El fin del enigma De Loredo y el inicio de la pulseada real

POLÍTICA - CÓRDOBA Agencia de Noticias del Interior Agencia de Noticias del Interior

La política de Córdoba ya tuvo sus definiciones principales: los candidatos a gobernador están en cancha hace rato, la estructura principal de la compulsa 2023 está planteada y la confirmación de que la elección municipal de la ciudad de Córdoba será el 23 de julio terminó de definir un cronograma sin sorpresas ni forcejeos con los plazos legales. Quedan dos semanas de rosca a pleno por todo el resto de las candidaturas y sobrevive un único interrogante con peso específico: qué hará Rodrigo de Loredo.

El diputado nacional anunciará su decisión esta semana y no anticipa su jugada. Su estrategia intrigante apuntó en principio a complicarle los planes a Hacemos por Córdoba, pero lo real es que el peronismo fijó el viernes la fecha municipal que hace ya un mes anticipaba, y que la estrategia de De Loredo nunca dejó de inquietar a sus propios socios. Hoy la única certeza de Juntos por el Cambio es la candidatura de Luis Juez y nadie sabe qué hará De Loredo: hay varios radicales probándose el traje de candidato a vicegobernador y una multitud de precandidatos a intendente deseando que opte por secundar a Juez.

Cualquier conclusión sobre el impacto de esta estrategia para la coalición opositora sería apresurada. Pero está claro que De Loredo logró su objetivo personal transitorio: ser el centro sin estar a la cabeza; ser el potencial vice que de momento pesa más que el candidato a gobernador. También es posible que la explicación más sencilla sea la más atinada: que aún no haya decidido qué hacer, y que la presión de la coalición opositora para que secunde a Juez en una difícil compulsa provincial esté en cortocircuito con sus buenas perspectivas como candidato capitalino.

La fecha que el viernes definieron Juan Schiaretti, Martín Llaryora y Daniel Passerini –se votará intendente de Capital cuatro semanas después que gobernador– restringe la opción de una doble candidatura para De Loredo, que era precisamente la que procuraba el diputado. En el improbable caso de lograr aval judicial a una doble postulación simultánea, debería pasar las últimas tres semanas de la campaña provincial siendo al mismo tiempo candidato a intendente. Nadie cree que eso sea posible sin que se evidencie el ardid.

NUEVA ALIANZA, VIEJA SOCIEDAD
No hay que descartar que De Loredo reserve el anuncio para el preciso momento en que el peronismo cordobés esté presentando mañana su “nueva alianza”: un cambio de nombre apenas simbólico. Hacemos Juntos por Córdoba en lugar de Hacemos por Córdoba. En Río Cuarto, Llaryora y Schiaretti presentarán a nuevos socios que provienen del radicalismo díscolo de Myrian Prunotto, del ala vecinalista del Comupro y de exaliados del kirchnerismo que se encolumnaron detrás de Martín Gill y volvieron al oficialismo provincial.

 
El peronismo asegura que reserva espacio para los cruces que ocurrirán en las próximas semanas: aunque Luis Juez se haya reunido con Mauricio Macri para acortar distancias, hay dirigentes del PRO que siguen sin encontrar su lugar entre radicales y juecistas.

Más allá de la fecha y de la trenza, la principal novedad política de la semana fue la abierta actuación de Llaryora como negociador en los prolongados conflictos que el Gobierno provincial mantiene con los empleados estatales. Juez lo desafió y el intendente dobló la apuesta: emprendió una jugada arriesgada y parece haber pasado la prueba.

La política de Córdoba ya tuvo sus definiciones principales: los candidatos a gobernador están en cancha hace rato, la estructura principal de la compulsa 2023 está planteada y la confirmación de que la elección municipal de la ciudad de Córdoba será el 23 de julio terminó de definir un cronograma sin sorpresas ni forcejeos con los plazos legales. Quedan dos semanas de rosca a pleno por todo el resto de las candidaturas y sobrevive un único interrogante con peso específico: qué hará Rodrigo de Loredo.

El diputado nacional anunciará su decisión esta semana y no anticipa su jugada. Su estrategia intrigante apuntó en principio a complicarle los planes a Hacemos por Córdoba, pero lo real es que el peronismo fijó el viernes la fecha municipal que hace ya un mes anticipaba, y que la estrategia de De Loredo nunca dejó de inquietar a sus propios socios. Hoy la única certeza de Juntos por el Cambio es la candidatura de Luis Juez y nadie sabe qué hará De Loredo: hay varios radicales probándose el traje de candidato a vicegobernador y una multitud de precandidatos a intendente deseando que opte por secundar a Juez.

