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En el currículum político de Martín Llaryora, aparecen dos antecedentes de los que el gobernador se enorgullece: haber logrado atravesar las múltiples complejidades que le impusieron sus anteriores gestiones ejecutivas: en San Francisco y en la Capital. Ambos casos fueron problemáticos y estuvieron atravesados por crisis achacadas a las herencias recibidas, las dos radicales.

Llaryora suele decir –no sin lamentarse, porque “siempre es mejor gestionar sin crisis”– que es casi un experto en timonear barcos en medio de fuertes tormentas.

Aquellas dos experiencias, sin embargo, parecen menos problemáticas respecto de este presente político en el que la gestión se complejizó en extremo. Ni en sus peores previsiones el gobernador imaginó lidiar con frentes múltiples como los actuales, en el arranque de su labor al frente de la Provincia. Hay dos planos bien nítidos e iguales de intrincados que se articulan, para pesar de Llaryora: el frente interno y el nacional.

La advertencia lanzada por el presidente Javier Milei de que “lo peor está por venir” en los meses de marzo y de abril no sólo representa el anticipo de otro duro mazazo sobre las ya maltrechas finanzas familiares: el plan de “shock o nada” del libertario impone a las provincias replicar parte o todo de ese ajuste, ante el drástico recorte de los envíos nacionales.

La fortaleza de las finanzas del Estado cordobés, de la que Juan Schiaretti se jactaba durante su campaña presidencial, entró rápidamente en terreno movedizo. El duro enfrentamiento entre Milei y Llaryora es por plata. Y el más fuerte en esta puja, pese a la debilidad parlamentaria del oficialismo, es quien gobierna la Nación.

La menor cantidad de recursos disponibles representa el nivel exacto de oxígeno en el tubo de subsistencia de las cuentas públicas. En sólo dos meses, Córdoba, como el resto de las provincias, sufrió el impacto de la caída del Fondo de Incentivo Docente (Fonid), el corte total de los aportes del Tesoro nacional (ATN), el fin de los subsidios al transporte público y la falta de actualización de recursos para el sistema previsional.

Ese combo de desfinanciamiento, al que se suma el desbarranque de los ingresos vía coparticipación, da cuerpo al cuestionamiento más repetido de Llaryora contra Milei: “Sacándoles la plata a las provincias, así a cualquiera le cierran los números”.

 
BATALLA CULTURAL Y FRENTE INTERNO
Milei agregó otro componente a la discusión con el Centro Cívico. Durante los gobiernos K, el “cordobesismo” dominó el terreno discursivo, pero ahora ese plano de debate está volviendo como un búmeran contra Llaryora.

El gobierno nacional ya no es aquel enemigo habitado y conducido por Cristina Kirchner. En la Nación administra Milei, el votado a rabiar por los cordobeses en todas las instancias presidenciales de 2023.

 
Allí radica el germen del intríngulis en el que está metido el gobernador cordobés. Quedar del lado de los “malos” o de los “traidores”, como los cataloga el Presidente, no es lo mismo para Llaryora que para un gobernador de una provincia en la que Milei se impuso, pero por un margen más acotado que en Córdoba.

En el Panal creen que el tiempo, pero sobre todo el efecto devastador de la crisis, acomodará los melones en el carro de lo concreto y de lo simbólico. Y que lo que hoy es apoyo mutará a rechazo cuando la amenaza del desempleo –posible próxima fase de la recesión– golpee las puertas de los votantes de Milei.

Al margen de ese pronóstico, que el gobernador comparte con pares de otras provincias sin distinción de colores políticos, el respaldo cordobés que aún conservan los planes de Milei ha generado otro efecto también inesperado para el oficialismo provincial: la versión local de la entelequia nacional que representa el sello Juntos por el Cambio parece solidificarse por una rara combinación de factores que tienen como explicación a Milei y al electorado que comparten.

Casi no hay voces radicales ni juecistas que cuestionen el plan económico de Milei. Apenas se escuchan tibias réplicas ante los latigazos del Presidente, que trata a los políticos de “ratas” y de “mierdas que la gente desprecia”, pero abunda el silencio sobre el fondo de las intenciones finales del líder libertario.

Si Milei es el adversario de Llaryora, Milei es nuestro aliado, razonan, lineales y pragmáticos, en la oposición. Rodrigo de Loredo dio una muestra explícita de ese línea de pensamiento con un mensaje por redes sociales en el que justificó los recortes nacionales y pidió a Llaryora más eficiencia en el gasto y un mayor ajuste.

Ese entramado opositor local estuvo ayer a punto de forzar al oficialismo a sesionar en la Unicameral en contra de su voluntad. Otra señal evidente del panorama desafiante que enfrenta Llaryora a 73 días de asumir.

Con información de La Voz, sobre una nota de Mariano Bergero

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