La cifra de la inflación, otro orificio en el bote del Gobierno donde también navega Sergio Massa

POLÍTICA Eduardo van der Kooy
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Hace una semana, durante un encuentro con intendentes en Olivos en el cual estuvo Sergio Massa, el Presidente hizo una exhortación que desnudó el estado de la crisis en la coalición oficial. “Si le seguimos pegando tiros al piso del bote nos vamos a hundir todos”, aseguró. Refería a las luchas políticas internas. La principal, justamente, es la que Alberto Fernández mantiene con su vicepresidenta y con La Cámpora. 

El mandatario ha intentado emparchar en las últimas horas aquel conflicto con una reunión que sostuvo con Eduardo de Pedro, el ministro del Interior. Representante de Cristina Fernández y autor de dos de los gestos que hicieron escalar los enfrentamientos. Su renuncia a espaldas del Presidente después de la derrota en las legislativas del 2021. Detonante de un cambio de gabinete. La acusación pública a Alberto por no haberlo hecho participar de un diálogo entre Lula da Silva y las organizaciones de derechos humanos, en el marco de la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe.

Aquel ensayo para evitar que el agua siga ingresando en el bote oficial, pareció llegar en un momento inoportuno. El 6% de inflación divulgado por el INDEC para enero puede haber tornado inútil aquel esfuerzo. La onda expansiva provocaría efectos múltiples. El alza del costo de vida podría, en la percepción de la opinión pública, significar un orificio mucho mayor en la embarcación imaginada que el representado por las riñas políticas.

 
 

 

Una observación detallada permitiría detectar otras cosas. En principio, la idea de que estaría empezando a hacer agua el principal objetivo del ministro de Economía cuando reemplazó a Silvina Batakis, en agosto del año pasado. Sus hechizos con el invento de varios tipos de dólar para fortalecer las reservas del Banco Central empezaron a perder encanto ante otras evidencias de la realidad.

El ministro prometió una baja de la inflación para llegar a marzo o abril con un índice por debajo del 4%. Encarar así el corazón de la campaña electoral. Eso le concedió volumen político dentro de una coalición frentista que toleró su llegada, es especial, por falta de recursos propios y el pánico al abismo.

Las cosas, sin embargo, no estarían funcionando según sus previsiones. El recorrido del ministro desde que asumió Economía es, en ese terreno, desalentador. Dejó agosto del 2022 con 7%; septiembre con 6.2%; octubre 6.3%; noviembre 4.9%; Diciembre 5.6% y enero 6%. Interanual de 98.6%.

​Secuencia que en principio tendría dos efectos: complica su vínculo con el kirchnerismo que, aceptando de mala gana el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), apostó las fichas electorales a la baja inflacionaria. Tal decepción puede afectar definitivamente la posibilidad de una candidatura presidencial de Massa. El ministro conocía lo que estaba por venir. De allí que en aquella reunión con intendentes aludió a la presunta incompatibilidad entre su papel de funcionario y el de supuesto candidato.

El ministro venía tocado porque sus apuestas no habían logrado recomponer una dosis mínima de confianza en la Argentina. La corroboración de la inflación para arriba lo forzó a sacar medidas de apuro. En primer lugar, la negociación para un crédito de poco más de U$S 1.000 millones destinado a reforzar las reservas del Tesoro. El goteo de divisas continúa incesante en el Banco Central. La recompra de la deuda que anunció semanas atrás no produjo la recuperación esperada en los mercados.

Por otro lado, el secretario de Comercio, Matías Tombolini, anunció que se incluirán 7 cortes de carne dentro del sistema de precios justos. Ese mecanismo, está a la vista, tiene alcances muy limitados. Incide sobre las grandes cadenas. No sobre el comercio minorista o de cercanía. Las grandes cadenas abastecen alrededor del 30% de la población. El 70% refiere a los pequeños comerciantes y a los consumidores de menor poder adquisitivo.

El enojo de Massa con el nuevo índice inflacionario podría ser el reflejo, tal vez, de cierta desorientación. Dijo escuetamente que le da “bronca”. Se trata, simplemente, de un estado de ánimo que compartiría con la sociedad. Que padece. Aunque difícilmente le ayude a la búsqueda de alguna solución sería al problema. Detrás del desencanto habría una dificultad adicional. La inflación complica el vínculo con Cristina y con La Cámpora. Donde buscó refugio apenas detectó las debilidades de Alberto para protegerlo.

Massa seguirá por el momento sin bajar su candidatura porque el Frente de Todos, en ese aspecto, asemeja a un desierto. Allí acostumbran a blandir la figura de De Pedro. El ministro de Interior no cotiza por ahora en ninguna encuesta. La conservación de la candidatura no podría soslayar otro dilema que se avecina: el funcionamiento de la “mesa política” que el Presidente se dispone a lanzar a solicitud del kirchnerismo.

Ese mecanismo posee todavía un formato incierto y genera un estado de desconcierto entre sus hipotéticos participantes. ¿Será para definir la estrategia del año electoral? ¿Será para pedirle a Alberto, por última vez, que decline su pretensión reeleccionista? ¿O será para modificar en algo el rumbo de la gestión? Este último interrogante es el que suele martirizar al ministro de Economía. El mismo se encargó de fogonear las deliberaciones y urgió al Presidente que defina su candidatura.

Máximo Kirchner, socio circunstancial de Massa, viene planteando la necesidad de rediscutir el acuerdo con el FMI. Es probable que ese discurso tenga como destinatarios a los propios, donde la disconformidad crece. Nunca habría que olvidar que el hijo de la vicepresidenta renunció a la jefatura del bloque de Diputados cuando se llamó a votar el pacto. Tampoco ocultó el desacuerdo con el ministro de Economía ni bien apeló a un dólar especial para la liquidación de la soja, urgido por recuperar reservas del Banco Central.

En medio de tantas desventuras, podría decirse que el ministro atesora una ventaja. Al margen de los desencuentros internos ya descriptos Massa posee todavía capacidad de usufrutuar el vacío enorme que exhibe el kirchnerismo. Nadie tiene allí una hoja de ruta distinta. Aún peor, ningún dirigente que pudiera llevarla adelante capaz de generar confianza en la sociedad. Esa es la moneda más devaluada, incluso que el billete de mil, en el kirchnerismo.

“¿Cómo Sergio podría ser candidato con esta inflación?”, preguntó un dirigente del Instituto Patria. La respuesta tendría aún una connotación más pesimista. ¿Cómo pensar en ganar una elección en estas condiciones? Con Massa o con cualquiera. Todos dan por descontado, con los números de ahora, que las proyecciones del 60% del Presupuesto podrían quedar empequeñecidas.

La oposición se ocupó de añadirle ácido a este momento malo del Gobierno y de Massa. Recordó la memorable convocatoria de Alberto de hace un año para “declararle la guerra” a la inflación. Esa guerra continúa. Los únicos resultados perceptibles son las perforaciones cada vez más amplias y peligrosas en el bote del Gobierno.

Fuente: Clarin

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