Cristina Kirchner busca ser la gran electora y Massa va por todo

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A pesar de los operativos clamor, Cristina Kirchner se alejó un poco más de la posibilidad de ser candidata presidencial. Tiene claro que no puede arriesgarse a terminar como Carlos Menem en 2003, cuando el líder de Anillaco vio esfumarse el sueño de su tercera presidencia tras obtener solo el 24% de los votos y optó por renunciar a competir en la segunda vuelta con Néstor Kirchner. Pero la vicepresidenta no dejó dudas sobre su intención de consolidar su centralidad en el peronismo, seguir liderándolo, diseñar su estrategia electoral y condicionar a su candidato presidencial con un programa de gobierno sobre el cual solo ella tendrá la palabra final. 

La vicepresidenta aspira, una vez más, a convertirse en la gran electora y tener el monopolio de la lapicera, ya no solo para ungir a los principales postulantes a cargos electivos de su coalición, sino también para dejar escrito el libreto al cual deberá ceñirse el eventual candidato presidencial de su espacio político.

En el contexto de descalabro económico presente, al oficialismo solo le queda buscar un Eduardo Angeloz, como hizo la gobernante Unión Cívica Radical que lideraba Raúl Alfonsín en 1989, en medio de una de las más grandes crisis socioeconómicas que se recuerden. Aun así, el entonces gobernador de Córdoba pudo hacer una elección presidencial decorosa: obtuvo el 37% de los votos frente al 47% de Carlos Menem, con un discurso algo molesto para no pocos militantes de su propio partido, centrado en el lápiz rojo para recortar los gastos del Estado.

Hoy casi nadie en el Frente de Todos imagina otra cosa que una derrota en las elecciones presidenciales de octubre. Sin embargo, hay quienes se ilusionan con que Sergio Massa pueda jugar el rol que cumplió Angeloz para los radicales 34 años atrás. Y la novedad es que no solo el actual ministro de Economía –ambicioso como pocos– está dispuesto a desempeñar ese papel, sino que quien ve esa alternativa con buenos ojos es la propia Cristina Kirchner.

Durante su reciente reaparición en el Teatro Argentino de La Plata, la vicepresidenta le hizo varios guiños favorables a Massa. Claro que, para que su candidatura presidencial se confirme, será menester evitar el colapso y eso requiere de dólares que el gobierno de Alberto Fernández no tiene. Diluidas las expectativas de que el dólar soja III aporte un monto significativo por la liquidación de exportaciones, solo queda recurrir al FMI; esto es, al mismo organismo que la vicepresidenta no se cansa de denostar, aunque ahora no tenga más remedio que aceptarlo como prestamista de última instancia.

De cara a un “rebalanceo” del acuerdo con el Fondo, la expectativa de mínima del equipo económico es lograr lo que técnicamente se denomina un “front load”; es decir, que el organismo financiero internacional adelante antes de mitad de año los desembolsos previstos para el resto del año, con el fin de fortalecer las menguadas reservas del Banco Central.

Fuentes del Palacio de Hacienda confían en que las negociaciones concluirán de manera exitosa. Para ello, los técnicos argentinos estarían dispuestos a comprometer una contracción mayor del déficit fiscal primario, cuya meta para este año es del 1,9% del PBI. El secreto de tal ofrecimiento es que la mayor inflación terminaría licuando aún más el gasto público y haría posible esa reducción del déficit. Aun así, los vientos electorales podrían llevarse esas promesas. Nadie puede garantizar nada en la Argentina en el contexto de un proceso eleccionario.

Massa confía, además, en factores geopolíticos y en sus vínculos con el gobierno de Estados Unidos, cuya opinión suele ser decisiva en el FMI. El ministro hace gala de sus contactos con el asesor especial de Joe Biden para América Latina, Juan González, quien días atrás deslizó un elogio hacia el ministro de Economía y dijo que “Estados Unidos está dispuesto a jugar un papel constructivo para ayudar a la Argentina”. Ricardo Zúñiga, subsecretario regional del Departamento de Estado, y Dan Restrepo, exconsejero de Seguridad de Barack Obama, son otros de los interlocutores de Massa ante quienes el ministro sobreactúa sus supuestos valores prooccidentales y busca diferenciarse del presidente brasileño, Lula, quien aparece en las últimas semanas comprometido con el eje Rusia-China, algo que obviamente preocupa al gobierno estadounidense.

