Milei eligió volver a ser el de antes de las Paso

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Después de aquel resultado que lo ubicó como el candidato más votado de las primarias del lejanísimo agosto pasado, empezaron a surgir por todos lados diques de contención a la inmoderación de quien hacía gala de su desequilibrio y repetía que la diferencia entre un loco y un genio era el resultado.

Esos diques se fueron agigantando como si lo construyera el mismísimo Raúl Baglini (el autor del teorema según el cual el grado de responsabilidad de las propuestas de un dirigente es directamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder). La semana pasada, los muros de contención parecieron haber cedido, para dar paso más al Milei original que al que se fue construyendo como presidente.

Más allá de devenires coyunturales de lo poco que va de su mandato, sigue faltando mucho para aproximarse a desentrañar el resultado que lo ubique más cerca de la locura o de la genialidad.

Pero hay una realidad para cada día en Argentina. Y el panorama después del fracaso de la “ley Bases” es mucho más incierto y complejo del que había unos días antes con un acuerdo marco, que posibilitó una relativamente holgada votación en general.

En apenas tres días quedó claro que ni Milei se siente cómodo con los llamados “opositores dialoguistas” (radicales, PRO moderados, peronistas cordobeses) ni los supuestos dialoguistas apuestan al éxito de la gestión. No se equivocan en la caracterización que cada uno hace del otro, respecto del amateurismo poco responsable de oficialistas y de la traición con ulteriores intenciones de los opositores bajas calorías.

Milei eligió volver a ser el de antes de las Paso. El de las redes; el sin filtro; el de las posturas disruptivas al extremo. La cuestión es que ya no es candidato: ahora es presidente. Y lo que pudo ser redituable en un contexto puede que no lo sea en otro, más allá de las diferencias de responsabilidades de cada posición.

Su primera reacción fue quitar los subsidios al transporte del interior. Le apunta a los gobernadores desleales, pero el disparo terminará impactando en la población más necesitada, esa masiva “casta” que viaja apretujada en colectivos.

La idea de poner a los mandatarios locales en la vereda de enfrente es riesgosa.

Está claro que muchos siguen sus gestiones sin siquiera amagar con el ajuste que se está imponiendo en las cuentas nacionales.

VEREDA DE ENFRENTE
El caso del cordobés Martín Llaryora es emblemático, en especial por el malestar que le provocó a los mileístas que, pese a todas las concesiones que le hicieron, fuera uno de los artífices del rechazo en particular de artículos centrales de la “ley ómnibus”, mucho de los cuales no tocaban a Córdoba.

 
Llaryora vuelve sobre los pasos de aquel Néstor Kirchner que era uno de los líderes de la liga de gobernadores en la época de Fernando de la Rúa. Como Milei, el mandatario cordobés también corre muchos riesgos.

El Presidente va pasando a la vereda de enfrente a todo ese abanico moderado, en la convicción de que eso lo fortalece ante la ciudadanía. Sin respuestas concretas en un plazo no muy largo en la economía doméstica, estos respaldos pueden diluirse.

Por eso, aparece como bastante acotada esta idea del gobierno de coalición sólo con el PRO más duro.

Primero, porque en los hechos ese acuerdo existe. La todavía titular del PRO, Patricia Bullrich, no sólo es ministra de Seguridad de la Nación sino que se ha convertido en una de las espadas políticas del Gobierno. Además, ese sector del PRO es el que venía votando en conjunto la “ley bases” hasta que se abortó el tratamiento.

Después, porque en términos parlamentarios, la oposición dura (la kirchnerista Unión por la Patria más la Izquierda) está a una decena de votos de transformarse en mayoría en ambas Cámaras.

REAPARECE
Milei se aferra a la idea de abrazar sólo al PRO de Bullrich y de Macri, con durísimas acusaciones a la denominada “ala blanda” o “palomas” de lo que fue Juntos por el Cambio y a otros espacios supuestamente dialoguistas, con la posibilidad enorme de que muchos de estos empiecen a votar con el kirchnerismo.

A varios diputados de Llaryora y Juan Schiaretti se les hace agua la boca cuando le muestran el camino hacia el bloque de Unión por la Patria.

El acuerdo tácito con Schiaretti que permitió la llegada de varios exintegrantes del gobierno cordobés al gabinete nacional es una enorme duda, en especial desde que el Presidente decidió despedir a la principal figura que aportó el exgobernador, como el caso de Osvaldo Giordano, por lo que considera fue una traición a cambio de un negociado de los diputados schiarettistas-llaryoristas.

El caso de Franco Mogetta en Transporte es más complicado en términos políticos que el de Giordano, ya que viene de una gestión y un proyecto político que levantó la bandera de equiparar los subsidios de Transporte entre Amba e interior y está al frente de la secretaría que deberá implementar el llevarlos a cero.

El propio Schiaretti hace semanas prepara su regreso a la escena pública. Las tempestades de los últimos días retrasarán la reaparición de un jugador al que le gusta alejarse de los conflictos.

Con información de La Voz, sobre una NOTA DE Roberto Battaglino

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