 
Cualquier conclusión sobre el impacto de esta estrategia para la coalición opositora sería apresurada. Pero está claro que De Loredo logró su objetivo personal transitorio: ser el centro sin estar a la cabeza; ser el potencial vice que de momento pesa más que el candidato a gobernador. También es posible que la explicación más sencilla sea la más atinada: que aún no haya decidido qué hacer, y que la presión de la coalición opositora para que secunde a Juez en una difícil compulsa provincial esté en cortocircuito con sus buenas perspectivas como candidato capitalino.

La fecha que el viernes definieron Juan Schiaretti, Martín Llaryora y Daniel Passerini –se votará intendente de Capital cuatro semanas después que gobernador– restringe la opción de una doble candidatura para De Loredo, que era precisamente la que procuraba el diputado. En el improbable caso de lograr aval judicial a una doble postulación simultánea, debería pasar las últimas tres semanas de la campaña provincial siendo al mismo tiempo candidato a intendente. Nadie cree que eso sea posible sin que se evidencie el ardid.

NUEVA ALIANZA, VIEJA SOCIEDAD
No hay que descartar que De Loredo reserve el anuncio para el preciso momento en que el peronismo cordobés esté presentando mañana su “nueva alianza”: un cambio de nombre apenas simbólico. Hacemos Juntos por Córdoba en lugar de Hacemos por Córdoba. En Río Cuarto, Llaryora y Schiaretti presentarán a nuevos socios que provienen del radicalismo díscolo de Myrian Prunotto, del ala vecinalista del Comupro y de exaliados del kirchnerismo que se encolumnaron detrás de Martín Gill y volvieron al oficialismo provincial.

 
El peronismo asegura que reserva espacio para los cruces que ocurrirán en las próximas semanas: aunque Luis Juez se haya reunido con Mauricio Macri para acortar distancias, hay dirigentes del PRO que siguen sin encontrar su lugar entre radicales y juecistas.

Más allá de la fecha y de la trenza, la principal novedad política de la semana fue la abierta actuación de Llaryora como negociador en los prolongados conflictos que el Gobierno provincial mantiene con los empleados estatales. Juez lo desafió y el intendente dobló la apuesta: emprendió una jugada arriesgada y parece haber pasado la prueba.

 
Intervino ante la conducción de la UEPC, pero también encaró discusiones con los delegados departamentales, del mismo modo que se reunió reiteradamente con grupos de autoconvocados del sector Salud. El viernes celebró como un triunfo propio la tendencia que indica que los docentes aceptarán finalmente la propuesta salarial. En el peronismo, la sorpresa no fue la negociación que encaró Llaryora –lleva tres años y medio de convivencia con el Suoem– sino el hecho de que Schiaretti lo habilitara para esa gestión y lo respaldara con una sustancial ampliación de partidas salariales. La semana anterior había ocurrido algo similar con la suspensión del diferimiento a los jubilados provinciales.

LA ESTRUCTURA ESTÁ
Cuando defina De Loredo, sólo restará el anuncio de las fórmulas completas. El resto está a la vista: la estructura general de la elección está planteada y no se observan opciones desequilibrantes. Juntos por el Cambio está en condiciones de dar una pelea muy competitiva, y el peronismo cordobés procurará resistir al peso de los 24 años en el poder con una profunda renovación de dirigentes que tienen claro que el cambio es el signo de este tiempo.

La parte principal del escenario político está ocupada por dos fórmulas antagónicas encabezadas por dos peronistas que están disputando exactamente el mismo espectro ideológico, con sus dos partidos vertebrales –el peronismo y el radicalismo– camuflados detrás de “marcas” que representan casi lo mismo y que hasta sonarán confusas.

Aunque sin el respaldo de Javier Milei, habrá al menos una fórmula libertaria intentando pescar en el amplio océano del descontento con la dirigencia política tradicional –al que apunta, a veces, el discurso de Juez– y también habrá una fórmula kirchnerista intentando limar las aspiraciones de continuidad del peronismo de Schiaretti. El juecismo deposita en esa alternativa una gran esperanza y el peronismo sostiene que Martín Gill era la figura clave en ese espacio y ahora es parte del oficialismo provincial. La izquierda y Encuentro Vecinal Córdoba mantienen sus votos en Capital y el Gran Córdoba, pero no desequilibran. Lo que viene es una campaña electoral: parece que fuera la última, pero es una más.

FUENTE: LAVOZ.COM.AR

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