Con la deriva terminal del chavismo, Luiz Inácio Lula da Silva al frente de un gobierno de amplísima base ideológica, Pepe Mujica dando su pelea más difícil y Cristina Fernández de Kirchner ensayando acordes en alguna medida novedosos, pareciera que el progresismo regional entra, forzado, en una etapa nueva: el fin de la inocencia.
¿Será esta vez? Sin eso, en Argentina no habrá alternativas a Javier Milei y su ajuste infinito.
La realidad viene mezclada. El aire político se pone pesado en medio de carpetazos, insultos presidenciales y una protesta que, por ahora, junta bronca e impulso. El económico muestra brotes verdes de raíces cortas y un sendero financiero –blanqueo y RIGI mediante– que podría darle a Milei los dólares imprescindibles para salvar su proyecto. El social, por último, es un espanto que el próximo jueves 26 mostrará su rostro en el informe del INDEC sobre la pobreza.
Hoy estamos mal; ¿estuvimos bien ayer? La felicidad siempre es la construcción de un pasado.
Pese a todo, hoy es Milei o la nada.
El peronismo y el espejo de Lula
La derecha que se autopercibe moderada y republicana se enfrenta al dilema de entregarse a la ultra o desaparecer, el radicalismo sigue tironeado por sus dos almas y el peronismo se enfrasca en un internismo tan caótico como su crisis existencial.
Lula da Silva muestra un modo de remontar la cuesta de la ultraderecha. La economía de Brasil crecerá este año alrededor de 2,5%, algo modesto pero que le alcanza para ser la sexta de mejor desempeño en todo el mundo. Mientras, la inflación se ubicó en 4,1% en julio… la interanual, no la mensual como en la Argentina.
Para conseguirlo, se rodeó de una alianza muy amplia, que alcanza a un conservadurismo que esta vez eligió ser republicano. Para liderarla, bajó de la tribuna, salió a la cancha y aceptó como aliados a quienes apoyaron su encarcelamiento. Esto lo libera del mote de "comunista" que le impone Jair Bolsonaro y, en su lugar, lo erige como protagonista de una reconstrucción democrática.
Los arrumacos hiperideologizados que se hacen la ultraderecha y los milmillonarios no ocultan que, puestos a elegir, privilegien la existencia del mercado por encima de su condición de libre. Marcos Galperin, que acaba de recibir al Presidente como a un héroe, invierte 75 millones de dólares en el país, mientras que pone 4.100 millones en Brasil y 2.450 millones en México. No hay diferencia poblacional que explique semejante desproporción.
Lula, CFK y el problema del déficit
Brasil también tiene problemas. Hacia fin de agosto, el déficit del sector público consolidado –nación, estados, municipios y empresas estatales– alcanzó un récord de 10,02% del producto bruto interno (PBI).
Una de las últimas definiciones de Mujica sobre la Argentina –en diciembre, antes de conocer que padecía cáncer en el esófago– apuntó a esa cuestión. Al sugerirle un replanteo "a la sociedad" que sufre con Milei, el exguerrillero tupamaro dijo que hay que "aprender que no se puede sostener a largo plazo una crisis económica basada en darle vuelta a la maquinita de la emisión". ¿Entonces?
Cristina Kirchner dio a conocer el viernes un nuevo documento con sus impresiones sobre la mileinomía, el pasado reciente, el presente y el futuro. "Es la economía bimonetaria, estúpido", metió ruido aludiendo a la frase emblema que James Carville impuso en la campaña electoral de Bill Clinton en 1992. El texto, que contiene referencias duras a Milei y –sin nombrarlo– a Alberto Fernández, indica algún sendero de futuro –se verá si convincente– para el confundido peronismo.
Como ocurre con los relámpagos y los truenos, la polémica tuitera llega antes que el análisis de las ideas. El jefe de Estado, discursivamente más descontrolado que nunca, la tuteó irrespetuosamente y la declaró analfabeta en economía.
Ella le respondió en el mismo tono y hasta lo invitó a una clase en el Instituto Patria. Él la siguió en la reunión que el Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas (IAEF) organizó en Mendoza.
Cristina y Javier: se ha formado una pareja
El ida y vuelta beneficia a ambos: a él le sirve más que nada en el mundo confrontar con ella y a ella, con él. Se ha formado una pareja y se paró en el centro del ring.
Aunque es prácticamente imposible que eso tenga un correlato electoral en 2027, CFK trata, como Lula da Silva pero en el modo en que le es posible, de salir a la cancha. Así, no ahorra en su trabajo la crítica que más le duele al Presidente: lo trata de "exlibertario" por mantener controlados tres de los cuatro precios clave de la economía, el dólar –oficial y paralelos–, la tasa de interés y los salarios. Hasta le recuerda que las tarifas de servicios públicos –el cuarto– siguen parcialmente subsidiadas.
