Sergio-Massa

 El mega acuerdo de precios por cuatro meses que acaba de anunciar Sergio Massa es la última gran apuesta del ministro para domar el peor indicador de la economía argentina, la inflación que destruye el ingreso de los sectores populares y la clase media. En el éxito o fracaso de esa batalla se cifran las posibilidades de quedar instalado el año próximo inexorablemente como la única figura del oficialismo con chances de liderar un proyecto presidencial, si finalmente Cristina Fernández de Kirchner se corre de esa carrera. La última Coca-Cola en el desierto del Frente de Todos, como dicen algunos cerca suyo. Sin embargo, mientras tanto, en la mesa política más chica del Frente Renovador refuerzan la idea de que el único camino posible para el sueño presidencial Massa 2023 es, hoy por hoy, aferrarse al renunciamiento público de esa carrera, sobre el que el ministro viene hablando en distintos ámbitos desde su desembarco en el gobierno.

Massa lo dijo, primero, en reunión con los dirigentes de las entidades rurales, cuando negociaba para que liquiden granos. Su llegada al ministerio no era el primer paso a una candidatura, aseguró. No llegaba al gobierno a eso, sino a intentar apagar el incendio económico, repetía. Después lo volvió a decir en entrevistas y la última referencia al tema fue en una nota junto a su hijo Tomás con el streamer Luquitas Rodríguez, donde aseguró que no tenía “contexto familiar” para ser candidato a la Casa Rosada el año próximo.

La autoexclusión le permitió a Massa sacarse de encima la sospecha de que su desembarco al gobierno era en el marco de una aventura política personal; también para quitar presión política sobre su gestión. El renunciamiento, sin embargo, se explica en última instancia por un dato elemental: la perspectiva de una victoria del Frente de Todos en 2023 es muy difusa y no aparece en ninguna proyección seria de ningún analista. Por ahora, mejor bajarse de cualquier ring.

 

El anuncio del acuerdo de precios en el CCK del viernes llegó en un momento de cauto optimismo en el entorno político de Massa. La gestión a nivel financiero -dicen- está dando resultados y las luces amarillas que aparecen en el tablero, básicamente la presión sobre el nivel de reservas y la sequía amenazando las cosechas, se viene llevando con muñeca política, aseguran. “Ahora tiene que administrar la fuga de dólares, que va a tener mucha tensión. Y avanzar con el tema tarifas para achicar el déficit, un frente que tiene que haber cerrado en estos cuatro meses del acuerdo de precios”, marcan como objetivos a corto plazo en la agenda del súper ministro.

 

Incluso con un éxito rotundo en esa gestión, ¿podrá Massa instalarse como un candidato competitivo atado a una inflación que difícilmente baje al 50 por ciento en el mejor de los escenarios? La pregunta sobrevuela todas las mesas de análisis del massismo.

 

“¿Cómo hacés para que la gente entienda que te va bien en el frente financiero, que estabilizaste la cuenta capital, que calmaste el dólar? Es muy difícil. En términos de expectativas, de posicionamiento electoral y opinión pública, no cambió nada. Para el oficialismo, hoy la situación es de derrota”, se confiesan en la mesa política del FR. Si bien destacan que la gestión en Economía logró frenar el deterioro en la imagen del Gobierno, que estuvo por el piso en los días de la salida de Martín Guzmán, todavía la mejora es muy marginal. Hoy, la situación para Massa es tan incómoda que ese indicador no alcanza.

 

Además, entienden algunos analistas, el impacto de esos logros de gestión sólo se sentirá “de su lado del mostrador”, es decir, entre los votantes del peronismo “moderado” y en algunos sectores del kirchnerismo. La grieta hace imposible que eso se traslade al votante antiperonista.

 

Con todos esos datos sobre la mesa, entre los consejeros del massismo muchos se aferran a la idea de que no hay otra opción que autoexcluirse e intentar juntar músculo político a la espera de que los logros de gestión lo depositen como protagonista de un “clamor” del peronismo. Le piden, incluso, que haga un pronunciamiento público que no deje lugar a dudas. Más, después de dos fotos que esta semana lo mostraron en rol de estadista y posible candidato, como el acuerdo de precios con todo el círculo rojo en el CCK y el viaje a Mendoza, donde juntó en un acto a la senadora kirchnerista Anabel Fernández Sagasti y al gobernador radical Rodolfo Suárez.

 

Correrse del centro de la escena tiene una ventaja adicional para Massa. Ponerse a cubierto de las esquirlas de las balas entre el kirchnerismo y Alberto Fernández. “Parece una pelea de borrachos; hay que salir de ahí lo mejor posible”, repiten en el massismo.

 Fuente: Letra P. Nota de José MALDONADO

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