El Frente de Todos fracturado: Alberto Fernández se candidatea obligado por su debilidad

POLÍTICA Eduardo van der Kooy
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Alberto Fernández y el kirchnerismo han expuesto a cielo abierto su fractura. El Presidente lo hizo con gestos menos ampulosos que su adversario interno. Decidió tres designaciones en el gabinete (Victoria Tolosa Paz, en Desarrollo Social, Raquel “Kelly” Olmos, en Trabajo, Ayelén Mazzina en el Ministerio de la Mujer) prescindiendo de Cristina Fernández y sin considerar tampoco a Sergio Massa. 

Está empeñado, además, en otro par de cosas: defender su utopía reeleccionista; hacerlo a través de las PASO que algunos sectores K -no todos- pretenderían cancelar.

El kirchnerismo hizo público su malestar por aquellos nombramientos a través del secretario de La Cámpora y ministro de Desarrollo Social en Buenos Aires, Andrés Larroque. En las últimas horas recibió dos cruces importantes respecto de su estrategia política para el 2023.

Máximo Kirchner ninguneó la posible candidatura: “Alberto creo que ha dicho que va a ser. No lo sé bien porque hace mucho tiempo que no hablo con él”, afirmó. No quedó a media agua: “Para un oficialismo, que su Presidente vaya a las PASO con otros competidores es por lo menos extraño”, señaló. Se amparó en el ejemplo de Mauricio Macri: “Hizo las PASO en el 2015, no en el 2019”, graficó.

Se adjudica a la voz de Máximo, con lógica, la representación política más fidedigna del pensamiento de Cristina Fernández. Aunque entre ellos existan contrapuntos. Se sabe muy bien, además, que Teresa García, jefa del bloque de senadores bonaerenses del Frente de Todos, es una interlocutora frecuente y de confianza de la vicepresidenta.

La dirigente pareció completar la obra que esbozó el diputado Kirchner. “Si Alberto y su gente quieren ir a las PASO que lo hagan. A mí me parece que la sociedad ya les ha dicho que no”.

Desde hace mucho resulta difícil descifrar las conductas del Presidente. También las vinculadas con su gestión. ¿Ser candidato con más del 60% de imagen negativa y con un registro de voto potencial que no llega a dos dígitos?

​Es la interpelación que más se escucha ahora fuera de la Casa Rosada y de la residencia de Olivos. Circula sigilosamente también entre hombres alineados con el difuso “albertismo”.

Quizás relevando su presente puedan hallarse ciertas explicaciones. El primer punto radica en su soledad. Habría que sumarle un poder que no sólo se ha licuado: casi está disuelto. Con la hipotética pelea política, pretendería recuperar alguna dosis de centralidad de la cual ha sido corrido, sobre todo, por sus socios de la coalición.

Su gesto independentista cuando designó tres ministras ocultó, en parte, la otra cara de la realidad. Debió hacerlo para reemplazar, al menos en dos casos, a funcionarios en quienes confiaba plenamente.

Claudio Moroni, amigo de la vida en paralelo con la ex ministra de Justicia, Marcela Losardo. Juan Zabaleta, que dejó Hurlingham para prestar un servicio político al Gobierno. Que no pudo ser. Terminó limado por los movimientos piqueteros. Con riesgo de perder su distrito a manos de La Cámpora.

Esa debilidad, según la perspectiva de Alberto, podría convertir en un martirio el tránsito hasta diciembre del 2023. En especial, con una situación económico-social cuya evolución es de elevada incertidumbre. Este punto explicaría el ímpetu reeleccionista. Una suerte de fuga hacia adelante. De allí que el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, aún uno de sus leales, desafió al kirchnerismo a “no temerle” a competir contra Alberto.

Más fuga de ministros

Tampoco todo el cuadro general es el que se ve. El vaciamiento del gabinete promete continuar. Otro que regresó a su comarca fue el ex ministro de Vivienda, Jorge Ferraresi. No parece correr riesgo, a diferencia de Zabaleta, en su municipio de Avellaneda. Simplemente creyó prudente tomar distancia de un Gobierno cuya valoración popular está por el suelo. A un año de las elecciones presidenciales.

Muchos colocan los ojos ahora en otros dos ministros. Eduardo De Pedro, de Interior, y Juan Cabandié, de Medio Ambiente. Las últimas dos piezas kirchneristas de peso en el equipo de gestión. Ambos tienen mínimo contacto con Alberto. Remiten a Máximo Kirchner.

También buscarán la ocasión para apartarse apenas comience el 2023. Particularmente De Pedro, que fue alzado por el hijo de la vicepresidenta como potencial presidenciable. Difícil serlo desde un nido oculto en el poder.

Otra cuestión a ser tenida en cuenta para intentar comprender la nueva apuesta política de Alberto es su punto de partida. Alberto fue ungido por Cristina exhibiendo su pergamino de ex jefe de Gabinete de Néstor Kirchner. Y el atributo de una presunta moderación. Pertenece al PJ porteño donde siempre tuvo menos influencia que su actual vicejefe de Gabinete y hombre clave en este sistema precario, Juan Manuel Olmos.

Tampoco se caracterizó el mandatario por ser un traccionador de votos. Uno de sus hombres de confianza que ya no está en el poder hizo una ruda descripción. Tal vez, realista. “Alberto llegó a Presidente por un golpe de impensado. Tuvo todo para empoderarse de verdad. No lo hizo. En el peor de los casos, a futuro será un ex presidente. Muchísimo más que cuando lo convocó Cristina”.

El ojo puesto en Brasil

Hay un hecho inminente que volverá a marcar competencia interna entre el Presidente y el kirchnerismo. El balotaje en Brasil que definirán el domingo Jair Bolsonaro y Lula da Silva. Alberto, como ocurrió en la primera vuelta que el líder del PT no logró definir, está dispuesto a volar a Brasil si los resultados favorecen al ex obrero metalúrgico. Desea sacar provecho de los festejos con una ventaja sobre Cristina: su visita a Lula cuando estuvo encarcelado.

El kirchnerismo mantiene algún recelo con el ex presidente por la falta de solidaridad pública con la vicepresidenta desde que arrancó el juicio por Vialidad, la concesión arbitraria de la obra pública en favor de Lázaro Báez. También existe la faceta comprensiva: Bolsonaro hizo de las críticas a la economía argentina y la corrupción una de sus banderas de campaña. Incluso en los debates televisivos. Lula nunca se atrevió a refutarlo.

El imaginario y la necesidad del kirchnerismo serían capaces de superar esos reparos. Lula representaría un presidente moderado, progresista y víctima del denominado lawfare. Igual, sostienen, que lo que le sucede a Cristina. Se trata, como suele ocurrir cuando existen las urgencias, de generalidades.

A Lula se le endilgó un mínimo enriquecimiento personal. Diferencia sustancial con la familia Kirchner. La imagen del ex presidente y el PT asociada al delito tuvo que ver con el Lava Jato, Petrobras y Odebrecht. Ligadas al financiamiento ilegal del sistema político.

Quizás el kirchnerismo pueda hallar mayor afinidad con Lula en el plano económico. Lleva como postulante a vice a Geraldo Alckmin, ex gobernador de San Pablo. Hombre de derecha afín a la política de mercados. ¿Hará La Cámpora, acaso, una analogía inconsciente de esa alianza con la presencia de Sergio Massa en el ministerio de Economía?

Fuente: clarin

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