Productividad, el debate ausente en la era de Javier Milei

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"Si me dan 20 años, seríamos como Italia y si me dan 35, como Estados Unidos", se ofreció Javier Milei en el debate presidencial previo a la primera vuelta de octubre del año pasado. Luego, con el tiempo, metió incluso a Alemania entre los ejemplos e, incluso, a su mayor objeto de deseo: la Irlanda de crecimiento vertiginoso.

Asimismo, prefirió acortar un poco los plazos del futuro que les promete a compatriotas que tal vez no lleguen en las mejores condiciones a fechas tan lejanas. Entendió, acaso recordando a John Maynard Keynes –perdón, Presidente, no fue la intención ofenderlo–, que "en el largo plazo todos vamos a estar muertos".
 
En medio de historias escabrosas sobre hombres que, se alega, en sus tiempos de poder golpean a mujeres, intentos de magnicidio que no hay ganas de investigar "hasta las últimas consecuencias" y de las penurias del presente al que no se le avizora salida, Letra P se propone hoy hacer justamente eso: mirar adelante. ¿Dónde están los puentes hacia la prosperidad de la que tanto se habla?


Si de eso se trata, un concepto clave es el de productividad, entendida –en términos simplificados– como la medida de los bienes y servicios producidos en un lapso determinado. Se vincula, desde ese punto de vista, con lo que permiten generar los diferentes factores productivos, desde la tierra al capital y el trabajo. Detengámonos en el último, cascoteado como viene por años de desatención de las dirigencias políticas, empresariales y, en algunos casos, lamentablemente también sindicales.
Tironeos sobre el futuro del trabajo
Una de las críticas que se le han hecho, con justicia relativa, al cristinismo es que los aumentos salariales que facilitó resultaron persistentemente superiores a los incrementos de la productividad y que eso, en el largo plazo, termina en inflación. En efecto, si un trabajador gana más dinero en términos reales año tras año sin que eso se compadezca con un incremento de los bienes o servicios que produce –ya sea por trabajar más velozmente o por hacerlo con ayuda de máquinas que lo hagan más eficiente–, ese costo salarial superior termina impactando en la formación del precio de lo mismo que elabora.

Lo curioso es que el experimento paleolibertario de Milei y su variante financiera, las alquimias incesantes de Toto Caputo, apuestan a todo lo contrario: ya no a una mejora de los salarios sin atención por la productividad, sino a la desmejora de aquellos y a un desinterés total por la segunda.

Cuesta abajo
Según señaló este jueves Letra P en base a datos del INDEC, los salarios registrados en el sector privado recuperaron entre abril y junio parte de lo que habían perdido por años, aunque todavía permanecían en ese último mes 11puntos por debajo del nivel que tenían el día en que Milei asumió el poder.

Siempre tomando como referencia a junio, el acumulado interanual –responsabilidad de Milei, Alberto Fernández y Sergio Massa– permite tomar un período más largo como indicador de tendencias. Además, eso incluye el efecto insoslayable de la megadevaluación del peso de 54% inmediatamente posterior a la asunción del presidente libertario.

En ese sentido, los precios al consumidor se inflaron en los 12 meses previos 271,5%.

Mientras, los salarios en blanco del sector privado se actualizaron 249,3%, esto es 22,2 puntos porcentuales menos. La recuperación del trimestre móvil abril-junio atemperó, pero no revirtió esa tendencia.

En tanto, los salarios en el sector público se movieron 186,8%, 84,7 puntos porcentuales menos, cifra verdaderamente impactante.

Por último, la vida de quienes trabajan en la informalidad está realmente complicada: sus ingresos se actualizaron en promedio 159,3%, 112,2 puntos porcentuales por debajo de la inflación acumulada.

Esto último es dramático y se vincula íntimamente con el empinamiento de la pobreza al 55% al cierre de, justamente, el segundo trimestre… Se esperan más novedades al respecto.

El "capital humano" de Javier Milei
Pocos actores y sectores ganan con el programa de Milei y Caputo. Desde ya, no los trabajadores y tampoco la mayoría del empresariado, quienes lidian con una economía hiperrecesiva, sin consumo, sin mayores incentivos a exportar y carente de elementos que inviten a la esperanza. Con todo, para los patrones, un elemento atempera sus pérdidas o, en el caso de los ganadores, amplía sus ganancias: el empequeñecimiento de los salarios en sus estructuras de costos.

