Signos inquietantes por la descomposición del Frente y el desbande del Gobierno

POLÍTICA Eduardo van der Kooy
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Resulta tan frenética la dinámica política en el kirchnerismo, sus vertientes y aliados, que muchas veces dificulta la posibilidad de calibrar el estado de la crisis. Se pueden, pese a todo, distinguir dos planos: el Día de la Lealtad sirvió para fotografiar el avance de la descomposición en el Frente de Todos; como derivación, con el horizonte del año electoral, el Gobierno de Alberto Fernández pareciera haber ingresado en una etapa de desbande. Suena desagradable. Tiene lógica en función de los intereses que anidan en el sistema. 

La diáspora en torno a la celebración del 17 de octubre permitiría otra lectura que, tal vez, no debiera pasar inadvertida para Juntos por el Cambio. El oficialismo diseñó en sus cinco actos un mensaje que, paradójicamente, tuvo fuerte contenido opositor. Plagado además de mensajes cruzados. La Confederación General del Trabajo (CGT) protestó por no ser tenida en cuenta en el esquema de toma de decisiones del Gobierno. Fueron palabras de Héctor Daer, amigo del Presidente y uno de los triunviros. Otro de sus integrantes, Carlos Acuña, tiró a título personal una carta a futuro: “(Sergio) Massa podría ser buen candidato”, aseguró.

La manifestación principal, lejos de ser imponente, corrió en Plaza de Mayo por cuenta de La Cámpora, la CTA de Hugo Yasky y Pablo Moyano, uno de los tres secretarios cegetistas. Máximo Kirchner desplegó un mensaje en clave de queja. Con destinatarios precisos. Preguntó hasta cuando “los trabajadores seguirán siendo traicionados”. Alusión inconfundible a la CGT.

Comentó que el problema de la deuda no fue aún solucionado. Le sirvió de plataforma para reiterar su oposición al acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que rubricó en su tiempo Martín Guzmán y se empeña en sostener ahora el ministro de Economía. Correo para Alberto. Volvió con su disgusto, expresado hace dos semanas en un acto en Morón, por la concesión del Gobierno a las cerealeras a raíz del establecimiento temporario del llamado dólar-soja.

La medida coyuntural de mayor resonancia (permitió robustecer con U$S 8 mil millones las reservas del Central) de la gestión Massa.

Otra exposición, ocurrida en La Matanza, congregó a los Movimientos Sociales que, en su mayoría, son afines al Gobierno. De hecho, contó con el timón del Evita. Su líder Emilio Pérsico, es funcionario jerárquico del Ministerio de Desarrollo Social que conduce desde hace poco Victoria Tolosa Paz. Otro de sus jefes es Fernando Navarro, Secretario de Asuntos Parlamentarios de la administración de Alberto.

En la oportunidad sobresalieron dos cosas. El tono de demanda de los dirigentes en relación con la situación crítica de los trabajadores. La aseveración llamativa de Pérsico acerca de que en 2023 se ocuparán de “limpiar La Matanza”. Asoma como candidata Patricia Cubría, legisladora provincial y esposa del líder piquetero. En la concentración aparecieron carteles con el rostro de la mujer.

Es decir, los “más oficialistas” también se encargan de reclamarle al Gobierno. Pregonan una depuración en un distrito que posee dos características. Es la fortaleza de Cristina Fernández en el conurbano. Está gobernado con la lealtad que dispensa Fernando Espinoza. La vicegobernadora de Axel Kicillof también salió de ese distrito. Se trata de Verónica Magario.

Si se desmenuza la entretela de cada una de las celebraciones y mensajes se arriba a una conclusión: nadie en la coalición está conforme con el Gobierno. Todos parecen querer tomar distancia, aún cuando son socios fundadores del Frente y ocupan lugares institucionales. Los más apuntados, por decantación, resultaron el Presidente y el ministro de Economía.

La falta de una invitación al mandatario, al menos, a alguno de aquellos actos constituye una radiografía fiel de su presente. Camuflado ese 17 de octubre con una reunión en Cañuelas donde logró juntar a Massa y Kicillof. Apenas pudo, el gobernador se fue a la Plaza de Mayo. Aquella situación permite explicar el progresivo vaciamiento que sufre el gabinete.

Entre afirmaciones y desmentidas se supo que Juan Manzur emigrará en el verano. El Jefe de Gabinete volverá a dar pelea en Tucumán. En este ciclo en apariencia autonomista de Alberto, quizás Santiago Cafiero regrese a su función original. De allí fue desplazado a la Cancillería en una de las tantas ofensivas kirchneristas.

Zabaleta, el pionero

Juan Zabaleta fue, en aquel aspecto, un pionero. Dejó Desarrollo Social para regresar a Hurlingham. El municipio fue tomado por La Cámpora. Quedó como interino Damian Selci. Responde a Máximo Kirchner. También cumple un papel político relevante Martín Rodríguez, el número dos del PAMI que conduce Luana Volnovich. La terminal política de aquel dirigente es la vicepresidenta.

Zabaleta pretende reposicionarse. Apeló a sus mejores armas. Organizó en su comarca un acto donde estuvo el Presidente. También Malena Galmarini, titular de la empresa estatal Aysa. Esposa de Massa. Y Martín Katopodis, el ministro de Obras Públicas. Además, el sindicalista José Luis Lingieri. Parte de la modesta plana mayor que exhibe el autodenominado albertismo.

En suma, daría la impresión de que el kirchnerismo puede enfrentar varias batallas internas en su afán por guarecerse en Buenos Aires, si la elección nacional no llegara a acompañar. La de Zabaleta no es una aventura solitaria. Tampoco el desafío lanzado por Pérsico.

Tolosa Paz sabe que tendrá muchísimas dificultades presupuestarias para sosegar a los movimientos piqueteros rebeldes con el Gobierno. No resigna una esperanza: que ese sillón en el poder le permita edificar una contienda contra el kirchnerismo para pujar por la intendencia de La Plata. En manos de Julio Garro, de Juntos por el Cambio.

Las altas y bajas en el gabinete no parecen poseer a esta altura un gran significado. No se registró ningún sacudón por la fuga de Elizabeth Gómez Alcorta del Ministerio de la Mujer y la llegada de Ayelén Mazzina. Tampoco por el arribo de Kelly Olmos. Se trata de un tiempo de transición hacia el año electoral. Con un Gobierno que, muy difícilmente, logre revertir la imagen social que ha construido en estos tres años.

La excepción en ese panorama es Massa. Que no exista un desmadre de la economía representa la única esperanza del oficialismo para no ver naufragar definitivamente su capacidad competitiva. Tampoco se trata de una tarea sencilla. Por el contexto y las presiones que surgen desde la coalición fragmentada. Las paritarias sindicales se reabren al ritmo de una inflación que no cesa. Kicillof llevó al 90% el aumento de los estatales en Buenos Aires.

Pablo Moyano, aliado de Máximo, alienta esa tendencia en su gremio, los camioneros (exige 131% de aumento). Pretende que la onda expansiva se extienda. Supone una solución que no es tal. No lo sería tampoco desde la óptica política, según dijo, que “Alberto y Cristina se dejen de joder y vuelvan a hablar”. Son signos de un tiempo que quedó atrás.

Fuente: Clarin

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