Que Javier Milei haya llegado a la presidencia con su extravagancia y su violencia verbal fue el resumen perfecto de la condición de la sociedad que construyó el fenómeno. Con el peronismo, la UCR y el PRO de Mauricio Macri en ruinas, el sistema político estaba detonado de hecho. El ascenso de un anarcocapitalista formalizó ese estrago.
Por imperio de más de una década perdida en materia de crecimiento, de tres gobiernos en fila que no hicieron más que agravar el drama inflacionario y de dos que resultaron infaustamente exitosos en destruir o estancar los ingresos populares, no sorprende que la Argentina se haya convertido en una anarcorrepública. En ella no aparecen ideas renovadoras, liderazgos inspiradores ni organizaciones políticas capaces de articular las demandas sociales en un proyecto viable. El principio de representación está quebrado y la propia dinámica de control recíproco de los poderes del Estado hace agua por todos lados.
La debilidad consustancial al gobierno de La Libertad Avanza (LLA) le impone una estrategia de ruptura de todo lo existente. Sin parasitar a los partidos mencionados –y a agrupaciones menores–, la ultraderecha no tiene chances de hacer pasar absolutamente nada por el Congreso y, como se vio en la última semana, ni siquiera de hacer valer la potestad presidencial del veto.
La banda de Javier Milei
Por momentos, el poder pequeño y desordenado que esgrime Milei parece valer más que en circunstancias normales en virtud del vacío político que lo rodea.
Sin embargo, la gestión da pena y el Presidente se desentiende de la conducción, confiado en que su ensoñación de mercado libérrimo pondrá en caja, más temprano o más tarde, a los viejos tahúres de la política.
Poco puede esperarse si, debajo de él, llevan la voz cantante Karina Milei y Santiago Caputo, figuras que combinan fatalmente inexperiencia y jactancia.
Los cuadros de LLA llegaron a donde están aluvionalmente, con un cuidado que sería más propio del que se pone en la elección de los miembros del consejo de administración de un consorcio. El desconocimiento de lo más elemental sobre la formación y sanción de las leyes provocó un zafarrancho en la primera versión de la ley Bases y, tiempo después, explicó la impotencia de la última semana para evitar derrotas a repetición.
El estilo prepotente que llevó a Milei a la Casa Rosada no sirve para construir nada una vez que se está allí. No han sido pocos los macristas, radicales, peronistas y líberos que se han acercado una y otra vez para decepcionarse con la constatación de que los amigos y los enemigos terminan por recibir lo mismo: desdén e hiperajuste.
Los últimos días de LLA fueron un concierto desafinado de gritos, llantos, acusaciones cruzadas –incluso de delitos–, votos en disidencia, amenazas de expulsión, conatos de purga y defecciones, lo que muestra que allí nadie conduce. Que Santiago Caputo haya estado de vacaciones mientras el suelo se hundía bajo los pequeños pies del Presidente fue toda una descripción de la realidad.
El peronismo en su laberinto
En una nota atrevida, Juan Rezzano trazó en Letra P un juego de similitudes y diferencias entre Cristina Fernández de Kirchner y Barack Obama. Entre las primeras se cuentan el carisma y la influencia; las segundas se resumen en la limitación de dos mandatos que impone la Constitución estadounidense, lo que fuerza una renovación siempre ausente en la Argentina, concluye.
Dados los antecedentes, a Milei le resulta fácil acusar al peronismo de introducir gastos como el ajuste provisional sancionado por el Senado sin reparos de tipo presupuestario. Ese sector se resiste a hablar de equilibrios macro menos por incomprensión de la realidad que por falta de coraje y conservadurismo: por más que declame justicia social, prefiere gastar, generar déficits y socializar sus costos vía inflación en lugar de ir en serio contra intereses empresariales que se han beneficiado por décadas con exenciones tributarias, subsidios y regímenes especiales que dan cuenta de al menos 3,5% del producto bruto interno (PBI). Esos intereses financian la política y tienen una capacidad de lobby tan eficaz que los convierte en invisibles al ojo humano.
Así, el cristinismo retóricamente combativo puede ser visto como una fuerza más conservadora que lo aparente y Sergio Massa arrastra una cuasipresidencia fallida de casi un año y medio. Mientras Axel Kicillof es una incógnita en cuanto a su decisión de innovar, el resto del panperonismo hace lo que puede. Tanto, que hasta cuenta con sus propios villarruelines: Guillermo Moreno, Sergio Berni y, en los últimos días, hasta José Mayans, quien se entregó a un sugestivo chichoneo con la vicepresidenta en la sesión del Senado sobre el aumento de las jubilaciones.
