En un giro inesperado para la Iglesia de Inglaterra, el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, anunció su renuncia luego de ser cuestionado por el mal manejo casos de abuso sexual.
La dimisión es una directa derivación de un informe que critica su gestión sobre las denuncias de abuso sexual que involucran a John Smyth, un hombre que ha sido descripto como “el abusador en serie más prolífico asociado con la Iglesia”.
Welby ocupa el puesto más alto dentro de la jerarquía anglicana y es considerado el líder espiritual de aproximadamente 85 millones de anglicanos en todo el mundo.
En su declaración, Welby reconoció que el informe, divulgado el jueves, reveló una “conspiración de silencio” que ha perdurado durante años respecto a los abusos perpetrados por Smyth.
Este individuo es acusado de haber abusado de más de 100 niños y jóvenes en varios países, incluyendo Gran Bretaña, Sudáfrica y Zimbabwe, a lo largo de cinco décadas. Las atrocidades cometidas incluyen “ataques físicos, sexuales, psicológicos y espirituales traumáticos”.
Welby, afirmó que tuvo conocimiento de las acusaciones en 2013, poco después de asumir su cargo como arzobispo.
Su liderazgo ha estado marcado por intentos de abordar diversas crisis dentro de la Iglesia, pero este escándalo pone en tela de juicio su capacidad para manejar adecuadamente los problemas graves relacionados con el abuso.
La renuncia de Welby no sólo destaca la gravedad del informe sobre Smyth, sino que también plantea interrogantes sobre la responsabilidad y la rendición de cuentas dentro de la Iglesia de Inglaterra.
Como máxima autoridad religiosa, Welby tenía la responsabilidad no solo de liderar espiritualmente a los fieles, sino también de proteger a los vulnerables dentro de su comunidad. La revelación del encubrimiento sistemático pone en entredicho la integridad institucional y llama a una reflexión profunda sobre cómo se manejan las denuncias de abuso en contextos religiosos.
Este acontecimiento marca un momento crucial para la Iglesia Anglicana, que se enfrenta a una creciente presión para reformar sus prácticas y asegurar un entorno seguro para todos sus miembros.
La renuncia del arzobispo podría ser vista como un primer paso hacia una mayor transparencia y responsabilidad dentro de una institución que ha sido criticada por su manejo del abuso sexual durante décadas.
Fuente: BBC