significa.

En ese vínculo con los factores de poder, que le prorroga la sobrevida al Gobierno, también subraya su perfil diferenciado. “Así como en la apertura de sesiones, Sergio dejó claro hasta físicamente que está por afuera y por encima de los polos en disputa de Alberto y de Cristina, ahora pone en evidencia que tiene juego propio”, dicen a su lado.

Queda claro que eran solo excusas las razones formales por las cuales el ministro no estuvo al lado de los demás miembros del Gabinete y lejos del estrado que incómodamente compartían el Presidente y la vicepresidenta el miércoles pasado. Su ubicación en un palco del que los miraba desde arriba fue más una jugada preparada que la consecuencia de un rapto institucionalista de la presidenta de la de la Cámara de Diputados, su subordinada, cuando decidió homenajear ese día a los expresidentes del cuerpo.

En el massimo no hay librepensadores. Menos cuando se trata de acciones que involucran directamente al jefe. Y, mucho menos, mientras el criadero de conejos siga dando frutos que sostienen sus proyectos y complican a los adversarios. Externos e internos.

Fuente: La Nación

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