Martín Llaryora se blindó del estallido del PJ con la carta de la prescindencia

El gobernador de Córdoba, Martín Llaryora, jugó la carta de la "prescindencia" electoral en Río Cuarto, la única ciudad que renovará autoridades este año. La visita posterior a la presentación de las listas que se medirán el 23 de junio generaba una expectativa superlativa.

El intendente Juan Manuel Llamosas y su delfín, Guillermo de Rivas, esperaban un contundente posicionamiento este miércoles, cuando el jefe del PJ provincial arribó para poner en funcionamiento a la policía antinarcotráfico.
 
En concreto, antes del plazo fatal para la inscripción de candidaturas el mandatario provincial había pedido la unidad y durante varios días envió a sus alfiles, entre ellos el legislador Miguel Siciliano, para tender puentes con la delasotista Adriana Nazario, cabeza del frente La Fuerza del Imperio del Sur.

Sin embargo, Llaryora fue tan medido en sus palabras que terminó desnudando la preocupación que se vive en la ciudad imperial por la división justicialista.

“No me meto en la política local, porque no es bueno. A mí me hubiera gustado el acuerdo y que se sumaran más espacios”, echó flit a la prensa local que insistía por el pronunciamiento.
Llaryora caminó con cautela sobre las minas del partido dividido: habló sobre las facilidades que supone la continuidad y de la capacidad de gestión de De Rivas, pero ratificó que apoyará la decisión de la sociedad riocuartense en las urnas.

Qué pone en juego Martín Llaryora en Río Cuarto
El escenario está abierto y el cordobesismo pone en juego no sólo un proyecto de ciudad. Un potencial triunfo de Nazario no sólo pondría en discusión la impronta verticalista del nuevo cordobesismo; también, expondría al gobernador en su terruño en una elección que mirará el país.

El Partido Cordobés de Llaryora fue una herramienta exitosa para lotear a la oposición. La empoderó con lugares de gestión clave como las carteras de Producción, Seguridad, Cooperativas, Turismo y, sin ir más lejos, la vicegobernación con la radical Myrian Prunotto. Llaryora cree en la potencialidad de la gestión abierta y, pese a las críticas de las bases de su partido, profundiza su experimento multipartidario.

Un fracaso del peronismo en Río Cuarto revitalizaría los reproches de la escudería justicialista. Detrás de Nazario hay dirigencia del PJ que fue muy crítica con la apertura hacia fuera del espacio, en especial, durante la campaña presidencial que no hubo un apoyo manifiesto del cordobesismo al único candidato peronista, Sergio Masa.

La etapa de renovación justicialista tiene sus bemoles y el proyecto amplio de Llaryora es percibido por algunos sectores internos como que la sábana es cada vez más corta para la militancia histórica. No puede pasar desapercibida la intervención de Alejandra Vigo, por ejemplo, para ordenar los tantos en el PJ de la ciudad de Córdoba que sabe que, en poco tiempo, debatirá la sucesión de Daniel Passerini.

La oportunidad que esperan Luis Juez y Rodrigo de Loredo
Más allá de las dificultades domésticas del peronismo, el escenario de tercios con el que arranca la campaña riocuartense supone una buena posibilidad para el armado de la ex Juntos por el Cambio.

Si la división peronista se conjuga en un regreso del radicalismo al poder de la mano de Parodi, los opositores Luis Juez y Rodrigo de Loredo tendrían material para hacer de las suyas en la antesala de la rosca por la elección legislativa nacional.

Nadie quiere perder y todas las fuerzas quieren ganar en la única elección del año. Las encuestas son difusas todavía.

Según los informes circulantes, Nazario y De Rivas disputan el primer lugar del podio, aunque la apuesta del oficialismo es que el radical Gonzalo Parodi (Primero Río Cuarto) termine concentrando la opción real de cambio en detrimento de la exesposa de José Manuel de la Sota.

Los guarismos, en tiempos donde es complejo ver por dónde pasa el pulso social, no son determinantes. La tablero que recién empieza acomodarse en Río Cuarto ya anticipa un final abierto.

CON INFORMACION DE LETRA P.