Martín Lousteau, enemigo designado de Javier Milei

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La intención de Martín Lousteau de ocupar el centro político en la Argentina de Javier Milei, expresada en su voto contrario al DNU 70/2023, reitera la apuesta por una "avenida del medio". Sin embargo, el modo en que el Presidente pretende tallar un nuevo sistema político tomando una maza con un guante de boxeo abre una pregunta: ¿Y si esta vez es posible?

Para empezar, ¿qué es el centro? Su definición no es tan obvia.
 
En principio, puede ser entendido en términos éticos como el lugar de la mesura, algo así como el "justo medio" aristotélico. En política, sin embargo, la mesura no siempre es una virtud porque la realidad muchas veces impone respuestas tajantes. Para un sector amplio de la sociedad, Milei es un gobernante que merece reacciones vehementes.

En segundo lugar, puede tener una dimensión geográfica, como escala entre dos polos. Uno, claro, existe y es el de la ultraderecha gobernante, pero, hecha abstracción de la imaginería del comunismo y todos esos fantasmas que no se sabe dónde habitan, ¿cuál es hoy el segundo polo?


En tercer lugar, desde ya, queda citar la ideología, que definiría el centrismo como un punto intermedio entre dos visiones contrapuestas sobre el país y el mundo. El detalle es que la oposición al mileísmo también está ausente. En noviembre del año pasado, el peronismo sufrió más que una derrota electoral: se hundió en una

crisis de identidad.
Javier Milei y la Argentina de la desmesura
Si la mesura está en crisis en la era Milei y no hay polo ni visión de país que se le oponga en lo inmediato desde un lugar diferente del agotamiento o el fracaso, el centro emerge como una posibilidad, un espacio en construcción. En ese sentido, Lousteau primerea en la puja por definirlo y lo bosqueja en base al apego a los valores republicanos y a un diálogo que pergeñe reformas consensuadas, más duraderas que las arrancadas por la fuerza. Milei lo ayuda al convertirlo en su gran bestia negra.

La avenida del medio comienza a ponerse transitada. Mientras Mauricio Macri lleva al PRO a las fauces de La Libertad Avanza (LLA), Horacio Rodríguez Larreta se pregunta si hay para él un lugar en el mundo y, a su modo, hasta la Victoria Villarruel que sobreactúa fidelidad al jefe de Estado en videos se presenta, en rigor, como su contracara al declararse atenta a los límites institucionales.

En lo que hace no mucho era la vereda de enfrente, se da la paradoja de que el "kirchnerismo", que sigue siendo un epíteto para parte del sistema político, también comienza a garabatear un cierto viraje.

¿Qué son, si no, las apelaciones de Axel Kicillof a la composición de una nueva canción y hasta sus acercamientos a gobernadores de otros palos, como el cordobesista Martín Llaryora, el PRO Ignacio Torres y el radical pro-Lousteau Maximiliano Pullaro? ¿Qué son los amagos de Sergio Massa, las apariciones de Martín Guzmánen territorio hostil y hasta las propias definiciones de Cristina Fernández de Kirchner, que abren el juego –era hora– a hablar de lo fiscal, de la eficiencia del Estado y hasta de reformas laborales? ¿Qué es la resurrección, desde las cenizas de Juntos por el Cambio, de Santa Elisa Carrió, patrona emérita de la república, aliada de Lousteau en la batalla contra la topadora libertaria que avanza sobre las sagradas escrituras de la institucionalidad?

Martín Lousteau, al agua
Como tantas veces, habrá que ver si hay agua en la pileta del centro, estrolados, como han quedado contra el fondo, los mencionados Massa, Larreta, Roberto Lavagna, Daniel Scioli y tantos otros. Por lo pronto, mientras otros dirimen dilemas existenciales, el presidente de la UCR hace punta.

Según averiguó Letra P, detrás de los pasos recientes de Lousteau –su voto adverso al DNU y su choque con la corriente mayoritaria de la bancada radical del Senado– está la convicción de que el sistema político se está reconfigurando y de que el clivaje que más temprano que tarde se impondrá será el de la oposición a un presidente intolerante al extremo de la violencia.