Ese afán de Massa por mostrarse siempre cercano a los Estados Unidos choca con los habituales gestos de Cristina Kirchner, quien celebró durante su reciente “clase magistral” en La Plata el acuerdo entre Arabia Saudita e Irán con el auspicio de China, y concluyó que “algo está pasando que no estamos viendo” y que “viene un mundo diferente”. Una primera observación es que se trató de un comentario innecesario, que solo habla de la atracción que algunas autocracias ejercen sobre la vicepresidenta, en momentos en que el gobierno argentino está bregando por la ayuda norteamericana en la negociación con el FMI. No faltan, sin embargo, quienes opinan que podría ser una jugada acordada con Massa para que este pueda persuadir a sus interlocutores en Washington de que, sin apoyo financiero urgente, a la Argentina kirchnerista solo le restaría recostarse en los brazos de China. En el massismo y en otros sectores del Gobierno no se les asigna trascendencia a todos esos comentarios; se limitan a señalar allí que solo se trató de un “ejercicio intelectual” de la vicepresidenta que forma parte de una gestualidad dirigida a su propia tropa. Voceros de Massa destacan también que, después de todo, Cristina aclaró que reformular el acuerdo con el FMI no significaba pensar en dejar de pagar la deuda.

Claro que la expresidenta también expresó que “volver al Fondo fue criminal” y tildó infundadamente al acuerdo con el organismo financiero de “inflacionario”. Cualquier argumento es válido para culpar a otros por el flagelo de la inflación. Del “ah, pero Macri” se pasó al “ah, pero el Fondo”. Cristina Kirchner omitió que la inflación renació en las gestiones kirchneristas, cuando no había un acuerdo con el FMI.

Si en algo coinciden Cristina Kirchner y Massa es en cuestionar al presidente del Banco Central, Miguel Ángel Pesce, a quien sí sostiene por ahora Alberto Fernández.

Las convulsionadas jornadas vividas por la presión sobre el dólar, que llegó a tocar los 500 pesos en el mercado informal, dieron cuenta de las diferencias entre Massa y Pesce. Tras la estampida del billete entre el lunes y el martes pasados, el ministro de Economía decidió ponerse al frente de la mesa de dinero del BCRA, a través de su vicepresidente, Lisandro Cleri, hombre de confianza de Massa. La decisión de vender reservas para contener el precio de los dólares financieros y la mayor suba de las tasas de interés, a la que Pesce se resistía, permitieron bajar la temperatura. El costo no fue menor: en la semana, siguieron bajando las reservas y la independencia del BCRA quedó una vez más golpeada. Pero los allegados a Massa buscan contagiar optimismo: “Empezamos a remontar un partido que a principios de la semana perdíamos 5 a 0 y hoy perdemos por uno o dos goles”, se jactan. En estas horas, Massa juega otro partido ante empresarios y sindicalistas en busca de un acuerdo para contener los precios, con pronóstico reservado.

Cristina Kirchner decidió iniciar otra pelea y eligió como rival a Javier Milei, tal vez convencida de que subiéndolo al centro del escenario pugilístico le dará un protagonismo que le hará perder más votos a Juntos por el Cambio. Lo cierto es que distintos estudios cualitativos ya advierten que Milei está cosechando cada vez más apoyos entre votantes de Alberto Fernández en 2019, especialmente entre los electores más jóvenes, a quienes la vicepresidenta no tuvo mejor idea que convocar a “superar los veinte minutos de TikTok”, cuando los videos de esta popular red social suelen durar 15 segundos.

Fuente:La Nacion

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