Martín Llaryora 2025: romper la maldición del cordobesismo con Juan Schiaretti a la cabeza

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Las elecciones legislativas son para el peronismo mediterráneo como una jaula para pájaros. Desde hace 25 años, el electorado elige el “modelo Córdoba ” de José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti que Martín Llaryora se dispone a continuar. Las rejas protegieron al cordobesismo de la “amenaza” kirchnerista, pero le impiden batir las alas más allá del límite autoimpuesto.

El año próximo podría ser la excepción para un partido provincial con dificultades evidentes para picar en el debate nacional. La suerte podría estar atada al nombre que se apunte en el escaparate de la lista de Hacemos Unidos por Córdoba y, por supuesto, a un análisis del clima de época.
 
Llaryora quiere a Schiaretti como candidato a diputado. Su preferencia supone garantías; también algunas renuncias que impactarán en el juego político en 2027.


Este martes por la noche se mostraron juntos en la inauguración de una escultura de quien fuera la titular de Abuelas de Plaza de Mayo en Córdoba, Sonia Torres. El juego en tándem regresa, la distancia pública de los primeros 100 días ya será parte del pasado.
Schiaretti lo dejó solo, bajo las luces. Cuando Llaryora entiende que la receta es la histórica, el avezado contador "vuelve".
Las garantías que aporta Juan Schiaretti
Llaryora quiere a Schiaretti liderando la boleta. El excandidato terminó el periplo presidencial con casi ocho puntos en las urnas que ninguno de los protagonistas está dispuesto a regalar. La atomización de Juntos por el Cambio y el traslado masivo de esa preferencia hacia La Libertad Avanza de Javier Milei simplifica el escenario, según los cálculos preliminares del llaryorismo.

En encumbradas oficinas del Panal prenden velas para que Luis Juez se postule. “Es lo mejor que nos puede pasar, pero ya sabemos que el Presidente no le va a dar el gusto de quedarse con lo que creen que ya es de ellos”, razonan. “En la campaña, al senador le podemos entrar por todos lados”, picantean.

Con Schiaretti a la cabeza existe la confianza de que defenderán sin problemas las dos bancas que pondrán en juego, la del llaryorista Ignacio García Aresca y la de Natalia de la Sota.

El primero asoma como candidato puesto. Sobre la hija del tres veces gobernador, ante la pregunta sobre su continuidad, sacuden la cabeza.

Es que también la confección de la nómina que defenderá las ideas de Llaryora en el Congreso depende del sí de Schiaretti. El cofundador del cordobesismo sería una voz fuerte en el Congreso, pero también ordenaría un esquema de librepensadores, que Llaryora no pudo o no quiso atender.

El verticalismo de esa tropa con Schiaretti estaría garantizado y la llama viva para trabajar una deuda pendiente: la incidencia nacional del peronismo no kirchnerista del interior.

¿Llaryora tiene plan B? Sí. El ministro de Gobierno, Manuel Calvo, y el jefe del bloque peronista en la Legislatura provincial, Miguel Siciliano, suenan en las mesas donde se define la estrategia llaryorista.

Tienen capacidad indiscutida de armado, pero con ellos no calculan romper la maldición del cordobesismo que, con dientes apretados, intenta defender sus escaños cada vez que se discute la política macro y no una gestión proba.

Las renuncias que tendrá que hacer Martín Llaryora
Schiaretti tiene un estilo. No hablará de una eventual candidatura hasta que los tiempos apremien. Tampoco negociará sus banderas, las que Llaryora comparte, pese a sus movimientos confusos de este último cuatrimestre.

La dupla garantiza la gobernabilidad a Milei siempre y cuando no se toquen principios básicos, como la defensa del sistema productivo y el campo, entre otros. A su vez, supone que continuará la tendencia a pensar en dos peronismos.

Llaryora tiene vínculos con varios dirigentes del PJ nacional. Habla con fuentes encumbradas del Instituto Patria, también con Máximo Kirchner y Axel Kicillof. Sin embargo, si Schiaretti juega, como quedó claro en su reaparición pública en Nueva York, el kirchnerismo sigue siendo una amenaza que invita a sostener a Milei. “Para que no vuelvan más”, corean en el Panal.

Llaryora se pliega a esa estrategia. “Nosotros no tenemos nada que ver con ese peronismo”, refrescan, por si quedaba alguna duda.

Aquí ya se observa la primera renuncia. Schiaretti acota el campo de juego. Invitará a aquellas figuras de la vía del medio que, por otra parte, ya mostraron dificultades de emerger en escenarios hiperpolarizados. Llaryora deberá plegarse a esos actores afines como Horacio Rodríguez Larreta, por ejemplo, o peronistas que gustan llamarse “republicanos”.

Ansiolíticos para la política de Córdoba
No deja de ser curiosa la definición de la dupla Llaryora-Schiaretti que sitúa la pelea por la conducción del peronismo nacional en un orden muy por detrás al que le habían asignado tras la derrota de Sergio Massa, pero más significativa es la noción de que un regreso del exgobernador no termina en el juego del Congreso.

Es el propio llaryorismo el que agita la posibilidad, casi en el orden de la necesidad, de que Schiaretti explore la posibilidad de una nueva candidatura presidencial, en la que empezó a creer -recién- después del primer debate.

La lógica de análisis repone la siguiente pregunta: ¿Llaryora posterga ese deseo manifiesto de conquistar el podio de la política nacional? En el Centro Cívico hoy prefieren hablar de una reelección provincial. Ahora lo dicen, pero ya se palpaba cuando el gobernador dejó de viajar semanalmente a Buenos Aires y a enfocarse a cuidar su territorio.

En los escritorios de los ministerios ya hay proyectos de estricto corte de gestión. Será Llaryora el que deberá continuar ese legado de fronteras cerradas y Schiaretti, si acepta, quien que se moverá en la arena nacional.

“Ganas no le faltan, tiene muchísima energía”, confiesa el llaryorismo entusiasta, sin reconocer que con ese juego en dupla asoma un error de cálculo inicial.

La convivencia forzada de ese electorado que el cordobesismo alguna vez definió como “inteligente” -porque los votaba a ellos, pero rechazaba con ahínco al kirchnerismo- hoy se corrió hacia un expresión tan compleja como indescifrable: la antipolítica que encarna Milei, un hombre que ya dijo que no le importa irse a su casa y que no da certezas entre lo que dice que hará y lo que efectivamente hace.

No juega con los códigos de la política, quedó claro. Esto obliga a adaptarse a la "casta" de profesionales. Llaryora no pudo escapar de esta nueva lógica y decide, por ahora, caminar a paso lento.

CON INFORMACION DE LETRA P.

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