El pacto Macri-Milei está sellado, la suerte de Bullrich también

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En los lejanos 80 del siglo pasado, la industria discográfica exigía que el primer corte de un disco debía ser impactante, alto y fuerte para abrir. Ochentosos al fin, vamos a aplicar el concepto al periodismo político y a esta nota en particular.

Track 1: Allá por fines de enero de 2016, con el peronismo aturdido por la derrota y la sensación de que el macrismo duraría al menos ocho años, el ministro de Cultura de la ciudad de Buenos Aires, Darío Lopérfido, decía que “el peronismo era como el nazismo, pero sin matar judíos”.

 Hay que decir que era la primera vez que un funcionario atildado pronunciaba así lo que es un clásico del gorilismo vernáculo, pero con una mejora notable: aclaraba que el peronismo nunca tuvo la tara biologicista del nacionalsocialismo alemán, de hecho sus beneficiarios eran mayoritariamente morochos, mestizos y pobres, y seguramente hubiesen engrosado los contigentes de los centros de exterminio.

Desde el otro lado –no nos gusta hablar de la grieta que obsesiona a perezosos intelectuales y negadores de la historia argentina– se dijo algo que escandalizó al periodismo centrado y políticamente correcto: “Macri es la dictadura”.

Y ya que nadie lo dijo, parafraseamos a Lopérfido (la etimología del apellido es tremenda) para decir: “Macri y Milei son la dictadura, pero sin los 30.000 desaparecidos”.

 Desde la derecha alguien nos puede contestar: “Sin los 8.753 desaparecidos”. No es el tema de esta nota, así que contestamos: “Ni siquiera se tomaron el trabajo de leer las conclusiones del Nunca Más, el del prólogo en que Sábato populariza la teoría de los dos demonios: el libro cuantifica 8.960 y dice que la cuenta está abierta”, es decir que fueron varias decenas de miles.

 Pero el hecho y el asunto es lo que apuntamos en la nota anterior y en Juntos por el Cambio saben desde siempre: que Macri parecía diluirse como candidato y jefe político de Juntos, que se corría a la par de Cristina Kirchner para pasar a ser dador de votos y consejos, pero que finalmente destruyó las dos candidaturas puras del PRO: la de Horacio Rodríguez Larreta primero y la de Patricia Bullrich después.

Decidió desde mucho antes de las PASO que la opción más conveniente para resistir era apostar por Javier Milei, con quien tiene muchísimas coincidencias: Macri fue el primero en soñar y trabajar por un país pre-peronista, en liberar los mercados de capitales para garantizar rentas financieras descomunales y fuga mientras se destruye la producción industrial, en hacer razzias ideológicas y considerar a los empleados públicos (cesó a más de 40.000) y al Estado como una rémora inútil y ajustable, al salario un costo más y a los sindicatos enemigos a los que había que domesticar o reprimir y sobre todo: fue cómplice civil de la última dictadura y defensor de que hubo “una guerra sucia” y de que no fueron 30.000.

 Dicho de nuevo porque es un hecho demostrado y no una acusación, es memoria, es verdad y no hay justicia: Franco y Mauricio Macri fueron cómplices civiles de la dictadura, multiplicaron por seis la cantidad de empresas del grupo (de siete a 40 entre 1976 y 1983) y con la ayuda de otros dos cómplices civiles (Cavallo y Melconián) nos cargaron sus deudas empresariales a todos los argentinos, transformando 184.893 millones de dólares (entre Sevel y Sideco Americana) en deuda pública.

 Es decir que la confluencia entre Macri y Milei es natural y se consolidó con el crecimiento de la imagen y el desempeño electoral de quien Mauricio supone –como muchos periodistas, empresarios y gente de a pie– será el próximo presidente de les argentines.

El hijo de Franco descubrió que su heredero natural no está en Juntos por el Cambio, que incluye a un radicalismo tan gorila como él, pero con algunos “pruritos democráticos o republicanos” y que fortaleciendo la candidatura de Milei (a la vez que diluye el potencial electoral de Patricia Bullrich) podría propiciar un triunfo en segunda vuelta.

