Una luna de miel que se termina antes de lo previsto

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A casi un mes del inicio de la gestión, la falta de coordinación, de gestión y de un plan claro se ha convertido en el sello distintivo del equipo de Gobierno de Javier Milei que parece flaco y desorientado. Aún existen importantes áreas sin firmas, lo que pone en pausa numerosos proyectos cruciales donde el Estado tiene un papel vital en inversión y contención. Un ejemplo de esta falta de coordinación es el reciente ingreso de Omar De Marchi como secretario de Relaciones Parlamentarias, quien se une a una mesa donde los comensales no están acostumbrados a trabajar en conjunto.

La ausencia de un plan político coherente y la debilidad emergente en el plan financiero son preocupantes. En la semana que pasó, la brecha cambiaria dio un aviso al trepar al 36%, indicando problemas en el acceso a dólares para importaciones, ya que el Banco Central solo realiza compras. Mientras tanto, los precios siguen aumentando, desvinculándose de los salarios que no logran recuperarse. Todo esto ocurre en un escenario de marcado enfriamiento económico que afecta tanto al consumo como a las decisiones de inversión, anticipando una de las peores temporadas de verano en las últimas dos décadas para la Costa argentina.


El Gobierno nacional emerge como un Frankenstein de ideas, sin un plan global claro. Es como una melodía desafinada, llena de acordes que se superponen sin armonía. El ejemplo más evidente de esta falta de coherencia es la ley ómnibus y el DNU, donde transformaciones necesarias se mezclan con otras sin sentido, generando una percepción negativa. La marcha atrás en la Ley de Pesca ilustra la falta de comprensión sobre la realidad y las actividades argentinas. Cualquier transformación profunda requiere un conocimiento profundo y la inclusión de los actores pertinentes, algo que parece pasar desapercibido en este gobierno. No basta con tomar modelos como el de Australia o de otros países sin tener en cuenta la realidad tan extensa de la Argentina.

Los gobernadores, simples espectadores de una obra que no arranca
Los gobernadores carecen de interlocutores para gestionar. La parálisis afecta a todos los niveles del Estado, mientras que el ministro Luis Caputo parece ver solo su parte de la partitura y el ministro Guillermo Francos pierde peso rápidamente en medio de rumores y tensiones internas. La música de este Gobierno suena cada día peor, y la insatisfacción crece entre la población.

 
La presencia de amateurs en posiciones clave agrava la situación. Ejemplos como Iñaki Gutiérrez utilizando las redes sociales oficiales de la Casa Rosada para publicar fotos personales revelan la falta de profesionalismo en el Gobierno. El vocero presidencial, Manuel Adorni, antes un simpático relator, hoy se ha vuelto un ríspido comunicador de las magras y escasas acciones del Gobierno. Mientras Nicolás Posse, jefe de Gabinete, permanece ausente en un cargo clave para la gestión y la política.

Así las cosas, el ajuste no parece llegar a la casta gobernante, sino a la población. Las tasas de interés sin tope en tarjetas (la semana pasada Lula aplicó límites en Brasil a la reforma de Milei), el aumento en servicios públicos y transporte, y la duplicación de las tarifas de las prepagas en febrero impactarán directamente en los bolsillos de la gente. La deuda de las familias argentinas alcanza niveles tan altos que, según un gobernador, cuando paga bonos la gente no los ve producto de que el sistema le toma la plata de manera inmediata. Mientras que, en paralelo, tal como anticipó MDZ, empresarios llegan a las embajadas, generando rumores sobre negocios oscuros.

La semana que comienza anticipa una mayor judicialización y parálisis en el Congreso. El sistema se prepara para el regreso de actores económicos, políticos y empresarios, quienes, al dejar atrás el verano, comenzarán a evaluar de cerca las decisiones del Gobierno. La velocidad de la crisis dependerá de si Javier Milei logra cambiar su rumbo y percepción o si la falta de gestión se convierte en una amenaza aún mayor para el sistema. 

El desafío de restaurar el diálogo en el Congreso en medio de tensiones
En medio de acusaciones de corrupción dirigidas a diputados y la percepción de menosprecio hacia los gobernadores, el diputado Martín Menem se enfrenta al desafío de encauzar un diálogo efectivo en el Congreso. Mientras tanto, la Confederación General del Trabajo (CGT) sumó la adhesión del transporte al paro general anunciado para el 24 de enero.

Las tensiones en el ámbito político son evidentes. Este escenario complicado añade un grado adicional de dificultad para Menen, quien deberá trabajar arduamente para restablecer la confianza y la cooperación entre los diferentes sectores representados en el Congreso.

El panorama político y social parece cada vez más complejo, y la habilidad de los diversos actores para manejar estas situaciones críticas será crucial para restablecer un clima de diálogo efectivo en el Congreso y gestionar las tensiones en otros ámbitos, mientras el deterioro de la imagen presidencial se hace cada vez más evidente y se disocia de aquel enamoramiento inicial entre un amplio sector del electorado y el presidente Milei.

Con información de MDZ

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