El emir de Qatar inaugura el torneo y celebra la “diversidad” en un palco casi sin mujeres

LA OTRA MIRADA NATALIA JUNQUERA*
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“Qué maravilloso que la gente pueda poner a un lado lo que los divide y celebrar la diversidad y lo que une a todos a la vez”, declaró, ufano, el emir de Qatar, Tamim bin Hamad Al Thani, en la ceremonia de inauguración del Mundial. Apenas 24 horas antes, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, había dicho algo muy parecido al responder a una pregunta: si no se arrepentía, como su predecesor, Joseph Blatter, de haber llevado el torneo a un país que discrimina a las mujeres y criminaliza la homosexualidad. Este domingo, en el palco de autoridades del estadio Al Bayt, Infantino se sentó —o le sentaron— junto al príncipe saudí Mohamed Bin Salmán, considerado el instigador del brutal asesinato del periodista crítico Jamal Kashoggi en el consulado de Estambul en 2018. El pasado septiembre, Bin Salmán fue nombrado primer ministro del país que lapida y que impone condenas de más de 30 años de cárcel por tuitear.

Entre otras autoridades, también se desplazaron hasta el emirato para asistir a la ceremonia inaugural el presidente egipcio, Abdel Fatah al Sisi; el turco, Tayyip Erdogan; el de Argelia, Abdelmayid Tebún, y la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, cuyas selecciones no participan en este Mundial, además del secretario general de la ONU, António Guterres, y el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach.

 

El actor Morgan Freeman, el mismo que interpretó a Nelson Mandela en Invictus, aseguró desde el césped —cubierto para la ceremonia previa al primer partido por una larga lona—, que el fútbol da la vuelta al mundo, une a las naciones y también a las comunidades. Se repitieron mensajes de “tolerancia” y “respeto”. Infantino insistió en que el fútbol es una especie de pegamento para todo.

La ceremonia resucitó a Naranjito y a otras mascotas históricas de los mundiales que, en comparación, eran mucho más pequeñas que la de España 1982, incluido un armadillo. La de esta edición de esta Copa del Mundo es un turbante blanco y sonriente, pero lo pusieron a flotar en el aire y había que fijarse mucho para no confundirlo con el fantasmita Cásper. En ese afán de mostrar concordia y unidad, grupos musicales interpretaron canciones típicas de las aficiones de cada país —la cuota española fue para “Yo soy español, español, español”—.

El primer partido, un Qatar-Ecuador, se celebró, para subrayar ese mensaje de pueblo hospitalario e integrador, en un estadio, el Al Bayt, con forma de jaima. El reguero humano entró hasta llenarla casi por completo después de un monumental atasco y las broncas a grito pelado sacando medio cuerpo por la ventanilla. Hay instintos universales. También se acercaron al estadio algunos aficionados sin entrada, y varios de ellos se pusieron a rezar en el césped de las inmediaciones con camisetas de sus jugadores favoritos, como Ronaldo. Pero no les ayudó Dios esta vez: Ecuador sentenció el partido en el primer tiempo, motivo por el cual muchos decidieron no volver a ver los siguientes 45 minutos.

*Para El País de España

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