El INDEC dará a conocer hoy el índice de precios al consumidor (IPC) de julio, indicador clave de la evolución de la inflación para que un sector amplio de la sociedad se reafirme en la idea de que los sacrificios impuestos –de modo muy desigual– por el ajuste de Javier Milei y Toto Caputo siguen valiendo la pena o si, por el contrario, aquel abre más sus compuertas a los decepcionados que desde hace un tiempo empiezan a pasarse a las filas del rechazo. Menudo dilema.
Como se recuerda, el 4,6% de junio interrumpió la escalera descendente iniciada tras la megadevaluación que el Gobierno dispuso en su debut, la que, por decisión propia, llevó el guarismo a un invivible 25,5%. El morbo del mercado y los analistas pasa ahora por si la desinflación se retoma, aunque sea provisionalmente, o si el Caputazo entra en zona de turbulencia.
En ese contexto, Manuel Adorni sorprendió este martes al postular que "para nosotros, la inflación es un tema que, desde lo técnico, está terminado".
¿En serio? Hubiesen avisado.
Explicando a Manuel Adorni
"Para nosotros, la inflación es un tema que, desde lo técnico, está terminado porque hicimos todo lo que había que hacer para solucionarla. Lo que queda es tiempo para ir viendo esa inflación derrumbarse", señaló antes de repasar, velozmente, la mencionada escalerita y recordar los escepticismos que el Gobierno superó en el camino.
"Esperamos que en los próximos meses vuelva a bajar otro escalón importante y finalmente llegar a inflación cero, que es lo que lo que todos queremos. El camino es claro, independientemente de que julio pueda dar un número similar, más bajo o más alto que el del mes pasado", completó en su conferencia de prensa.
El portavoz, que también es economista, se apegó al dogma monetarista del Presidente y del ministro de Economía, quienes no sólo afirman que la emisión es la única causa del aumento sostenido y generalizado de los precios, sino que ya le han cerrado todas las canillas posibles.
Estas son la impresión de moneda para que el Banco Central financie el déficit del Tesoro –talado con motosierra, triturado con licuadora y maquillado con contabilidad creativa–, los intereses que acumulaba la deuda de la autoridad monetaria –transferida contablemente, justamente, al Gobierno– y la reabsorción de los pesos entregados a los exportadores a cambio de sus dólares a través de polémicas intervenciones con divisas escasas en los mercados paralelos.
Así las cosas, dicen los monetaristas, sólo queda esperar que esas políticas surtan efecto en los próximos meses.
¿Es así?
Inflación, los números del miedo
Lo que difundirá el INDEC este miércoles a las 16 horas no debería filtrarse. En el Ministerio de Economía, desde ya, dicen no saber cuál será el número, pero creen que estaría en torno a 4%, por debajo del de junio. Si así fuera, el principal y acaso único elemento de validación de la política económica quedaría a salvo del fuego enemigo y, sobre todo, amigo.
Mientras, el vicepresidente del Central, Vladimir Werning, anticipó durante una presentación en Colombia que sería de 3,7%.
Entre las consultoras privadas hay divergencias, con proyecciones que, mediante metodologías diversas, oscilan entre 3,5% y 4,4%. ¿Es tan importante que el IPC se ubique más cerca de una de las puntas de esa horquilla acotada?
Sí y no. Sí para la narrativa oficial, dependiente del fetichismo de esa estadística. No porque cualquier valor que oscile en torno al 4% sigue constituyendo una inflación extremadamente elevada, sobre todo en vista del daño que la política económica está causando en términos de recesión, cierre de empresas, destrucción de puestos de trabajo, caída de ingresos, inequidad social y miseria.
En este último sentido, vale recordar que proyecciones realizadas en base a la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) arrojaron una pobreza del 54,8% y una indigencia del 20,3% al final del segundo trimestre, realidad que no hizo más que agravarse entre ese momento y el presente.
Datos más recientes suman a la preocupación. Una familia tipo debió percibir ingresos por 929.845 pesos el mes pasado en la Ciudad de Buenos Aires para no caer por debajo de la línea de pobreza. En tanto, UNICEF advirtió que más de siete millones de niños y niñas en Argentina sufren pobreza de ingresos, que un millón se va todas las noches a dormir sin cenar y más de un millón y medio se saltea por lo menos una comida cada día.
