La CGT se pone en pie de guerra contra el Gobierno, pero sin apoyo popular

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El Gobierno empieza a cruzar el rubicón o al menos intentarlo, al compás de la caída del salario y un mundo obrero desunido y violento, que busca apoyo popular sin éxito pero con la certeza de insistir para lograr el rechazo masivo a Javier Milei y su plan liberal de gestión. El paro anterior no fue lo que esperaban, batieron el récord de ansiedad a 44 noches de asumido un gobierno democrático, pero las calles no rebalsaron de espontaneidad y el aparato de los gordos salvó la ropa para evitar un papelón mayor.

Omar Maturano se hizo cargo del kick-off de protestas que sumará a médicos y a docentes sindicalizados, transporte y otras áreas dependiendo el lugar del país, pero con la firme determinación de arruinar el debut escolar en un país donde cinco de 24 distritos tendrán 190 días de clases. La CGT no logra ordenar el triunviro que hace perdió las elecciones después de apostar fuerte por Sergio Massa en noviembre.

Los trenes son un presagio de los meses venideros. El líder Maturano, con 35 años de ejercicio del poder en sus espaldas, aprovechó su osadía para presionar a la central obrera de la calle Azopardo, donde las noticias desde noviembre son todas malas. Le exige el maquinista a la CGT un paro nacional masivo "en rechazo de las medidas económicas oficiales, lo que es ya reclamado por la sociedad y, en especial, por la clase media". Y condenó: "la ausencia de una propuesta seria por parte del Gobierno ante el actual proceso inflacionario que afecta al país y que está llevando al país hacia un caos total".

Hoy aprovecharon la ocasión para comenzar otro paro los integrantes de Sanidad: la Federación de Asociaciones de Trabajadores de la Sanidad Argentina (Fatsa) empieza hoy un paro de 24 horas "en defensa de la recomposición paritaria de los salarios" y ante "la ausencia de avances en las negociaciones convencionales con las cámaras". Si bien las cifras salariales son muy distintas en cada municipio, el problema lo tendrá Nación, pero también Axel Kicillof y Jorge Macri. El jefe de Gobierno porteño deberá evitar la "marea blanca" que no supo manejar Horacio Rodríguez Larreta, que empezó siendo un reclamo salarial para desembocar en la mayor protesta del sector en décadas.

El leading case de la falta de representatividad lo pusieron los movimientos sociales allá por diciembre y con un intento de manifestación preanunciado antes de la asunción presidencial que quedará en los anales de los papelones históricos de las protestas: prometieron medio millón de trabajadores en la calle y las propias cuentas dieron diez mil, mientras la Policía de la Ciudad contó 4.500 personas sin cortar avenidas y en fila. La izquierda no logra representación en urnas ni calles.

Pablo Moyano fue sin vueltas: "esto va a terminar mal". Es tal vez la proyección de lo que puede pasar en el mundo gremial si Javier Milei logra descentralizar las obras sociales, terminar con la extracción compulsiva de aportes y avanzar en materia de democracia interna para la elección de autoridades gremiales. No hay prácticamente diálogo entre el triunvirato reinante del mundo obrero y el Gobierno, que tiene como premisa básica no recular en ese sentido. 

El "salvaje" Moyano, tal como lo apodan en su entorno, sabe que el Gobierno no tiene en agenda ninguna negociación, pero que la aprobación a la figura de Javier Milei es alta y la imagen negativa del sindicalismo y su apellido en particular es indeleble, inalterable y alta hace años. Hay vasos comunicantes, pero son pocos y sufren obturaciones por parte de los hermanos Milei. Guillermo Francos tuvo conversaciones privadas con los líderes gremiales, pero el límite del consenso se llama Milei y ambos lo entienden.

CON INFORMACION DE MDZOL.COM

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