Así cobra sentido el rechazo al decreto por su fondo –la desprotección de consumidores, usuarios de salud y enseñanza privadas, inquilinos y trabajadores a los que flexibiliza de prepo–, pero básicamente por su forma, lindante con la autoatribución de la suma del poder público.

En ese sentido, apela a una de las dos almas del partido, la yrigoyenista-alfonsinista, justamente la que Milei deplora.

Una fuente cercana al senador le dijo a este medio que "el radicalismo fue fuerte cuando tuvo coraje e identidad propia, y eso es lo que le pidieron a Lousteau los intendentes, la juventud, la Franja (Morada) y la dirigencia de base de todo el país. Por eso, a pedido de todos esos sectores, el Comité Nacional y la Convención Nacional sentaron postura antes de la votación" en el Senado.

Radicalismo para armar
El problema de Lousteau es que, antes de convencer a la sociedad de la conveniencia de salir por el medio de los dilemas que propone la ultraderecha, deberá hacer lo propio con el partido que conduce con dificultades.

El Gobierno no disimula su apetito por engullir primero al PRO y, enseguida, a una UCR fracturada y "depurada" de alfonsinismo socialdemócrata. Y la verdad es que, más con palos que con zanahorias, logra adhesiones un tanto sorprendentes, como la del tantas veces maltratado y otras tantas dócil Rodrigo de Loredo.

Lousteau no se siente desconocido en su autoridad y asegura en su entorno que hasta los radicales más conservadores, como los correntinos y los mendocinos, admiten que el DNU 70/2023 es inconstitucional. ¿Será por eso que los radicales que se doblan instan al Gobierno a cerrar un acuerdo sobre movilidad jubilatoria antes del tratamiento del proyecto ómnibus y de proyectos espejo antes de la llegada del decreto rengo a la Cámara de Diputados?

"No es cierto que Martín tenga al partido en contra; esa es una mala lectura. Al contrario, el partido lo banca más allá de que los gobernadores, menos Maxi (Pullaro), apoyen a Milei", completó la fuente.

¿En busca de la cuadratura del círculo?
Basta repasar el poder territorial del radicalismo, las provincias y municipios que gobierna, así como el tamaño de sus bancadas legislativas –decisivas para lo que ocurra en el Congreso– para constatar una realidad que acompaña al partido desde hace mucho tiempo: la UCR resiste en los territorios, pero no termina de encontrar una expresión electoral nacional.

¿Cuál es el voto nacional del radicalismo? Por lo pronto, uno perdido primero a manos del PRO y hoy, pareciera, de LLA.

Desde hace demasiado tiempo, la UCR busca en la derecha lo que percibió que el kirchnerismo le quitaba a la izquierda. Sin embargo, su narrativa republicana e institucionalista, tantas veces percibida como vacía y alejada de las prácticas de sus dirigentes, podría recobrar vida ni bien el humor social virase y dejara de hacer la vista gorda ante los excesos de la ultraderecha.

La política de la discordia, la rivalidad lindante con el odio, la extorsión a la luz del día, el acoso de troles financiados Dios sabe cómo y excesos lindantes con lo delictivo y lo desestabilizador como los llamados a rebeliones fiscales en provincias que, además, desfinancia, pueden resultar demasiado cuando el grueso de la sociedad acuse recibo de que no hace más que empobrecerse.

Por ahora, al menos en casi media Argentina persiste la idea del sacrificio en aras de un futuro mejor, pero cabe dudar sobre los límites de la paciencia cuando se sabe que la inflación de este año será muy similar a la insoportable del año pasado. Eso sí, con salarios mucho más bajos.

Así, si se asume que las lunas de miel no duran para siempre, si se sabe que lo que viene dolerá al límite de la desesperación, si se advierte que Milei se está poniendo a media dirigencia en el bolsillo –y a media Argentina furiosamente en contra– y si el peronismo sigue preguntándose quién es mientras se mira al espejo, ¿quién le quita a Martín Lousteau el derecho de hacerse los rulos?

CON INFORMACION DE LETRA P.

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