En tanto, el "socialismo empobrecedor" de Luiz Inácio Lula da Silva está a punto de volver a sacar a Brasil del "mapa del hambre" de la ONU, del que había salido en 2014 y al que había regresado con Jair Bolsonaro.
Entonces, ¿poco o mucho?
Recapitulemos. Mayo, 4,2%; junio, 4,6%, y –supongamos junto a Werning– 3,7% en julio. Definitivamente, pese al enorme costo recesivo y social que el Gobierno se permite, la inflación está en zona de meseta.
La verdad de la desinflación recién se conocerá cuando la actividad rebote, la hiperrecesión muestre una luz al final del túnel y los ingresos populares recuperen una parte relevante de lo perdido desde hace años. Mientras, todos los juicios son provisorios.
Si la meseta está, ¿qué pasaría en agosto? El Gobierno sueña con bajar de tres y pico a dos y pico, pero las consultoras ven un panorama similar al de julio, apenas inferior al 4%, sobre todo debido al impacto de las subas de tarifas.
En septiembre, en tanto, Caputo espera un uno y pico, mientras que el consenso del mercado apuesta a un tres y pico. La diferencia entre las esperanzas oficiales y el escepticismo de los observadores se ahonda.
En síntesis: descenso o más meseta. Cabe consignar que para el promedio de los analistas –el Relevamiento de Expectativas de Mercado que elabora el BCRA–, el IPC no bajará del 3% hasta fin de año, pero también que esos pronósticos han subestimado en los meses recientes la tendencia a la baja.
Economistas privados, más cautos que el ministro necesitado de logros, se basan en que la desinflación tiene desafíos pendientes.
Por un lado, ajustes de tarifas que el Gobierno debe terminar de aplicar si pretende terminar de cerrar la brecha fiscal. Asimismo, unos tipos de cambio planchados artificialmente por las políticas intervencionistas de una administración que dice creer en el libre mercado, pero que no duda en ponerles la bota encima como si fuera la más heterodoxa del mundo.
Por más que Adorni proclame "fin", queda claro que no todo pasa por sentarse a esperar, tremenda admisión de hecho de las insuficiencias del monetarismo duro. ¿Aguantará ese esquema?
La mantita corta de Toto Caputo
Caputo basa su expectativa de que septiembre sea el mes en que termine de romperle el cuello a la inflación debido a la reducción prevista del impuesto PAIS que se aplica a las importaciones, el que pasará del actual 17,5% al 7,5%. Eso abarataría productos finales comprados en el exterior e insumos y partes usadas por la industria. De ahí que proyecte un IPC que comenzaría con dos.
El economista Fernando Marull, citado por Pablo Wende en Infobae, calcula que el recorte del PAIS reduciría la inflación en 0,7 punto porcentual el mes que viene. Sin embargo, también abarataría las importaciones en una medida que las haría crecer en unos 1.000 millones de dólares por mes.
Tal vez eso sea demasiado para reservas tan escuálidas, para peor en el contexto de una cotización de la soja que no deja de caer.
Si las reservas brutas de la autoridad monetaria son menores a los 28.000 millones de dólares, las netas son virtualmente cero. Una pregunta que el mercado no deja de hacerse es si la política de planchar los tipos de cambio puede persistir en estas condiciones.
Un interesante informe de la consultora EcoGo indicó que, desde la puesta en práctica de la recompra de pesos entregados a los exportadores –la fase dos del Caputazo–, el Central quemó reservas por 250 millones de dólares. Si a eso se suma, entre otros mecanismos, el llamado blend que permite liquidar el 20% de las ventas externas en el mercado del contado con liquidación –al final, un modo de ampliar la oferta en él y de planchar su precio–, el costo de la intervención del gobierno anarcocapitalista asciende a nada menos que 12.400 millones de dólares. Eso es algo probablemente difícil de sostener y seguramente inaceptable en un futuro no lejano para el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Con dólares paralelos pisados, crece la chance de que Caputo se arriesgue con una salida del cepo. Esa sería otra aventura. El acomodamiento eventual de un tipo de cambio unificado por encima de su cotización actual – una segunda megadevaluación, bah– supondría un nuevo rebrote de la inflación, otro golpe recesivo, un nuevo desplome de los ingresos y una vuelta de tuerca impredecible sobre el humor popular.
CON INFORMACION DE LETRA P.