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Cuando Martín Llaryora entendió que Javier Milei no vino a bailar el minué de la política clásica, las encuestas ya eran lapidarias: el gobernador de Córdoba había perdido en un trimestre de gobierno la buena consideración popular que amasó durante más de 30 años de militancia y gestión pública.

A poco de cumplirse un año del recambio institucional de 2023, el peronista open mind recuperó el capital perdido, pero el trabajo fue arduo. La decodificación del líder disruptivo, que construye destrozando, impactó en la curva de comportamiento del cordobés. Llaryora colgó el traje de lobo feroz, dispuesto a mostrar sus fauces de político de raza, para ponerse encima la piel de cordero.

La dualidad convivirá en el jefe del cordobesismo. Los reclamos por fondos seguirán firmes, como la defensa feroz al sector productivo, pero con los modales de abuelita de cuento. La decisión no es azarosa.
En el Panal, como se conoce a la casa de gobierno provincial, celebran que Llaryora recuperó los niveles de adhesión con los que recibió la posta de Juan Schiaretti. Al jefe del PJ local comenzó a rendirle el mix entre el giro estricto hacia la gestión provincial -que incluyó la suspensión de las giras porteñas iniciales- y la pelea federal, pero en el marco de la concordia institucional con Milei.
Este esquema se respetó en cada momento compartido. Fue así para el acto del 25 de Mayo; para la firma del Pacto de Mayo en julio; en la visita presidencial para "supervisar" las zonas arrasadas por el fuego y en el mitin del Círculo Rojo reunido en la cavallista Fundación Mediterránea. Quedó en evidencia en el Congreso.
El buenismo que rinde en Córdoba
La última encuesta de la consultora política Pulso Social refleja que Llaryora logró casi su mejor marca -similar al comienzo del mandato y previo al enfrentamiento feroz con Milei por la ley ómnibus- con 11 puntos de diferencial positivo. En el trabajo provincial realizado entre el 12 y 16 de noviembre, a través del método online con sistema CAWI sobre 804 casos efectivos, Llaryora logra un 52% de imagen positiva y soporta un 41% de negativa.

Según el mismo informe, Milei vuelve a subir en el bastión que lo votó masivamente hace un año atrás. Logró un rebote de cuatro puntos en su imagen positiva que lo deja en un 56% contra un 39% de rechazo.

Ni la pelea por el financiamiento universitario, la plata de los jubilados o las exigencias de un modelo de superávit fiscal con enfoque humanista y desarrollista alteraron la percepción de la sociedad cordobesa sobre Milei. Llaryora admitió en una de sus últimas entrevistas a medios porteños que el Presidente va a ganar en la elección de medio término de 2025.

La confesión es coherente con lo que muestra públicamente. El lobo con piel de cordero no irá en contra de su electorado. De la ferocidad escénica con la que planteaba lo que es justo en el Congreso pasó a la administración de gestos en el recinto. Los fue mechando con la crítica abierta a puntos de la política económica nacional con referencias a cómo se logró lo mismo, sin sangre, en su provincia.

Por ejemplo, en el coloquio de la Unión Industrial Argentina repasó el Modelo Córdoba, apoyó la educación técnica, aseguró que mejorará cualquier oferta a las industrias que quieran radicarse en el distrito que maneja. “Argentina tiene que tener una apertura, pero debe ser inteligente, no boba”, disparó ante el industrialismo que históricamente ha tenido una mirada proteccionista.

Martín Llaryora peleó por fondos y por su capital político
Para llegar a estar postura pasó mucha agua debajo del puente. Llaryora entendió que el escenario distópico que planteaba la llegada de Milei lo obligaría a concentrarse en la gestión provincial.

La insuficiencia de recursos lo obligaría a desempolvar ese know how del político profesional por dos razones: Llaryora es el gobernador de una transición política histórica, después de 25 años de gobiernos alternados entre José Manuel de la Sota y Schiaretti; y el electorado cordobés juega con su preferencia según el turno electoral que tenga al frente. Llegó la hora de la política creativa.

Ese pendular entre el cordobesismo y el antikirchnerismo -que expresó Mauricio Macri y hoy encarna Milei, con vetas que deberán analizarse en la raíz del descontento con la general “casta”- obliga a Llaryora a blindar la continuidad local del proyecto.

Por eso escondió su ambición presidencial, que blanqueó tempranamente al son del reproche a “los pituquitos de Recoleta”, y se dispuso a construir un relato que muestre que Córdoba ya hizo lo que se propone Milei. Claro que con una base que atienda al desarrollo.

Alguna vez Llaryora dijo que la motosierra iba a llevar al país a la paz del cementerio. La recesión es un problema que buena parte de la política tradicional viene alertando. Quizás cuando la gente salga de la etapa de enamoramiento, prolongada por encima de lo que indican los manuales de política, haya oportunidad para discursos intermedios. O bien, que se valore una propuesta intermedia para la ronda provincial.

Es una obviedad marcarlo, pero nadie ignora en este punto del mapa que los referentes de la oposición al cordobesismo, Rodrigo de Loredo y Luis Juez, hacen méritos para tener el favor electoral de Milei. Primero, en 2025; después, en 2027.

La pelea subterránea con Javier Milei
La especulación política va por un carril, pero la gestión formal por otro. Llaryora dejó la fase aguerrida para elegir las batallas. La plata de los jubilados cordobeses encabeza la lista de prioridades.

El cordobesismo ayudó al oficialismo con la sesión en la que Unión por la Patria y otros bloques querían cancelar el DNU del canje de deuda de Toto Caputo. El mismo comportamiento mantuvo con el proyecto que pone la lupa en la vida interna de los sindicatos. Milei correspondió, siendo Córdoba la provincia que recibió más fondos para obras en 2024.

Los alfiles del gobernador acertaron cuando decían firmemente que a Milei no le importaba tener un Presupuesto aprobado por el Congreso, por eso los fondos para la Caja de Jubilaciones de Córdoba serán la obsesión de la pelea subterránea con Milei.

El déficit proyectado en ese rubro para 2025 es de $450 mil millones. El gobierno de Córdoba cubrirá $350 mil millones de la siguiente manera: $130 mil millones con los aportes obligatorios que hace el personal estatal; $55 mil millones con el impuesto a la actividad financiera; $63 mil millones con lo que derrama del IVA y $184 mil millones saldrán de rentas generales.

Llaryora necesitaba recuperar su base de respaldo social para enfrentar un segundo ejercicio sin recursos y, para colmo, en un año electoral. El lobo eligió la piel de cordero con objetivos claros. Sabe que como se puso ese traje, también puede sacárselo cuando su olfato (o las encuestas) se lo indiquen.

Con información de Letra P, sobre una nota de Yanina PASSERO

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