abian Kis-Juhasz no ha dejado de llamar la atención desde su nacimiento artístico, allá por 2019. Nacido en Hungría y establecido en Londres, como la turco-británica Dilara Findikoglu, Kis-Juhasz pertenece a una generación de creadores que se encontraron, al desembarcar en la profesión, no sólo con muchísima competencia a la hora de obtener visibilidad, sino con el hecho de que todo estaba inventado, incluida la trash fashion, heredera del punk de los 80. No les quedó más vía que la hipérbole y el sincretismo.
Para su fortuna, también se encontraron, ambos creadores, con un momento de especial interés por el cuerpo y su diversidad, por la redefinición (y la indefinición) de los géneros, y por la necesidad de hallar señas de identidad para una generación Zeta hambrienta de su propio panteón de dioses y referentes. Y ambos miraron hacia el pasado y encontraron en él los elementos necesarios para algo que parecía imposible ya: transgredir.
Si Findikoglu, discurso feminista mediante, ha levantado su iconografía sobre apretadísimos corsés de inspiración victoriana, que ha combinado con transparencias, cuero, miriñaques, vestidos y trajes (todo con un aire muy morboso sobre la pasarela, como de haberse bebido un litro de vinagre antes de desfilar), Fabian Kis-Juhasz decidió basar la identidad de su marca sobre el principio de que no necesitas ser femenina para ser una mujer y tampoco necesitas ser una mujer para ser femenina. El mismo, de género fluido, posa habitualmente con muchas de sus prendas.
A primera vista, lo visto de Kis-Juhasz hasta ahora puede realmente recordar a Findikoglu. El uso de corsetería vintage, mezclada con los elementos más dispares, que a veces parecen sacados del arcón de una abuela hippy. La señalización de los atributos sexuales (como los pezones que añadió a algunas prendas en colecciones pasadas, o las tetas caídas de los corsés de charol, pura decadencia). Lazos, crinolinas, corsés, todo un poco torcido, desencajado. Como Findikoglu también, hay ideología bajo las creaciones del diseñador búlgaro: cuestionar nuestras propias ideas patriarcales sobre la feminidad.
Por todo lo anterior no resulta extraño que Kis-Juhasz se haya descolgado de repente con un bolso-cinturón de castidad. Porque, ¿por qué no? El Chastiti Bag se ajusta a la entrepierna y exhibe una pieza metálica en el frontal con una cerradura enmarcada en un lazo repipi.
El bolso -en realidad una riñonera-, en negro galvanizado, lo desfiló hace dos meses en el Festival Hyéres Fashion en el contexto de su fashion showNavel Gazing y ya causó cierto revuelo. Realizado en colaboración con la firma Maison des Rues, su forma triangular, que cae sobre el pubis, ya resultaba novedosa y provocadora. Pero ha sido su versión en tono rosa bebé la que rápidamente lo ha convertido en un objeto de deseo y le ha valido ya reseñas y reportajes.
Respecto al mensaje, el Chastiti Bag encaja perfectamente en la propuesta general del diseñador y su investigación de los artefactos que han materializado la visión de lo femenino desde el patriarcado. Porque, ¿hay algo más patriarcal que un cinturón de castidad? Al menos en nuestra imaginación, no. Convertirlo en un bolso, como buena reapropiación, funciona a nivel de conjuro. Ya se sabe que el apropiacionismo y el humor pueden ser herramientas bien subversivas. Del significado erótico del bolso ya ni hablamos (porque lo hicimos su momento.
Fuente; El Mundo