De Sergio Massa a Toto Caputo: maldito 3, el karma de la inflación

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A mediados de diciembre de 2022, cuando su proyecto presidencial empezaba a levantar vuelo, el entonces ministro de Economía Sergio Massa hizo algo inconveniente: pronosticar en público. "El objetivo es que la inflación tenga el 3 adelante en abril" de 2023, dijo. Puede fallar: le dio 8,8% y de ahí, al infinito.

El índice de precios al consumidor (IPC) de julio que anunció este miércoles el INDEC burló otra vez, con su 4% redondo, las expectativas oficiales de bajar a un tres y pico. Toto Caputo se había ilusionado con eso, pero fue el vicepresidente del Banco Central, Vladimir Werning, quien cayó en la "trampa Massa" al ponerle cifras a la fantasía: 3,7%, había vaticinado. Volvió a fallar.

Inflación, un piso blindado
¿Qué pasa con la economía argentina, que le cuesta horrores llevar el mayor de sus dramas por debajo de ese piso blindado? Se podría pensar en una maldición, pero en realidad es un efecto de la inercia… mal que le pese al vocero y también economista Manuel Adorni, que en la víspera había considerado que el fenómeno estaba "técnicamente terminado". Habrá que seguir trabajando, parece.


Aunque sus objetivos de máxima no se cumplieron, Javier Milei celebró.

Así fue, por un lado, porque el Gobierno debe sobreactuar hasta el logro de décimas para que el sacrificio que impone su hiperajuste siga teniendo sentido en las cabezas de una parte de la sociedad argentina que cree que estamos mal, pero vamos bien.

Por otro lado, porque el índice retomó el sendero a la baja tras el rebote de junio, porque fue el menor del año y, de hecho, el más bajo en 30 meses, desde enero de 2022.

Esos puntos son auspiciosos, aunque corresponde ponerlos en el contexto del mayor ajuste en 64 años, una recesión superior al 5% –la cuarta más grave desde 1994–, la destrucción de 175.000 empleos formales sólo hasta mayo y un salto de la pobreza al 55% y de la indigencia al 20% al final del segundo trimestre, cuando aún no se había visto lo peor.

¿Qué pasaría con los precios si la actividad cobrara cierto tono, si los ingresos recuperaran de verdad el terreno perdido y si un consumo menos lánguido dejara espacio para una recomposición de márgenes de ganancia? No vale la pena, por ahora, detenerse en quimeras semejantes.

Travesía por la meseta de Toto Caputo
Ninguna reducción de la inflación es perfectamente regular. Tras el 25,5% autoinfligido por la megadevaluación de diciembre, hubo que esperar hasta mayo para que el IPC se estableciera en torno al 4%, sin perforar nunca ese piso maldito.

Ya en ese mes este medio consignaba, en base a las proyecciones del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) –la encuesta mensual que realiza el Banco Central–, que, desde ese momento, "la pendiente (descendente) que entusiasma a Milei y a Caputo, de la que depende buena parte del relato que venden y que comienza a mostrar grietas importantes, se hace luego más suave que lo que le gustaría al Gobierno".

Letra P insistió luego varias veces en la idea de un altiplano inflacionario.

El REM –consenso del mercado– subestimó en un primer momento la decisión del jefe de Estado y de su ministro de meter la economía en un freezer con tal de mostrar una inflación a la baja, pero, aunque en una altitud algo menor, no erró conceptualmente al pronosticar dicha meseta. Por ella caminamos.

Descalificados mil y una veces por Milei, esos analistas esta vez acertaron plenamente: habían calculado para el mes un IPC del 3,9%. Ahora se sostienen en su idea de un amesetamiento que, cabe agregar, podría impacientar a mucha gente.

El vaso medio lleno indica que, finalmente y si no ocurriera algún evento disruptivo –especialmente cambiario–, el piso del 4% podría ceder; el medio vacío sugiere que la curva no caería demasiado por debajo de ese umbral –la núcleo, que excluye precios regulados y estacionales, arrojó un rebelde 3,8%– y que se estacionaría en diciembre en un todavía elevado 3,6%.

La prometida inflación cero puede esperar. De acuerdo con aquellos especialistas, la meseta que empezó en abril se prolongaría al menos por seis meses más, dibujando prácticamente un electroencefalograma plano que no derivaría en pico montañoso sólo en virtud de que el Gobierno seguirá pisando los tipos de cambio oficial y paralelos –atrasándolos–, dosificando los tarifazos pendientes y manteniendo la actividad en una era de hielo.

