El "Mundial" del Gobierno: Alberto y Cristina se dañan entre si antes de la final del 2023

POLÍTICA Nicolás Wiñazki
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Si valiera hacer una comparación entre un equipo deportivo como la Selección Nacional con un equipo político como lo es el Gobierno Nacional, sería igualmente una comparación de resultado imposible. Una contradicción en término: comparación incomparable. El líder técnico del seleccionado nacional, Lionel Scaloni, repitió durante todo el Mundial de Qatar que lidera un “equipo” homogéneo, con “espíritu” de “grupo” que “sabe qué hacer”, y en las vísperas de la final de hoy contra Francia incluso lloró cuando destacó que “esta selección juega para la gente. Se juega por el honor y no por el dinero…” 

 Desde el primer día del torneo intentó transmitir la idea de que “Argentina no está obligada a ganar el Mundial”. El Gobierno Nacional es muestra concreta de dinámica contraria. El presidente Alberto Fernández no se habla, otra vez, con su vice Cristina Kirchner. El Gabinete es un rejunte de dirigentes que en gran parte se detestan entre sí, se critican en público, y en privado de modo brutal. Alberto Fernández gestiona en el total desorden y con subordinados que se insubordinan a diario.

Cuando hablan sobre el futuro, tanto él como su vice, y quiénes reconocen sus liderazgos en diferido, solo resaltan de la importancia de triunfar en las elecciones del 2023. Pasaron y por ahora siguen pasando su tiempo hablando de cuestiones que solo reciben indiferencia de la sociedad, según las encuestas más serias.

Un país entero aguardaba para hoy el triunfo nacional en el fútbol contra Francia. Imposible encontrar similitudes, y no solo por las responsabilidades y obligaciones de unos, pasando por alto incluso que la diferencia entre un equipo que practica un deporte de modo profesional con quienes deben administrar los recursos del Estado.

En el “Mundial” del Gobierno, el Presidente y su vice llegan a la “final” del 2023 peleados como nunca antes, profundizando diferencias y lacerándose entre sí de modo autodestructivo.

Después de la condena a seis años de cárcel que recibió la Vice en el juicio oral y público por la causa “Vialidad” se organizó lo que sería un acto en el que, tras ya nadie recuerda cuánto tiempo, ambos se mostrarían juntos. No pasó.

El encuentro del Grupo de Puebla se iba a reunir en Buenos Aires con discurso de Cristina Kirchner y presencia de Alberto Fernández. Figuras políticas del extranjero, igualmente afines a los K, defenderían la “persecución” de la Justicia contra Cristina. Ella contrajo Covid, se aseguró sin parte médico oficial. Aquella persecución gravísima, si es que existiese, se reprogramó para marzo del año que viene. El ataque a las instituciones de parte de los jueces y fiscales puede esperar entonces más de tres meses de repudio.

La realidad es que el Presidente y la Vice no se hablan, no quieren hablarse ni verse, ya ninguno espera nada del otro, solo operaciones en contra para dañar electoralmente a quienes, en rigor, ya dejaron de ser aliados para pasar a ser, como mínimo, adversarios.

“Nadie va”, fue la orden de la Vice, comunicada casi a último momento a los funcionarios nacionales que le responden, mientras éstos aguardaban saber si debían o no estar presentes en el acto que su propio Presidente organizó a modo de “celebración” por los tres años de Gobierno. El ministro del Interior, Eduardo De Pedro, estuvo todo ese día en la Casa Rosada y no participó del festejo, igual que otros de sus “compañeros” de La Cámpora, como la titular del ANSES, Fernanda Raverta, o la interventora del PAMI, Luana Volnovich, incluso hasta el gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, se ausentó igual que el resto de los mandatarios provinciales. El Presidente habló en soledad, o con los ministros que le son fieles o mantienen aun cierto profesionalismo político como para no generarle un vacío insólito al Jefe de Estado.

Fernández conoce a Kirchner, y sabe pegar donde le duele a ella y a su hijo, el diputado Máximo, jefe de la agrupación La Cámpora. Ese día, el martes pasado, Fernández destacó que “en 2022 la economía habrá crecido por tercer año consecutivo, algo que no ocurría desde la presidencia de Néstor Kirchner”.

Si algo enerva a la familia Kirchner es que el Presidente nombre al fallecido ex mandatario.

Esas alusiones al líder que fundó todo para ellos, les duele y encabrona más, según comentaron ministros y dirigentes de La Cámpora a Clarín, que las ansias de Fernández por insistir con una posible reelección o con afirmar que él será un dirigente de consulta para reorganizar el poder para hacer competitivo al oficialismo en las elecciones en las que se disputará el poder central.

Para no perder las formas, el Presidente también dijo en su discurso que él es “el más solidario con los compañeros y con la compañera injustamente perseguida y voy a ponerme al frente de reclamo de libertad de los que están siendo injustamente perseguidos”. Aunque la Vice fue condenada a una pena de prisión, esa sentencia aún no está firme. ¿Por qué el mandatario debería asegurar que estará al frente de los pedidos de “libertad” de los supuestamente hostigados militantes del peronismo con problemas judiciales?

El domingo pasado, en una entrevista con Jorge Fontevecchia publicada en Perfil, el Presidente había aclarado lo obvio: “Este Gobierno, del que soy Presidente, también es el Gobierno de Cristina”, respondió y luego aludió a que no hay actos de corrupción en su gestión, remarcando que ella nunca le puso obstáculos a él para gobernar sin cometer delitos.

