Las mujeres y la programación: otro sector donde la brecha de género queda en evidencia

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Desde preguntas como "¿Te lo enseñó un hombre?" hasta ofrecer salarios más bajos por ser mujer. Esta y más situaciones denuncian las programadoras, por el simple hecho de haberse adentrado en una profesión "de varones". Sin embargo, se trata de una realidad que lentamente va cambiando y promete un futuro más inclusivo. ¿Llegará?

Las desigualdades se ven en distintos rubros, y ya desde el ingreso a las aulas. A pesar de que las mujeres terminan en mayor proporción la secundaria y la universidad, un reciente informe de Argentinos por la Educación reveló que el salario de ellas es entre un 22% y un 27% menos que el de los hombres. En 13 de 15 disciplinas universitarias y profesorados, las egresadas tienen sueldos más bajos que los egresados.

La brecha de género existe y desde tiempos remotos, pero en este rubro resuena aún más. La memoria y los libros no suelen nombrar a Ada Lovelace, por ejemplo, quien fue pionera en programación e informática; es considera la inventora del software y, por lo tanto, la primera programadora de la historia. Si se piensa en personalidades influyentes dentro de esta carrera, instantáneamente aparecen en mente: Bill Gates, James Gosling o Richard Brodie.

¿Qué dicen las estadísticas?
Existe una base de datos (posiblemente la única del país) que concentra información acerca de esta profesión en particular y su participación femenina. "Mujeres programadoras" es el proyecto de Chicas en Tecnología (CET) y Medallia, donde comparten los resultados y conclusiones del primer relevamiento cuantitativo de mujeres en programación de la Argentina, que comenzó en septiembre de 2017. Y que, sin embargo, no tiene demasiadas actualizaciones. 

Entre 2010 y 2015, en el caso de las universidades que informaron datos desagregados por género en sus carreras, se registraron 102.800 nuevas inscripciones en carreras relacionadas con Programación. De este total, tan sólo el 16,02% corresponden a ingresos de mujeres; el 83,98% a varones. Hasta el 2014, se inscribió 1 alumna cada 5 varones. Llegado el 2015, las cifras empeoraron: ingresó sólo 1 mujer cada 6 hombres.

En primera persona: dedicarse a la programación siendo mujer
Camila Dvorkin, ingeniera en sistemas, comentó a MDZ que en su trabajo actual no encuentra desigualdades y está más que satisfecha, pero a lo largo de su carrera no ha tenido tantas colegas. Pasó por otras dos empresas, una consultora de datos y una compañía estadounidense con presencia en Argentina. Ambas tenían un detalle en común: no habían muchas programadoras; solían ser 2 entre 20 hombres, aproximadamente. Y no es algo que se limita a estos lugares, sino que se repite en la mayoría.

"Me incliné a la programación por pura curiosidad. Toda mi vida tuve ganas de irme por el lado de la comunicación, pero cuando llegué a 5to año me di cuenta que tenía una gran curiosidad de lo que sucedía por detrás de las aplicaciones que yo usaba, y me iba muy bien en todas las materias numéricas, desde matemática hasta química y física", recordó.

En este sentido, añadió: "Un día me dijeron 'googleate lo que es ingeniería', leí de qué trataba ingeniería informática y me metí a la carrera. Fue un salto al vacío que salió bien, por suerte". No obstante, también se le abrió la puerta al miedo y las dudas, pues sabía que se estaba adentrando en "una profesión de varones, llena de ellos", entonces comenzó a preguntarse si eso sería un problema y podría entrar en desventaja eventualmente.

Hay más compañeros hombres que mujeres, es así, y no sólo lo evidenció en los empleos que ha tenido, sino en toda la época de estudio. Pero, a pesar de haber un cupo masculino muy notorio en las aulas, mientras cursaba se armó un grupo de amigos donde la mitad eran varones y la otra chicas. Esta paridad llamaba la atención.  

La brecha salarial en el mundo de la programación
El mundo del gaming, la investigación, el desarrollo y la implementación están muy asociado con los varones. El código, aparentemente, les pertenece a ellos por determinación del imaginario colectivo. "Es una carrera de varones, pero no para varones. Aún así, están los obstáculos que te ponen los mismos profesores y empresas", señaló Dvorkin.

Con esto, la ingeniera se refirió a que "los docentes dicen que es una profesión para hombres", y sumó: "No te creen suficiente. Y en las entrevistas de trabajo ocurre que te bochan por ser mujer, o te ofrecen muchísima menos plata por esto, incluso teniendo el mismo seniority que otro colega". 

Matilda Chapot realizó un curso relativamente corto en programación, que duró 8 meses. Junto a otras amigas más que lo completaron, recibió la promesa de terminarlo e insertarse casi de forma inmediata en el mundo laboral. "No es así. Yo en mi caso estuve casi 1 año buscando trabajo. Llenas un montón de aplicaciones, haces un montón de pruebas, te matas haciendo tu portafolio de código y sigue sin ser fructífero", explicó a este medio.

La joven dijo que nada de eso desembocó en una oportunidad laboral y, por el contrario, se trató de una frustrante odisea. Lo único que recibió fueron ofertas para desempeñarse ad honorem y recién así conseguir experiencia. Todas pasaron por igual situación. "Es muy difícil poder entrar a la industria sin un contacto. Jamás pude dedicarme a la programación, ya que la vida me terminó llevando por otro lado", concluyó. 

"¿Te lo enseñó un hombre?"
Ya desde el momento en que Camila Dvorkin anunció lo que estudiaría, fue una sorpresa. Pero puntualmente recuerda una anécdota, que deja al descubierto la fuerza que tienen estos estereotipos machistas. "Me pasó de rendir un examen y me fue muy bien; en ese momento tenía un novio que también estaba en la carrera, y me empezaron a preguntar si él me había enseñado todo eso. A ningún varón le habrán preguntado nunca si yo le enseñé algo, a pesar de que fui por 4 años docente de programación I, II y III", contó la profesional.

Reconoce que hay una realidad que está cambiando en este mundo, pero se trata de un proceso demasiado lento. Nunca dio una clase en donde haya visto una gran presencia de mujeres, y como alumna tampoco. Pero, aquello que le regala un atisbo de esperanza, es que cuando estudiaba había un porcentaje femenino que apenas alcanzaba el 10%, mientras que años más tarde, ya en la docencia, había aumentado a un 20%.

Son números bajos que, sin embargo, revelan cifras positivas en relación a tiempos anteriores. Quizás, en un futuro no tan lejano, Ada Lovelace comience a resonar con mayor fuerza dentro de la sociedad, y con ella cientos de otros nombres femeninos más. 

Con informacion de MDZOL.COM

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