¿Será que, a diferencia de lo hecho por Cristina Fernández de Kirchner, Milei lo apuesta todo a la productividad? Veamos.

Un incremento de esta, es decir un mayor rendimiento medido en bienes y servicios generados en el mismo lapso de producción, depende de factores como la incorporación de tecnología; la mejora de la infraestructura general para abreviar los tiempos y bajar los costos de la logística; el cuidado de la alimentación y la salud para reducir el ausentismo y mejorar el ritmo del trabajo, y especialmente la educación de la masa trabajadora y de la población en general. Luces rojas.

La revolución anarcocapitalista se ha dedicado a hachar el sistema de ciencia y técnica, que queda minimizado en su tramo estatal y dependiente de lo que pueda aportar la inversión privada, desmotivada hoy y que en un país como la Argentina no es precisamente responsable del grueso de su avance. ¿Y en el mundo desarrollado los Estados no tienen también un rol fundamental en ello? Basta pensar en el nacimiento de Internet para tener una respuesta.

Además, en el altar del ajuste, el Estado ha sacrificado en gran medida a la obra pública, mandando a desguace la infraestructura ferroviaria, y congelando la vial y hasta la energética. Más tarde, en vista de la enormidad de lo actuado, luego transfirió obras paralizadas –sin fondos– a provincias desfinanciadas y retomó los proyectos gasíferos más apremiantes.

La alimentación no parece ser prioridad en el contexto mencionado de pobreza e indigencia en alza, una indignante injusticia humanitaria y una calamidad económica, que priva al sistema de brazos, cerebros y talentos ya desde la infancia. Según la Universidad Católica Argentina (UCA), el 62,9% de los chicos y adolescentes vive en la pobreza, mientras que el 16,2% está directamente en situación de indigencia. Se trata de los peores datos desde 2010.

En tanto, de la infraestructura escolar y hospitalaria ni se habla, ya no para ampliarlas en relación con el crecimiento de la población, sino ni siquiera para reparar lo que se deteriora.

Universidades y después...
La educación es un capítulo sensible. La salida a las calles en abril de una alianza amplia de clases medias le puso coto al desfinanciamiento de las universidades nacionales en lo que respecta a sus gastos operativos. Así, las casas de altos estudios permanecieron abiertas, pero el personal que da vida a esos edificios siguió gravemente empobrecido.

Los últimos han sido días de huelgas masivas de docentes y no docentes universitarios, quienes entre diciembre y julio percibieron actualizaciones del 71%, según el propio el secretario de Educación, Carlos Torrendell. El detalle que omite el funcionario mileísta es que, dada la inflación del 125% registrada en el período, eso implica una pérdida de ingresos del orden de los 50 puntos porcentuales.

Insólito: con personal educativo licuado a la mitad en sus ingresos y con sueldos de bolsillo de alrededor de $700.000 para un jefe de trabajos prácticos y de $500.000 para un ayudante de primera, no existen Alemanias, Estados Unidos o Irlandas en el horizonte.

Contra la voluntad del oficialismo, la Cámara de Diputados sancionó en la madrugada del jueves un proyecto del radicalismo para asegurar un financiamiento más pleno de las universidades nacionales. Falta aún la votación del Senado y, luego, la decisión del Presidente sobre el eventual veto a una norma que incrementa el gasto público en 1,4 billones de pesos.

En paralelo, la cámara baja también aprobó –con votos de La Libertad Avanza, el PRO, la Coalición Cívica, Innovación Federal y la propia e indescifrable UCR– un proyecto que obliga a las escuelas a abrir en los días de paro, estableciendo –en tanto "servicio esencial"– guardias mínimas del personal directivo, docente y no docente. La educación, todo lo indica, es tan importante que se la quiere asegurar incluso en medio del empobrecimiento planificado de sus responsables y limitando el derecho constitucional de huelga.

En este contexto, el Gobierno debería explicar por qué Haití lleva esperando mucho más de 35 años para nunca dejar de ser Haití. También por qué están mejor resguardados los fondos reservados para hacer inteligencia y practicar control social que los correspondientes al futuro de la próxima generación.

"Capital humano", desde la perspectiva economicista del Gobierno, no debería ser apenas el nombre de un ministerio fofo, mal gestionado y castrado.

CON INFORMACION DE LETRA P.

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