Por Carlos ZIMERMAN
El Gobernador Maximiliano Pullaro y su antecesor, el peronista Omar Perotti sellaron un acuerdo que le permitió a Pullaro impulsar la reforma de la Constitución de Santa Fe, un digesto vetusto y antiguo que necesariamente tiene que ser reformado. Esa reforma también, al menos por ahora y por lo que se sabe, le va a permitir a Pullaro acceder a un nuevo período de gobierno reforma de la imposibilidad existe actualmente mediante. No voy a abundar mucho en detalles, todos saben el cariño personal que tengo por el Gobernador Pullaro, la estima personal que tengo por él y el convencimiento que es una persona honesta y muy capaz, un político brillante que aún no encontró su techo y que seguramente le queda por delante jugar en las grandes ligas de la política Argentina. También los que me leen saben lo que pienso de Omar Perotti, el por qué fui tan critico no solo en su gestión como Gobernador de la provincia, también lo fui cuando le tocó ser intendente de Rafaela, la ciudad en donde resido desde hace 26 años. Solo basta buscar en Google y repasar lo que escribí cuando firmó el memorándum con Irán apoyando a un kirchnerismo corrupto que necesitaba de los votos para terminar con una causa que le quemaba las manos. Así puedo seguir detallando y contando, pero no los quiero aburrir, por ello y a modo de síntesis de mi pensamiento sobre este "raro" acuerdo entre Pullaro y Perotti, les dejo esta conocida fabula, para que la lean en forma detenida, pongan ustedes en lugar quien representa cada uno de los personajes y los que están en el día a día cerca del Gobernador, no sean obsecuentes y al menos le digan que siempre, pero siempre es siempre, tenga la defensa bien alta, por que en cualquier momento viene un gancho al hígado que lo puede dejar knockout.
NOTA: Tengo el pleno convencimiento que en este caso, el final de la fábula sería diferente y el escorpión seguramente va encontrar un salvavidas, es de pocos escrúpulos el escorpión.
Había una vez una rana sentada en la orilla de un río, cuando se le acercó un escorpión que le dijo:
—Amiga rana, ¿puedes ayudarme a cruzar el río? Puedes llevarme a tu espalda…
—¿Que te lleve a mi espalda? —contestó la rana—. ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco! Si te llevo a mi espalda, sacarás tu aguijón, me picarás y me matarás. Lo siento, pero no puede ser.
—No seas tonta —le respondió entonces el escorpión—. ¿No ves que si te pincho con mi aguijón te hundirás en el agua y que yo, como no sé nadar, también me ahogaré?
Y la rana, después de pensárselo mucho se dijo a sí misma:
—Si este escorpión me pica a la mitad del río, nos ahogamos los dos. No creo que sea tan tonto como para hacerlo.
Y entonces, la rana se dirigió al escorpión y le dijo:
—Mira, escorpión. Lo he estado pensando y te voy a ayudar a cruzar el río.
El escorpión se colocó sobre la resbaladiza espalda de la rana y empezaron juntos a cruzar el río.
Cuando habían llegado a la mitad del trayecto, en una zona del río donde había remolinos, el escorpión picó con su aguijón a la rana. De repente la rana sintió un fuerte picotazo y cómo el veneno mortal se extendía por su cuerpo. Y mientras se ahogaba, y veía cómo también con ella se ahogaba el escorpión, pudo sacar las últimas fuerzas que le quedaban para decirle:
—No entiendo nada… ¿Por qué lo has hecho? Tú también vas a morir.
Y entonces, el escorpión la miró y le respondió:
—Lo siento ranita. No he podido evitarlo. No puedo dejar de ser quien soy, ni actuar en contra de mi naturaleza, de mi costumbre y de otra forma distinta a como he aprendido a comportarme.
Y poco después de decir esto, desaparecieron los dos, el escorpión y la rana, debajo de las aguas del río.