La condena en el juicio del caso “Vialidad” marcó otro hito en el enfrentamiento ya sin vueltas entre el Presidente y la Vice, afirmaron fuentes del Gabinete a Clarín.

Ella esperaba una condena, pero la confirmación de la pena de seis años de cárcel que conlleva de por sí la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos le provocó una fuertisimo enojo.

Tras la lectura del tribunal del veredicto del juicio, la Vice habló desde su despacho del Senado y, entre otros conceptos de un monólogo por momentos desvariado y repleto de falsedades y acusaciones contra la Justicia y los medios por su infortunio, Kirchner anunció que no sería candidata en las próximas elecciones.

El dato fue tomado por cierto por los jefes del peronismo con poder territorial.

Comenzaron así las reuniones entre gobernadores y el sindicalismo del PJ para intentar mantener la máxima unidad posible para los comicios del 2023.

La Vice logró así instalar que, tras ser condenada a seis años de cárcel por corrupción, era ella la que daba un paso al costado para competir en las elecciones nacionales, y no los hechos y consecuencias que tendrá para ella hacer campaña con una pena de prisión dictada por un tribunal oral federal que, para colmo, recién el 9 de marzo del año próximo difundirá los fundamentos de esa sentencia.

La Vice está convencida de que el Presidente sintió alivio –como mínimo- por el resultado del proceso penal que culminó del peor modo para ella, aunque le quedan aún apelaciones ante la Cámara de Casación y la Corte Suprema para internar dar vuelta un veredicto. Tarea muy compleja. Las pruebas en su contra, como se dijo, no se conocen aun, o al menos se publicó breve resumen de dos páginas realizado por los magistrados que por mayoría fallaron en su contra.

El Presidente reafirmó en su reportaje con Perfil que quiere pelear una precandidatura por ir por la reelección. Eso dice y repite, a pesar de que ni siquiera pudo organizar un acto con su Gabinete completo tras tres años en la Casa de Gobierno.

Tras ese “festejo”, se difundieron versiones desde la Presidencia que indicaban que el Jefe de Estado se había molestado por los “faltazos” de los ministros que responden a la Vice.

Como suele pasar en la discusión política de la Argentina, cada vez más devaluada, quienes hicieron de voceros brutales de la gran división del poder, fueron dirigentes desconocidos para la opinión pública pero que para el micromundo del oficialismo resultaron ser mensajeros inequívocos del Presidente y de la Vice.

La diputada Paula Penacca, militante de La Cámpora, de total confianza de Máximo Kirchner, usó las redes sociales para decir lo que su jefe no dijo: “Cristina no va a ser candidata por la persecución, el hostigamiento y la proscripción a la que la sometió la mafia judicial y mediática. En la Casa Rosada parece que lo festejan porque aumenta las chances electorales de Alberto. Qué triste que además lo digan en un off".

Para los Kirchner, la responsable de haber instalado en los medios las operaciones que indican lo que Penacca expresó fue la vocera del Presidente, Gabriela Cerruti.

En la Casa Rosada lo niegan.

Pero un funcionario de rango menor, también desconocido para la sociedad, Marcelo Puella, fue quien hizo de vocero gubernamental de modo informal: “Quien no está dispuesto a bancar a nuestro gobierno que se vaya. Es muy fácil hacerse el enojado y no bancar esta patriada quedándose sentaditos en sus despachos como funcionarios del mismo gobierno al que viven ninguneando”, tuiteó.

No fue desmentido. Su jefe directo es Aníbal Fernández.

Puella ocupa un cargo con nombre tan largo que termina indicando, por el contrario, a lo que ostenta, que se trata de un puesto mínimo: es Director de Proyectos Legislativos de la subsecretaría de Programación Federal y Articulación Legislativa, dependiente de la secretaría de Articulación Federal del Ministerio de Seguridad.

Extraña gestión en la que el Director de Proyectos Legislativos de la subsecretaría de Programación Federal y Articulación Legislativa, dependiente de la secretaría de Articulación Federal del Ministerio de Seguridad pide las renuncias de ministros nacionales.

Así palpita el Gobierno Nacional la “final” de su “Mundial”.

Presidente y vice se dañan entre sí mientras afirman lo contrario.

Entre los ausentes al acto del Presidente, por ejemplo, se destacó el ministro del Interior, Eduardo De Pedro, militante de La Cámpora y posible precandidato a un cargo nacional relevante para un sector del oficialismo e incluso del sindicalismo.

Aun así, De Pedro coincidió en un acto con el Presidente en Formosa a fin de esta semana.

De Pedro no voló a la provincia en el mismo avión que el Presidente.

Viajó en otra nave que salió desde Rosario, donde compartió acto con los radicales Facundo Manes, Martin Lousteau y con el intendente de la ciudad, Pablo Javkin. “El campo es el futuro”, dijo.

El Presidente y su ministro intercambiaron palabras en ese acontecimiento públicos. Palabras vacías.

En el entorno de “Wado” ironizan, al mismo tiempo que sinceran la situación política del Gobierno: “Es una locura que nos podamos juntar con la oposición y no con Alberto", refieren respecto a la negativa del Presidente de gobernar mediante una "mesa" conjunta de los supuestos jefes de lo que fue el oficialismo.

El Jefe de Estado y su Vice producen así un efecto también incomparable con el equipo de Messi.

La Selección fascinó a la sociedad por su destreza y mérito en la cancha.

La máxima dirigencia nacional parece estar comentando el partido cuando, en realidad, debería estar, por obligación, jugándolo.

Fuente: Clarin

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