País inviable: 7 millones de trabajadores mantienen a 28 millones de personas

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Desde la década de 1930 y en particular a partir de mediados del siglo XX, la economía argentina entró en una senda de estancamiento y caída en el nivel de vida que pocos imaginábamos que podíamos llegar a tener tanta pobreza e indigencia en el país.

Como decía mi fallecido amigo José Ignacio García Hamilton, Argentina pasó de la cultura del trabajo a la cultura de la dádiva. Argentina se construyó con inmigrantes que venían a trabajar. Venían de todas partes del mundo, en particular de Europa, en busca de un país que les diera la oportunidad de progresar. 

Esa era la Argentina que ofrecía un orden institucional basado en la Constitución de 1853/60, inspirada en el pensamiento liberal de Juan Bautista Alberdi, que establecía reglas de juego para estimular el esfuerzo, el trabajo y la inversión. Por eso Argentina progresó aceleradamente a partir de 1880, cuando se produjo la consolidación nacional, hasta la crisis de 1930 y a partir de esos años tomó como políticas de largo plazo las medidas que se habían aplicado durante la depresión de 1930, pero agregando al proteccionismo, los controles de precios, las regulaciones, etc., el populismo de redistribuir ingresos.

Nació así la famosa frase: donde hay una necesidad hay un derecho, pero nunca se aclaró quién tenía que pagar ese derecho. Amplios sectores de la sociedad se consideraron con derecho a ser mantenidos por el otro, y ese otro tuvo que soportar una mayor carga tributaria para financiar lo que se consideraba un derecho. “Derechos” que hoy vemos vigentes en los piquetes que permanentemente se hacen en la 9 de julio exigiendo aumentos de los planes, más planes y cosas por el estilo. Se creó el negocio de la pobreza que ya tiene dimensiones impensadas.

En 2019 me tomé el trabajo de revisar las 4800 páginas del presupuesto y calculé que, en ese momento, 19 millones de personas pasaban todos los meses por la ventanilla del Estado a buscar un cheque. Es decir, gente que vivía del trabajo ajeno.

Luego, la Oficina de Presupuesto del Congreso, hizo el mismo trabajo, pero tomando una serie histórica más larga y los resultados que obtuvieron fueron peores a los que yo había llegado.

Como puede verse en el gráfico, entre jubilaciones (luego explico por qué se incluyen) pensiones y planes sociales, en 2021, que es hasta donde llega la serie histórica elaborada por la Oficina de Presupuesto del Congreso, pasaban a buscar un cheque por la ventanilla del estado todos los meses 24,43 millones de personas.

Si a esto se le agrega los 3,5 millones de personas que trabajan en el sector público nacional (nación + provincias + municipios), llegamos a que todos los meses pasan por la ventanilla del estado 27,93 millones de personas. En verdadero dislate.

¿Cuántas personas trabajan en el sector privado formal? 6,4 millones de personas. Si le agregamos 350.0000 autónomos y algunos monotributistas, podremos llegar a los 7 millones de personas trabajando en el sector formal que tienen que mantener a casi 28 millones de personas. Un país con esta relación de personas que viven del trabajo ajeno es absolutamente inviable.

Como puede verse en el gráfico, las ayudas sociales pasaron de 6,75 millones de beneficiarios a 15,95 millones en 2021. Dejamos de lado 2020 por la pandemia. Es decir, entre 2006 y 2021 los beneficiarios de ayudas sociales aumentaron el 136%. Se más que duplicaron.

Antes de continuar aclaro por qué se incluyen las jubilaciones. Los sistemas de reparto como el que tenemos en Argentina, funcionan de la siguiente manera: los que están en actividad pagan un impuesto sobre su salario para sostener a los que están jubilados. A eso se suma las contribuciones patronales. Entre aportes personales y contribuciones personales se junta el dinero para pagar a los jubilados actuales. 

En el futuro, los que hoy están en actividad cobrarán sus jubilaciones de las contribuciones y aportes patronales de los que estén en actividad en el futuro.

O sea, el sistema de reparto no consiste en una cuenta de ahorro como eran las AFJP y otros sistemas de jubilación privada que existen en el mundo. Funciona en base a los impuestos sobre la nómina salarial que pagan los que están en actividad. 

En Argentina en particular, la situación es más dramática, porque el kirchnerismo metió por la ventana a 3,5 millones de jubilados que nunca habían aportado y los que aportaron terminaron subsidiando a los que no aportaron al sistema de reparto. 

Para tener una idea, para que el sistema funcione medianamente bien, tiene que haber 4 personas en actividad en el sector formal por cada jubilado. En Argentina esa relación es de 1,1 en actividad por cada jubilado. Absolutamente inviable. 

Cabe resaltar que dentro de las ayudas sociales hay enormes bolsones de corrupción y financiamiento de la política. Un ejemplo claro son las pensiones por invalidez laboral. 

De acuerdo a la ley, una persona que tiene el 76% del cuerpo que no le permite trabajar y, además, es indigente, tiene derecho a recibir una pensión por invalidez laboral. 

En 1999 había 72.156 beneficiarios de pensiones por invalidez laboral. De acuerdo al presupuesto de 2024 hay 1.227.290 beneficiarios de pensiones por invalidez laboral. Es decir, sin que haya habido una guerra, un tsunami o un terremoto, hay 1 millón más de inválidos laborale que en 1999. Gran bolsón de corrupción.

En 1983 el gasto público social consolidado equivalía al 11,4% del PBI. En 2021 llegó al 29%. Casi 3 veces más de gasto público social. 

¿Qué es el gasto consolidado social y qué incluye? El gasto consolidado es la suma de lo que gasta la nación, las provincias y los municipios en programas sociales (educación, vivienda, salud, planes sociales, etc.).

Es decir, cada vez se el estado gasta más en programas “sociales”, más gente vive de los planes sociales y cada vez hay más pobreza, indigencia, desocupación y trabajo informal.

En síntesis, Argentina desbarrancó cuando pasó de la cultura del trabajo a la cultura de la dádiva. Cuando dejó los valores que trajeron nuestros abuelos que venían a trabajar, no a buscar un empleo público o un subsidio. Argentina se construyó con gente que vino a trabajar y un estado que le facilitaba a la gente trabajar.

Y Argentina se destruyó con la cultura de la dádiva, por esa frase de donde hay una necesidad nace un derecho y los planes sociales que hacen que la gente prefiera no trabajar y vivir de los planes o vivir de los planes y, en todo caso, aumentar los ingresos con una changa. 

El problema es muy claro. Argentina tiene que volver a la cultura del trabajo y el estado tiene que dejas de asfixiar a la gente con impuestos y regulaciones para que cada uno pueda desarrollar su capacidad de innovación y dejar este camino de decadencia y volver a la senda de crecimiento económico. En definitiva, volver a la cultura del trabajo.

con informacion de mdzol.com

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