Para ella, "el peronismo se torció" al pactar la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en enero de 2022, al generar –cabría decir reforzar– la coexistencia de trabajo y pobreza, al dilapidar las reservas del Banco Central y al olvidar el carácter universal que deben tener las políticas sociales.
Su sector nunca explica cómo se podría haber acordado con el Fondo a más de diez años y sin sobretasas, algo que sencillamente no existe en los estatutos del organismo. Fuera de eso, es eficaz en la crítica.
También señala que "el peronismo se desordenó" cuando no reaccionó al carácter crecientemente informal y no sindicalizado del trabajo, no hizo más eficiente "el viejo modelo de Estado omnipresente", no revisó las carencias de la educación pública, no se hizo cargo de la demanda social de seguridad, olvidó que cada ciudadano debe producir al menos lo que consume y obvió las nuevas formas de comunicar. Todos esos males son de larga data y la involucran; mencione o no la palabra fetiche, es autocrítica.
El nudo del peronismo
En la misma línea y de modo aun más relevante, dijo, el peronismo "no impulsó la reversión del déficit fiscal a través de la reducción del gasto tributario existente por eximiciones, exenciones o promociones a sectores concentrados de la economía".
Todos esos elementos son ciertos y, con o sin autocrítica, constituyen el conato de un programa de renovación. ¿Le alcanzará con eso para convocar a las tribus dispersas e ideológicamente dispares del "gigante invertebrado", al modo de Lula da Silva?
Cuando CFK hace esos reproches, los ubica en el gobierno de Alberto Fernández, quien no tiene futuro por un sinfín de razones tanto o más importantes que su legado económico. Los chivos expiatorios pagan sus pecados –numerosos en su caso– y los ajenos.
Entre los relativamente nuevos acordes de Cristina Kirchner suena especialmente el del déficit fiscal, sobre el que suele mostrar una ambigüedad tan repetida que sólo puede explicarse por la admisión poco convencida de una concepción que se ha desparramado en la sociedad y que explica en parte por qué Milei fue escuchado en 2023.
Si, como ella dice, el desequilibrio presupuestario no es la principal causa de la inflación, sino el carácter bimonetario de la economía y la escasez de dólares, ¿para qué llama a resolverlo? Además, por qué las dos cosas no serían compatibles. ¿Qué cabe esperar de los precios en una economía, sobre todo en una bimonetaria, si los dólares son cada vez menos y los pesos, vía emisión, cada vez más?
El vaso medio vacío de su definición implica que no admita el error de haber bombardeado a Martín Guzmán desde cargos de tercer nivel en el Palacio de Hacienda para evitar una segmentación cautelosa de los subsidios tarifarios prorrico, algo alejado de la brutalidad actual. Eso ya fue.
Una vía alternativa hacia el orden macro
El medio lleno radica en el valor de que vuelva sobre la idea –planteada por Sergio Massa en el último Presupuesto que elevó al Congreso– de recortar gasto por el lado de subsidios muchas veces injustificables a grupos empresariales, nada menos que alrededor de 3% del PBI. Ella no los tocó, Alberto Fernández no supo y no contestó, Massa no los hizo propuesta legislativa sino "separata" y Milei los declaró "derechos adquiridos". Mientras, el país plutocrático se revuelca sin manos por 18.000 pesos mensuales para sus jubilados.
Cabe volver a Lula da Silva y a la advertencia de Mujica. Lo que CFK no termina de explicitar es que, se piense como se piense, el déficit fiscal no es un problema si los países que lo registran tienen posibilidad de financiarlo tomando préstamos en el mercado. Es el caso de Brasil, que hace convivir así, incluso con crecimiento, un desbalance enorme con una inflación baja.
Por su historia financiera, la Argentina –gobernada por el kirchnerismo-cristinismo entre 2003 y 2015 y luego por interpósita persona entre 2019 y 2023– no cuenta con ese recurso, lo que hace del equilibrio fiscal una condición, si no suficiente, necesaria para la estabilización de los precios. Lo que la exmandataria no termina de ver, empresarios como Galperin sí lo identifican al resolver sus inversiones.
Aunque sea a regañadientes, Cristina arpegia allí un acorde diferente, necesario para la composición de la canción nueva que promete Axel Kicillof.
¿Terminará de entender el peronismo vasto que su prédica de justicia social demanda, para volver a ser creíble, abrirle un espacio a las ideas de crecimiento e inversión?
Lula da Silva lo hizo.
CON INFORMACION DE LETRA P