¿La reducción del impuesto PAIS prevista para el mes que viene, que restaría 0,7 puntos porcentuales al índice, será suficiente para quebrar la tendencia? Este es un punto a seguir de cerca y que podría hacer una diferencia.

Las razones de la resistencia
Si, en promedio, el REM prevé un 3,8% para agosto, consultoras como EcoGo apuntan de nuevo a un número apenas superior al 4. ¿Otra vez el piso maldito? ¿Cómo se explica semejante resistencia?

Varios factores, consignados en una interesante nota de La Nación, dan cuenta de eso. Entre ellos se destacan la incertidumbre por el desenlace del atraso cambiario inducido; las preguntas sobre qué pasaría con el dólar el día posterior a un levantamiento del cepo sin reservas suficientes; los tarifazos que vienen; los efectos de una eventual –aunque sea relativa– reactivación económica; la indexación – avalada por el propio Gobierno– de alquileres, prepagas y escuelas privadas, y el ruido que mete el propio Presidente cada vez que insiste con ideas como la de la dolarización endógena.

"Si, tal como prevén las consultoras en el REM, la inflación se estabilizara de aquí a enero en torno del 3 o 4% mensual, se estaría ante una anualizada del orden del 55 al 60%, mucho menos que el disparatado 263% actual, pero aún muy lejos de los niveles de una economía normal", remata ese artículo.

No parece, pero el modelo tiene contra
Cuando la meseta ya se veía cercana en el horizonte, Caputo dio la orden de ponerles tope a las paritarias, las que no fueron libres, como había prometido Milei. El deterioro de los salarios, base de la hiperrecesión, fue así una de las principales anclas que el plan económico les puso hasta marzo-abril a los precios, pero ese estado de cosas es insostenible.

De acuerdo con el INDEC, los salarios registrados en el sector privado recuperaron algo del terreno perdido en abril, mayo y junio, aunque aún permanecían en ese último mes 11% por debajo del nivel que tenían cuando Milei llegó a la Casa Rosada.

Cabe destacar que la situación de quienes trabajan en el sector público –hoy, agudamente, la de docentes universitarios, por caso– es mucho más desfavorable, y que el amplio universo de la informalidad laboral es el caldo en que se cuece la explosión de la la pobreza.

Esa tensión entre empobrecimiento planificado y resistencia sindical y social era previsible desde el mismo inicio de la experiencia anarcocapitalista.

Este medio advertía ya en enero que "las cláusulas de reapertura o gatillo (de paritarias) establecen una suerte de 'indexación' –metafóricamente, se entiende– de los salarios en los sectores formales y mejor protegidos por las representaciones sindicales"; y añadía que esa resistencia "podría ponerle un límite a la deseada reducción de la inflación, sobre todo cuando –como se dijo– esta depende de la retracción de los ingresos".

Como en los precios indexados de los servicios privados mencionados algo más arriba, también esa puja distributiva explica la inercia en curso.

Dicha pelea, eminentemente política, encierra una de las claves del momento y es lúcidamente resumida por el economista Federico Pastrana en un recomendable hilo de X.

"¿Los salarios puedan seguir negociándose en torno al 6% (como en junio), ese proceso se sostiene? Varias paritarias grandes muestran aumentos entre 4 y 2% mensual para los próximos meses. Esto siembra grandes dudas para lo que viene. Las dificultades para seguir desinflacionando, también", cierra.

Javier Milei y un extraño proyecto de poder
Lo mencionado es una de las grandes paradojas de la mileinomía. La lucha a muerte del mandatario contra la inflación supone, tal como el Presidente la entiende, actividad y niveles de empleo e ingresos fríos, algo difícil de compatibilizar con un proyecto consistente de poder.

En el discurso que pronunció este miércoles ante el Círculo Rojo convocado en el Hotel Alvear para el Council of the Americas, Milei mostró la hilacha del desconcierto.

En medio de esas insólitas ensaladas de números que lo llevan a afirmar que la inflación no es el 263% de los últimos 12 meses ni el 87% acumulado hasta julio, sino de… "ocho por ciento anual", se quejó –una vez más en penumbras y denunciando ruidos inaudibles– de que "todo el mundo ve el milagro, menos los argentinos". Toda una confesión.

Al Presidente tal vez le convendría pasar más tiempo en el país.

CON INFORMACION DE LETRA P.

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