





Son tres para un lugar. A lo sumo, y con suerte, para que dos sigan con vida después del domingo y pongan la incertidumbre a jugar el tiempo adicional hasta una segunda vuelta en noviembre. La batalla final de un escenario de tres tercios del que Cristina Kirchner habló en abril, pero que antes habían observado otros en el PJ cordobesista, ese que espera definición en primera vuelta para que las tensiones de un balotaje no expongan rispideces en una transición local que por ahora luce ordenada. Calma.
Por un lado, una candidatura que parece moldeada por la inteligencia artificial en una coctelera donde se metió el voto bronca, el discurso anti casta como estandarte único y una propuesta de dolarización que empezó a menguar a medida que se acortaron los tiempos con las urnas. En lo político y en lo económico, la línea libertaria transitó el trazo grueso de estas dos propuestas y cuando le tocó entrar en detalles, tanto Javier Milei como su dirigencia, se enredaron al punto de evidenciar diferencias en un equipo que todavía no arrancó pero que ya se mide puertas adentro.
Desde allí se explica el énfasis vía hit futbolero con el que el León arengó la tropa en el Movistar Arena al grito de “primera vuelta, la p… que lo parió”. Si hay balotaje, los errores no forzados de cualquier libertario y en la plataforma mediática que sea, puede tener un costo que sería insalvable incluso para el hombre de la campera de cuero.
Así y todo, cierra la campaña liderando encuestas y en la comodidad de saber que el peor de los escenarios sería asomar a una segunda vuelta. Los problemas, saben Milei y su equipo, son del resto, de sus rivales.
Y acá, la incertidumbre entre los otros componentes de la disputa de tercios. Ambos, tanto Sergio Massa como Patricia Bullrich se dispararon en campaña, pero sin la vehemencia que ellos mismos lo hicieron para con Milei. La cacería del León resultó el terreno más complejo para los dos y en el fracaso de esa conquista, resultó más importante entender que los dardos tranquilizadores fueran en una sola dirección.
Porque a Massa le convenía que Bullrich baje, aunque no tanto, porque de esa canasta pasan derecho a las arcas libertarias; y porque la candidata de Juntos tomó hasta personal la agresividad del mensaje en campaña de Milei hacia su figura. La revisión de un pasado que Bullrich creía archivado –en algunos casos con versiones fallidas y malas intenciones poco aclaradas- enardecieron a la mujer del PRO que pretende, aún en la dificultad, tener revancha en un balotaje. Instancia a la que cree llegaría con refuerzos y una musculatura que genere los anticuerpos para salvar el sistema.
Estrategia que no está en los planes de ninguna de las vertientes del PJ. Ni siquiera, de los que lideran un cordobesismo y con los cuales el bullrichismo se quedó a mitad de camino. El bloqueo al acuerdo Larreta-Schiaretti-Morales por la ira de Luis Juez desembocó en un escenario incómodo. Más aún para aquellos que se negaron a la riesgosa jugada.
Por último, precisamente el cordobesismo va por lo que espera sea la última elección del año. Si Massa se convierte en el retador de Milei en noviembre, la prescindencia puede tener un alto costo, también para los herederos y renovadores del PJ cordobesista. Los mismos que integran la mesa chica del poder en Córdoba y veían en Milei un personaje al cual sólo había que darle gobernabilidad, se asustaron con el cierre de campaña libertario. Y como dijo ayer un importante funcionario que moldea el bronce de Schiaretti “no es joda”.
Con informacion de Diario Alfil, sobre una nota de Silva Gabriel.





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