Antonio Gramsci, intelectual italiano, teórico del marxismo y fundador del Partido Comunista en Italia, invadió las noticias en Argentina cuando el entonces recién asumido Javier Milei comenzó su invocación a la "batalla cultural". Este término gramsciano refiere, con cierta holgura, a la lucha de las clases dominantes por la imposición de sus ideas hasta que se vuelven "naturales" a través de su institucionalización desde los aparatos educativos y culturales.
Mediante esta alusión, Milei inició su mandato con un aviso que trasciende lo estrictamente económico: su objetivo es introducir las "ideas de la libertad" en el ideario colectivo. Estas ideas reemplazarían a las de los "zurdos de mierda" (aunque a veces también a las ideas de la izquierda, a las del socialismo, a las del kirchnerismo, a las de la socialdemocracia y a las del comunismo, en un revuelto conceptual digno de resaltar no tanto por purismo académico sino por el intento de construcción de un único y poderoso enemigo común contra el cual luchar en una batalla épica en la que contarán con la asistencia de "las fuerzas del cielo").
A lo largo de este primer año de mandato se dieron numerosas circunstancias que fueron consecuencia directa de las decisiones del Gobierno y que perjudicaron a sectores importantes de la población: el recorte a la educación pública (principalmente en el sector universitario), la pérdida del poder adquisitivo de las jubilaciones, la caída en el consumo, el cierre o el achicamiento de numerosas pymes ( con los consecuentes despidos), el crecimiento de la informalidad laboral y, en términos generales, la transferencia de poder político y económico en favor del agro, el extractivismo y la industria hidrocarburífera.
Gobierno y consenso social
Ante esta situación, y a pesar de las advertencias de algunos dirigentes y de algunos medios de comunicación que preanunciaban un inminente estallido social, no sucedió ningún evento de tal magnitud. ¿Significa esto que hay consenso social para todas las medidas que se están tomando? ¿Hay una verdadera aceptación? Cabe aclarar y resaltar que sí se dieron distintas manifestaciones populares, probablemente la de mayor magnitud haya sido la marcha universitaria del 23 de abril de 2024, y se siguen dando. Sin embargo, parecería ser que la idea que tiene el Gobierno de haber recuperado la calle, con sus desafiantes y muchas veces provocadores protocolos, es la que prevalece.
En primer lugar, parecería que el primer asalto ganado por La Libertad Avanza tiene que ver con la aceptación de buena parte de la opinión pública (y del capital, por supuesto) de la reducción del Estado que la administración nacional busca llevar a cabo. La visión del Estado como un instrumento burocrático con gran avidez por la recaudación impositiva, como el refugio de "ñoquis" o como una molestia que pone obstáculos al libre funcionamiento del mercado parece haber hecho mella, ganando terreno sobre la noción del Estado como contrato social, cuya función es la protección de las y los ciudadanos.
Otro de los logros libertarios en esta batalla cultural fue captar a buena parte del electorado de derecha y centroderecha (identificados con el radicalismo o con el macrismo). Las diferencias se volvieron más difusas una vez que las ideas más disruptivas parecen haber sido abandonadas y las formas presidenciales parecen haberse moderado, al menos parcialmente. Con la inflación en descenso y mientras no se avizoren sobresaltos con el dólar, los DNU (tan criticados durante otras gestiones), los vetos y las visitas a genocidas parecen pesar un poco menos y el electorado que antes apoyó otros proyectos sin buenos resultados se encolumna detrás de esta opción y, principalmente, en contra de un enemigo común (comunista, kirchnerista, zurdo y socialista).
Por otra parte, es importante analizar el lugar que ocupa la verdad en esta batalla cultural. En la actualidad, se observa la rápida instalación de "verdades" sin evidencias ni datos, que rozan las fake news. Son pocos los que se toman el trabajo de demostrar si lo que se anuncia (generalmente a través de las redes sociales, pero también en discursos oficiales) es real y son aún menos los que se inmutan o demuestran malestar cuando las falsedades salen a la luz.
Parecería que lo que prima es una combinación de resignación, desinterés y preocupación por temas de índole material y más acuciantes, sumado a una sensación ya conocida de estafa política. Allí ganan con esta idea de outsider y se genera una sensación de pertenencia desde la no pertenencia: toman el flojo desempeño de los últimos gobiernos, lo señalan y, a la vez, se desmarcan ya que ellos no pertenecen a esa especie, ellos no son la casta.
Esta situación de fuerte descontento de la sociedad con la política no es solamente un fenómeno local, sino que se replica en otras latitudes. La integración de la memoria en el pensamiento político no es ya un hecho dado, sino que la década de 1970 en Argentina y los hechos ocurridos durante la Segunda Guerra Mundial en Europa van quedando "demasiado atrás", lo que implica una dificultad para las estructuras militantes para integrar a las bases detrás de ideas y una historia común.
Por el contrario, predominan las sensaciones de estafa e insatisfacción, que otorgan gran volatilidad a la opinión pública: no pareciera haber margen para la tolerancia, sino que se exigen resultados rápidos a los procesos económicos. Argentina, a diferencia quizás de otros países de la región, tiene una tradición de resistencia que podría reactivarse si la sensación de insatisfacción crece y los resultados no llegan, siempre que se logre recaptar el interés de la sociedad. La batalla cultural no es una de corto aliento y, acorde a los tiempos, no es ajena a las derivas económicas.
CON INFORMACION DE BAENEGOCIOS.