No pegamos una: ni con el partido ni con Sergio Berni, ni Alberto Fernández con el BID

POLÍTICA Por Ricardo Roa
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Conviene correr un manto de piedad sobre el partido y abstenerse de declaraciones: antes y después hubo de sobra. Esta derrota fue un golpe a la soberbia. De paso: qué diría ahora, mejor dicho, qué dirá para su fuero íntimo, la ministra de Trabajo que dijo que la prioridad es ganar el Mundial y después bajar la inflación. 

¿Y hoy, cómo será la prioridad? Lo de siempre: para qué hacer si más fácil, es decir. Muy alabado, alguien supo decir que mucho mejor que decir es hacer. Pero no hay caso. No le hacemos caso. El país prefiere la palabra y después el plan. Sin calificar el ejemplo anterior como una boludez, tenemos otros tres surgidos en las últimas horas, que comparten la b.

Primer caso: el BID. Una obsesión del presidente Fernández, además de corregir al capitalismo y arreglar el mundo, fue colocar ahí a Gustavo Beliz. Argentina, Brasil y México son países clave del banco. Fernández se arrimó al mexicano López Obrador en busca de apoyo. Fracasó. Trump tuvo vía libre para poner a Claver Carone, al que destituyeron en septiembre por una cuestión de género, pero no por antifeminista, sino por lo contrario: romance con una empleada.

El cargo quedó vacante. Y como Fernández no podía postular de nuevo a Béliz, que ya había perdido, propuso a Cecilia Todesca. No a la ex embajadora Naón, como quería Cristina. Fernández jugó una carta personal y cometió un doble error de cálculo. Argentina es el mayor deudor del FMI y también del BID (casi US$ 14.000 millones); corre riesgo de default y su gobierno está partido ¿cómo imaginó que Estados Unidos avalaría su candidata?

El otro error: no construyó la candidatura de Todesca, que lanzó a nueve días de la elección. Fernández se cree un gran tiempista. Aquí, otra vez, el tiro le salió por la culata. Ganó Ilan Goldfajn, un economista liberal brasileño nacido en Israel. La distancia del relato al hecho: lo propuso Bolsonaro y Lula, ya elegido presidente, lo respaldó, aunque su equipo de campaña lo había impugnado. Acá nunca un K respaldaría un candidato opositor y no podríamos estar seguros de que al revés sería distinto. Habrá una vicepresidencia para Argentina: consuelo que no se le niega a nadie. Y derrota para el país y para Fernández. Invariablemente el relato político aquí confunde gobierno con Estado. A veces por ideología y otras por conveniencia personal.

Otra b: Berni. Al ministro de Kicillof, que supo hacer eficaces primeros palotes como funcionario de la ex ministra, hoy gobernadora, Alicia Kirchner, le acaban de encontrar riquezas de jeque. Unos días antes, Cristina había descubierto la inseguridad bonaerense y cargó indirectamente, que es su manera directa, contra él, de larga militancia K. ¿Quién se acuerda que fue desde albores del kirchnerato mano derecha de Alicia como su subsecretario de Abordaje Territorial? Como buen K, Berni hizo buena carrera y buen patrimonio.

Corrido por la urgencia de una investigación periodística, amplió declaración patrimonial ante la AFIP el mismo día de la emisión del programa. Un campeón. En PPT le hallaron bienes y una oscura relación de negocios con Carlos Rosales, dueño entre otras cosas de cabañas en el Sur y una aseguradora. Rosales fue militante del Frente Grande de Vilma Ibarra y se convirtió en un experto en operaciones con plata negra. Por supuesto, con ayuda estatal. La más conocida de las últimas aventuras que intentó: Garbarino. Berni tiene un pie afuera del Gobierno, pero Cristina no quiere entregarle su cabeza al conductor de PPT, Jorge Lanata.

En paralelo al acto de Cristina, su tantas veces útil y contundente vocera, Hebe de Bonafini, moría en el Italiano de La Plata. Siempre, entre insultos y brusquedades, fue una declarante hábil, que supo buscar la aprobación de propios y la bronca imperdonable de ajenos. La astucia mayor de los Kirchner fue apropiarse de la bandera de los derechos humanos.

Norma Morandini, ella, su familia, sufrió como Bonafini. Esto si honestamente el sufrimiento, sin cálculo político o de lo que fuere, se puede medir o comparar. Dos hermanos de Norma fueron secuestrados y asesinados en esos años de sangre y fuego donde muchos, como ellos, creían que no se podía enfrentar a un sistema que empleaba la violencia sin usar la violencia. Morandini sintetizó algo que sólo se podría discutir con hipocresía. Dijo: “Hebe combatió la dictadura, pero no se comprometió con la democracia”.

Rica en egos y pobre en ideas, nuestra política insiste en cotorrear. Manes, en campaña, pretendió desasnarnos tras este partido del Mundial para el olvido: “La resiliencia es la capacidad de superar la adversidad y transformarla en un aprendizaje que nos brinde más herramientas para el nuevo desafío”. Caramba, no lo sabíamos.

Fuente: Clarin

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