Una Corte Suprema para el Pacto de Mayo

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Javier Milei es un admirador confeso del expresidente Carlos Menem. Su tributo más reciente fue colarlo en el Salón de los Próceres que no son mujeres, pero no se trata sólo de fetichismo. El mandatario buscó este miércoles emular la praxis política del riojano al impulsar una Corte Suprema a su medida que agita el fantasma de la mayoría automática.

El anuncio de que el Gobierno enviará el pliego del juez federal Ariel Lijo como quinto integrante de la Corte Suprema de Justicia para ocupar el puesto que dejó vacante Elena Highton de Nolasco en 2021 y la nominación de Manuel García-Mansilla para reemplazar a Juan Carlos Maqueda, a quien la ley obliga a entregar el sillón en diciembre cuando cumpla 75 años, tiene que atravesar múltiples instancias para hacerse realidad, pero es un mensaje inequívoco de la voluntad de Milei de apretar el acelerador antes de entrar a la curva.
 
Tras la sonora derrota parlamentaria de la ley ómnibus, Milei sacó de la galera su Pacto de Mayo para envolver en un celofán nuevo el mismo paquete de reformas económicas por el que puja en sus más variadas presentaciones. Con la bandera del DNU agujereada por el rechazo del Senado y varios reveses parciales en el ámbito judicial, ahora el Presidente le avisa al Congreso y a la dirigencia política que, si no entra en razones, quizás tenga otro Poder para llevar adelante su programa.


Lo que el Parlamento no da quizás la Justicia lo preste.
Letras y números de la Corte Suprema
Como si fuera una paradoja pergeñada para atormentar al ejército letrado que se quemó las pestañas durante años, en el cuarto piso del Palacio de Tribunales, donde mora la cúpula de la Justicia, por encima de los innumerables tomos de la ciencia jurídica, todo se resume a las matemáticas. Donde suman cinco, mandan tres.
Ya lo sabía Menem, que asumió en 1989 con una Corte de cinco integrantes y, maximalista, logró que el Congreso aumentara el número de integrantes a nueve para meter cuatro abogados que respondieran a sus objetivos y consagrar la denominada "mayoría automática" que liquidó Néstor Kirchner en 2003.

Milei no necesita hacer mucho esfuerzo para conocer los detalles de aquella movida. Su procurador del Tesoro, Rodolfo Barra, se la puede narrar de primera mano. Carrilero judicial, el padre de la Ley Mordaza fue viceministro de Roberto Dromi en los inicios del primer mandato menemista para saltar luego al máximo tribunal, del que formó parte entre 1990 y 1993. ¿Renunció espantado? No: dejó la Corte para asumir como ministro de Justicia. Menemismo bifaz.

El Loro vuela de nuevo
Tal vez inspirado por aquellas aventuras de la casta, el Presidente nominó al juez Lijo, un magistrado históricamente vinculado a Ricardo Lorenzetti, el todopoderoso titular de la Corte en la era kirchnerista que quedó en minoría cuando Mauricio Macri pisó la Casa Rosada.

Lorenzetti es el único de los cuatro integrantes actuales del tribunal que logró trabajar un ida y vuelta fructífero con Milei. Ferviente defensor de la causa israelí, seguramente el mandatario libertario robusteció su convencimiento sobre las cualidades del juez rafaelino leyendo Infobae, un portal donde siempre hay noticias tanto de una como de otro.

Distinto es el caso del presidente supremo, el también santafesino Horacio Rosatti, que ya trajinó varios atriles pregonando la inconstitucionalidad de la dolarización y recordó la competencia de la Corte sobre los decretos de necesidad y urgencia cuando la gestión libertaria disparó el DNU 70. El exintendente de Santa Fe no comulga con el minarquista. "Hay gente que quiere tener responsabilidades públicas y no leyó la Constitución", disparó a días del ballotage. Jugado.

Desde que asumió en 2016 por iniciativa de Macri, Rosatti construyó una UTE pragmática con Carlos Rosenkrantz, a la que se sumó Juan Carlos Maqueda, para dejar en minoría a Lorenzetti. Con la jubilación próxima del exministro duhaldista, en la Casa Rosada apuestan a que el 2-1 en contra se convierta en un 3-2 a favor con el ingreso de Lijo y el liberal García-Mansilla, una joyita de la Universidad Austral, la casa de estudios del Opus Dei, experto en temas gasíferos y de hidrocarburos.

Es más: voces insidiosas que caminan los pasillos grises de Comodoro Py aventuran que Rosenkrantz odia las derrotas y vaticinan un 4-1.

El Senado y el Pacto de Mayo
El plan del Gobierno de modelar una Corte funcional a sus intereses debe atravesar, como casi todos los sueños húmedos mileístas, la escala incómoda del Congreso. Más precisamente, por el Senado. Molestias de la democracia.

El Presidente necesita el acuerdo de dos tercios de la Cámara alta para sentar a sus candidatos en el máximo tribunal. Importante: son dos tercios de sus integrantes presentes. Es una mayoría donde vale tanto un voto a favor como una ausencia.

Ese número mágico fue una quimera para Alberto Fernández. Tras la salida de Elena Highton, el entonces mandatario no pudo más que ventear los nombres de algunas aspirantes para ocupar la vacante con otra mujer, pero el remplazo quedó cajoneado en el archivero de la impotencia política.

Con muchas menos bancas en el Congreso que su antecesor, Milei juega ahora una carta que puede pesar como advertencia y hasta como prenda de negociación en la mesa del Pacto de Mayo. ¿Son inamovibles los dos nombres propuestos por el Presidente?

Algo es seguro: el colaboracionismo de la oposición dialoguista difícilmente llegue a considerarlo como una amenaza que la motive a patear el tablero.

CON INFORMACION DE LETRA P.

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