Brasil se sumerge en un mes de alta tensión con un Bolsonaro envalentonado y Lula frustrado

ACTUALIDAD - INTERNACIONALES SEBASTIÁN FEST*
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Serán cuatro semanas de alta tensión que desembocarán en un 30 de octubre muy especial, un día que pondrá a prueba la democracia brasileña. La fuerza de Jair Bolsonaro, la frustración de Luiz Inácio Lula da Silva y el fracaso generalizado de las encuestadoras conforman un cóctel cuyo sabor aún no se conoce. Ni mucho menos quien se lo terminará bebiendo.

"Lula tendrá que salir de la zona de confort: competir pidiendo el amor del votante parece insuficiente", analizó en la noche del domingo Folha de São Paulo, un diario atacado en forma insistente por Bolsonaro en sus cuatro años de gobierno.

A veces se gana perdiendo y se pierde ganando. Bolsonaro ganó perdiendo, porque la totalidad de las encuestadoras lo situaban entre diez y 15 puntos por debajo de Lula, y terminó a cinco. Y Lula pierde ganando, porque el sábado ya hablaba de resolver el asunto en la primera vuelta y tener así más tiempo para preparar su gobierno.

 

Nada de eso: Lula sumó un 48,43 por ciento de los votos, contra el 43,20 de Bolsonaro, la menor diferencia entre el primero y el segundo en la era democrática iniciada en los años 80 en Brasil. Entre ambos se fagocitaron a las terceras opciones encarnadas en Simone Tebet y Ciro Gomes, reducidos a un siete por ciento en la suma de ambos. Pero esos 8,5 millones de votos serán decisivos, y los dos candidatos ya comenzaron a cortejarlos en la misma noche del domingo.

"Esto es apenas una prórroga (...). La lucha continua hasta la victoria final", afimó el dos veces presidente de la primera economía de América Latina, que lució un tanto cansado tras la votación. "Ahora la confianza es total", aseguró un Bolsonaro con rostro en tensión y que no se privó de criticar a las encuestadoras y sus fallidos pronósticos.

Ver a Lula a poco más de un punto y medio del objetivo del 50 por ciento genera la engañosa sensación de que el ex presidente tiene la segunda vuelta casi ganada. Es el favorito, sí, pero tanto él como Bolsonaro dijeron en varias ocasiones que la segunda vuelta sería una elección completamente distinta, una nueva historia. Y tienen razón.

La participación rondó el 80 por ciento, y es presumible que el 30 de octubre vote más gente. ¿Izquierda desmovilizada por la sensación de que ganaba o derecha que se quedó en casa porque las encuestas decían que todo estaba perdido? Ahí estará parte de la respuesta.

Por otra parte, Bolsonaro no está a 5,23 puntos de Lula, sino a 4,18, porque los votos logrados por Soraya Thronicke (quinta con 0,51 por ciento), Felipe D'Avila (sexto con 0,47) y el (falso) padre Kelmon (séptimo con 0,07) irán sin pensarlo al bolsillo de Bolsonaro. Y entre los votantes de Tebet y Gomes habrá que ver qué prima más, si el rechazo profundo a Lula y su partido o el temor que genera el actual inquilino del Palacio del Planalto.

"Estoy muy preocupado por lo que sucede en Brasil. En 42 años de político nunca vi una situación tan compleja ni amenazante. Denme algunas horas para hablar con mis compañeros", dijo Gomes, al que los medios presionan con el mismo pedido que se le hace a Tebet, ¿a quién pedirán votar? Tebet dijo que llegado el momento no eludirá el asunto, pero no concretó nada.

Consultada por EL MUNDO, el instituto de encuestas IPEC, que había vaticinado 51 por ciento para Lula y 36 para Bolsonaro, pidió lo mismo que Gomes y Tebet: tiempo para entender qué sucedió.

Bolsonaro, de 67 años, tuvo muchos más votos en el sur y sureste del país, en especial en Río y São Paulo, suficientes para dejar en ridículo esas encuestas que no vieron venir uno de los grandes datos del día: el presidente obtuvo más votos y porcentaje que en la primera vuelta de 2018.

"Nunca gané una elección en la primera vuelta, todas las gané en la segunda", argumentó Lula, que este mes cumplirá 77 años y se presenta por sexta vez a unas elecciones presidenciales.

Nadie duda de la intención de Lula de ganar, pero el panorama que se le presenta, incluso imponiéndose a Bolsonaro, es sombrío: a diferencia de lo sucedido hasta ahora, el grupo mayoritario del Senado será bolsonarista, con éxitos de muchos ex ministros del presidente. También del ex juez Sergio Moro, que condenó a Lula por corrupción. "Jamás lo apoyaré en una segunda vuelta", dijo el ex ministro de Justicia de Bolsonaro, nuevo senador por el Estado de Paraná y distante del gobierno.

En la Cámara de Diputados el grupo más nutrido es también el del bolsonarismo, que sube de 76 a 99 asientos. Si gana, gobernar será para Lula mucho menos sencillo que en 2003-2011.

"El resultado de la primera vuelta crea una situación de altísima ingobernabilidad debido al casi imposible diálogo entre un posible gobierno de Lula y una parte importante del Congreso", advirtió en Folha Mathías Alencastro, del Centro Brasileño de Análisis y Pensamiento.

"Este impasse amenaza agendas cruciales para la recuperación de Brasil y para la propia condición humana, empezando por la ciencia y el medio ambiente. A partir de hoy, Brasil debe prepararse para un escenario político conflictivo, inestable e imprevisible, como el francés tras la reelección de Emmanuel Macron o el estadounidense tras la problemática elección de Joe Biden", añadió.

Otro problema se plantea a partir de la posibilidad, bastante cierta, de que Lula gane por una diferencia mínima, un 51 a 49. ¿Cuál sería la reacción de Bolsonaro, que este domingo aceptó sin chistar los resultados, pero que ha venido advirtiendo de la posibilidad de un fraude, tal como lo hizo Donald Trump en 2020?.

El analista político Mario Vitor Rodrigues cree que lo que el ciudadano quiere es empleo y pagar sus cuentas. "El espantajo del golpe de Estado solo asusta al que ya vota al PT".

Será también importante ver en estas cuatro semanas cómo se mueven las poderosas iglesias evangélicas, muy inclinadas a favor de Bolsonaro y capaces de movilizar muchos votos, así como la propia actitud de Lula y su grupo político. Si no cambian, el 30 de octubre pueden perder, vaticinó O Globo en un editorial publicado este lunes: "Si Lula quiere ser el líder de una coalición plural por la democracia, tiene que actuar como tal, y no como el ungido de un estrecho grupo político que, la última vez que ocupó el poder, dejó un legado de ruina fiscal y corrupción. Tiene cuatro semanas para explicar cómo rescatará a Brasil del abismo bolsonarista. De lo contrario, las elecciones podrían darle otra desagradable sorpresa".

*Para El Mundo de España

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