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El gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, y su sucesor desde el 10 de diciembre, Martín Llaryora, caminan la huella de la gestión para desmarcarse de la batahola dirigencial que generó el pase de Sergio Massa y Javier Milei al ballotage. Decidieron que mantendrán activa la duda sobre su posición electoral todo lo que sea necesario, mientras contemplan sus opciones de juego en los recreos de la misión comercial por Medio Oriente, que se extenderá hasta el 6 de noviembre.

En el entorno de la dupla cordobesista afirman que esta expresión no ocurrirá antes del debate de candidatos del 12 de noviembre, incluso se baraja la opción de dar un golpe de efecto recién en la última semana de la campaña. “Somos ya una fuerza nacional de siete puntos. Vamos a ver quién garantiza nuestra agenda. De lo contrario, esperaremos sentados el resultado de la segunda vuelta”, admiten en el riñón del llaryorismo una muestra de voluntad negociadora, al tiempo que destacan que Schiaretti y Llaryora decidirán de manera conjunta cómo jugarán su última carta.
Se da por descontado que Schiaretti no apoyará a Massa, a quien coloca el corsé del kirchnerismo y que entiende que en los 1.784.315 votos que cosechó en octubre sobresale un perfil republicano, antigrieta, más que peronista. Ese botín -del que el gobernador no se adjudicará su propiedad en un exceso de corrección política- y el silencio de Llaryora serán la llave para negociar con Milei o Massa.


Es por eso que esperan el mano a mano entre Milei y Massa en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Buenos Aires para recoger las marcas discursivas de la agenda federal que Schiaretti dice que instaló con sus dos participaciones en los debates presidenciales. También esperarán las últimas encuestas porque ninguno de los dos peronistas quiere ir contra una mayoría que, según parece, sigue siendo anti-K.
 
De hecho, el poder aborrece el vacío y en el cordobesismo observaron cómo el expresidente Mauricio Macri pisa, otra vez, en terreno. “No hay ningún cordobés que adhiera al populismo”, dijo este lunes en los micrófonos de Cadena 3, emisora que bajo el liderazgo de Mario Pereyra fue gran aliada del expresidente en la provincia.
Datos que confunden
El consultor Cristian Butié confirmó con datos esa sentencia. En su reciente proyección sobre los votos afirmativos, el libertario se impondría con el 70,9% de los votos contra los 29,1% del ministro-candidato en Córdoba. Se repetiría la proporción del fernet con coca, casi la misma ventaja que sacó Macri a Daniel Scioli en 2015, con un cordobesismo -como siempre- jugando la carta de la neutralidad.

Schiaretti y Llaryora saben que Massa puede crecer en Córdoba, pero necesita el motor orgánico. No cierran todas las puertas porque el contexto y las erráticas encuestas pueden admitir sorpresas en el total general. Otro estudio, como el de Analogías, que traficaba por WhatsApp la dirigencia cordobesista, marca otro elemento que el gobernador-candidato agitó: el frente de frentes.

“El 52% se manifestó en acuerdo con la conformación de un gobierno de unidad nacional como respuesta a la etapa que vive la Argentina y en orden a resolver los desafíos que enfrenta”, refleja el estudio nacional de 1.954 casos efectivos consultados el 23, 24 y 25 octubre en las 24 provincias.

¿Cómo se conjugará un supuesto antikichnerismo y un apoyo masivo a una propuesta de un gobierno de unidad como el que plantea Massa? Nadie sabe.

Con variables inciertas, cuya combinación aún se desconoce, el cordobesismo pisa el freno. Elige extender la neutralidad todo lo que sea necesario hasta contar con elementos palpables para moverse sobre seguro. ¿Puede Llaryora apoyar a Massa en el sprint final? “Puede, pero puede no hacerlo”, confunden desde el Palacio 6 de Julio. "Ningún gobierno nacional podrá pelearse con Córdoba", azuzan.

Por lo pronto, el peronismo ya sabe que deberá contener sus ansiedades. Llaryora pidió que lo esperen para jugar en bloque. Hasta ahora, el massismo no ha logrado entablar vínculos con algún referente de peso del PJ provincial y, mientas eso no suceda, cualquier declaración corre por cuenta de quien la enuncia.

La misma regla aplica para aquellos dirigentes que tienen buen diálogo con el gobernador electo y ya anticipan por sus redes que Llaryora se inclinará con el peronista en el duelo final. El intendente de Canals, Edgar Bruno, fue uno de los que este lunes decidió cantar la preferencia del próximo gobernador.

Olga Riutort, otra dirigente de diálogo fluido con Llaryora y que apoyó abiertamente a Daniel Passerini en la campaña municipal, aseguró que el PJ de Córdoba no apoyará la “extinción” del justicialismo.

 
Como sea, Llaryora aprovecha la confusión de las bases peronistas para mantener la expectativa arriba de las cúpulas. Sabe que es un interlocutor necesario para lo que viene, también conoce las limitaciones que emanan de una casi dos décadas de cordobesismo y enfrentamiento con el poder central y el imprevisto escenario que coloca a Massa y a Axel Kicillof como figuras fuertes del peronismo que viene.

Con información de Letra P, sobre una nota de Yanina PASSERO

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