





Manuel Adorni se presenta como una figura emergente en el escenario político de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), y muchos analistas sostienen que su candidatura podría marcar un antes y un después en las elecciones locales. En este contexto, resulta fundamental observar cómo la política tradicional se ha mostrado prácticamente ajena a la transformación que está ocurriendo en el electorado argentino.
La lenta agonía del radicalismo es un fenómeno palpable. Este partido, que una vez fue protagonista indiscutible del escenario político argentino, se ha convertido en un símbolo de una era pasada, incapaz de conectar con el electorado contemporáneo. La desilusión general con sus prácticas y propuestas ha llevado a que muchos opten por nuevas alternativas, que consideren más frescas y representativas de sus inquietudes.
Por otro lado, el Pro, que en su momento logró establecerse como una fuerza predominante en CABA, ha visto su relevancia diluirse en gran medida. Al convertirse en un partido vecinalista, sus objetivos y propuestas han perdido el alcance nacional que alguna vez tuvieron. La visión que ofrecía ha quedado en entredicho, y muchos ciudadanos perciben que este partido ya no puede ofrecer soluciones efectivas a los problemas actuales que enfrenta la ciudad.
Asimismo, la figura de Santoro ha transitado un camino de altibajos. Aunque comenzó su campaña con un impulso significativo, ha perdido fuerza a medida que el votante se ha vuelto más crítico. La asociación de su figura y su plataforma con el kirchnerismo y el albertismo, ha causado desconfianza en un electorado que busca un cambio radical.
Este grupo cansado del status quo es el mismo que en las últimas elecciones decidió inclinarse hacia Javier Milei, buscando romper con un ciclo de políticas que consideran ineficaces.
La decisión del electorado de respaldar a Milei y su partido, La Libertad Avanza, marca un giro notorio un sentimiento de búsqueda de cambio que se siente en todos los rincones del país. La esperanza de una Argentina nueva, evocada por muchos ciudadanos, se ha ido formando en los últimos dos años y se está materializando en el apoyo que espigados candidatos como Adorni reciben. Este presenta la posibilidad de un futuro con políticas y propuestas audaces, que se alejan de los enfoques tradicionales que tantos han frustrado.
Este ciclo electoral en CABA no se limita a una mera contienda local, sino que se ha visto inmerso en un panorama nacional más amplio, gracias en parte al interés del gobierno nacional por nacionalizar el debate. Muchos analistas perciben que este movimiento ha sido un intento de los sectores más tradicionales de la política por retener el control, pero el efecto ha sido contraproducente. Los votantes se están movilizando hacia el cambio y están dispuestos a reafirmar su confianza en los candidatos que consideran verdaderamente representativos de sus intereses.
Sin lugar a dudas, este domingo podrían emerger nuevos actores en el tablero político argentino, mientras los partidos tradicionales, a los que algunos consideran "dinosaurios", continúan su camino hacia la extinción. La historia reciente de Argentina nos enseña que los ciclos de poder son efímeros, y la elección de Adorni podría ser solo el primer capítulo de un nuevo tiempo político.




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