Pichettismo y UCR: el berenjenal opoficialista
En la Cámara de Diputados, el bloque de Encuentro Federal que responde a Miguel Ángel Pichettoencontró, por fin, una causa unificadora en la defensa de cierta recomposición de los haberes jubilatorios, pero no puede decirse que eso sea más que un paraguas para personalidades sin techo ni la semilla de un proyecto de poder.
En tanto, se sabe que el radicalismo tiene doble personalidad: no se sabe –no lo sabe él mismo– si es un partido liberal o uno socialdemócrata e, incluso, si es en definitiva un partido.
En días consecutivos, Martín Lousteau se permitió la audacia de pactar con el peronismo para quedarse con la presidencia de la crucial Comisión Bicameral de Inteligencia. Asimismo, la UCR cooperó decisivamente para votar en Diputados contra la montaña de fondos reservados entregados por decreto de Milei a la SIDE y, en el Senado, para aliviar un poco el ajuste que Toto Caputo ha hecho recaer sobre los jubilados.
Eso convivió con gestos opuestos, de lógica imposible.
La conducción reemplazó al senador Pablo Blanco en la Comisión de Acuerdos del Senado para allanar la presentación del controvertido candidato a la Corte Suprema Ariel Lijo. Además, parte de su bancada trató de diluir la ley projubilados en negociaciones con el oficialismo y, a la hora de votar el DNU de inteligencia, sólo 16 diputados sumaron al cuórum, 22 levantaron la mano para derogarlo y ocho para sostenerlo. Es decir que el jefe de la bancada, Rodrigo De Loredo, no puede garantizar ni siquiera que todos sus legisladores se sienten en sus bancas y el titular partidario, Lousteau, no logra imponer líneas de acción.
La UCR es un barco sin timón.
El PRO de Mauricio Macri: vago liderazgo
Macri pactó con Lousteau una primera venganza contra los ningunos de Milei. Luego, alegando convicción, actuó como algo parecido a un líder al sentar posición contra la entrega a libro cerrado de 100.000 millones de pesos a la SIDE y, a contramano de sus antecedentes, dejó hacer a sus senadores en materia de recomposición previsional.
Cuando el mundillo político creía haber encontrado la punta del ovillo de la diferenciación de la que depende que el PRO sea visto en las legislativas del año que viene como algo más que una simpática comparsa de LLA, se reunió con Milei, deploró públicamente el gesto “populista” de aliviar a los jubilados con un 8,1% que les había sido birlado, respaldó el veto anunciado por el mandatario y se puso de sombrero a su propio partido.
No se puede liderar nada con vocación part time, pero el ingeniero no termina de asimilar la lección que debió haber aprendido durante su traumático paso por el poder.
Así, quedó pésimo con su tropa. “Que cada uno se haga cargo de las decisiones que toma”, le soltó el jefe de bloque del Senado, Luis Juez, quien ya no responde a sus directivas.
También con Milei, a quien le había mostrado los dientes desde lejos para terminar reculando en el cara a cara.
Ni el jefe de Estado ni Patricia Bullrich, quien pretende quebrar a la agrupación amarilla, le creyeron nada. "No maneja la tropa o la tropa no entiende el daño que está haciendo”, lo zamarreó el primero. “Usan a los senadores como carne de cañón y atentan contra el plan económico del gobierno que dicen apoyar. Estás de un lado o del otro. Basta de especular”, lo conminó la segunda.
Lo actuado por Macri en los últimos días es un agujero negro de incoherencias.
¿Los senadores –cinco sobre un total de seis– hicieron la suya para no ser funcionales al ensañamiento oficial con los adultos mayores? ¿Él los animó a eso, como dicen algunos, o simplemente calló, como afirmó la oveja negra de esa votación, la cordobesa Carmen Álvarez Rivero? ¿Apretó, como sospechan quienes ya no ocultan su irritación, para lograr beneficios personales en el plano judicial, aun al costo de mandar al frente a su bancada? En definitiva, ¿conduce o no conduce?
Cuando no se ven las puertas de salida, la incertidumbre es una bendición.
CON INFORMACION DE LETRA P.