 El resultado, sin importar el debate televisivo que –como mucho y relevado– puede alterar el comportamiento del 3% del electorado, se puede contar en cifras provisorias pero indicativas: hoy Juntos mide mucho menos que el 29,86% del escrutinio definitivo de las PASO; hay coincidencia generalizada en una caída del 10% o más de ese caudal, para situar el piso en un 16/17% y un techo de 20/22%.

“Ya empezó la campaña del balotaje” entre Milei y Massa, básicamente porque las encuestas que maneja La Libertad Avanza oscilan entre los 36 y los 40 puntos, pero Massa no baja de 34.

 No hay ningún sondeo –asumiendo como siempre que las encuestas son un vicio caro y errático y que Barrionuevo opera con aparato, pero sin datos– que asegure que el año electoral se termina el 22 de octubre.

Hagamos foco por un momento en dos operadores cantados de Unión por la Patria y de Juntos: Roberto Bacman (CEOP) y Eduardo Fidanza (Poliarquía).

 El primero asegura que Milei está tocando su techo, que estaría en torno de los 40 puntos y que Massa –pese a las dificultades que suponen la inflación y los datos sobre la pobreza– está por encima de los 30 puntos, con un growth (crecimiento estimado) de hasta 36 puntos. Bacman espera que Milei capture no más de un tercio de los votos obtenidos por Bullrich.

 Fidanza, por su parte, considera que Milei cometió varios errores en el debate, centralmente uno: calcar el alegato de Massera en el Juicio a las Juntas, algo que para sus votantes no es letal: a ninguno le importa mucho que digamos y muchos no pueden siquiera identificar quién es o qué hizo el Almirante del Terror, director de la ESMA, nuestro Auschwitz, e ideólogo de la “solución final” para las decenas de miles de cuerpos que había que desaparecer.

 Según Poliarquía, hoy el escenario es de una victoria por 6/7 puntos del libertario y asegura que nadie puede prever qué harán los 11 millones de votantes que eludieron las PASO.

 “Haciendo un cálculo conservador, si todos fueran a votar y replicaran las cifras que sacó cada candidato, es decir que un 30% votase a Milei, un 28% a Juntos y un 27% a Unión por la Patria, tampoco habría diferencias suficientes para eludir un balotaje. El hecho es que nosotros creemos que no se movilizará sino una porción de esos votantes, poco más de la mitad y que Bullrich no repetirá ese desempeño”.

Lo que ya nadie niega son los vasos comunicantes entre La Libertad y Juntos, entre Milei y Macri.

 Un botón de muestra fue el anuncio de que Gustavo Morón (ex superintendente de Riesgos del Trabajo de Macri, pero también de Alberto Fernández, de la UIA y de la Unión de Aseguradoras de Riesgos del Trabajo) sería el secretario de Trabajo de un potencial gobierno libertario.

 La trayectoria de Morón es un caso ejemplar de funcionarios “casta” y resiliencia política notable: fue personal de Inteligencia Civil de la última dictadura con revista en la Superintendencia de Seguridad Federal que dirigía Carlos Guillermo Suárez Mason; fue también socio en IG Sport de Fernando “Pato” Galmarini, lo que le valió un nombramiento como gerente de Auditoría y Resultados de la ANSES; y durante su descargo judicial, fue vinculado por Jorge “El Fino” Palacios como integrante de la red de escuchas ilegales montada por Macri en el seno de la Policía Metropolitana.

 A 40 años de la recuperación democrática, el Proceso de Reorganización Nacional reaparece para concluir su tarea, de la mano del mayor de los errores cometidos en la lucha por memoria, verdad y justicia: el no haber juzgado a sus cómplices civiles. Pero como decimos siempre y más allá de las encuestas: aún no está resuelto.

*Para Aire de Santa Fe

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