Mauricio Macri y un tobogán de errores que aprovechan los asesores de Javier Milei

POLÍTICAAgencia 24 NoticiasAgencia 24 Noticias
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Mauricio Macri, quien venía de ser un gran presidente de club de fútbol y rompió la inercia de administraciones opacas y sin rumbo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, no pudo imprimirle a su gestión presidencial las soluciones económicas prometidas y, fundamentalmente, falló en encontrarle una amplitud política por conservar un relato de cambio. Las diferencias con la actualidad mileísta son enunciativas. Ahora la lucha es contra “la casta”.

En 2016 Macri poseía el triángulo político más fuerte que podía tener un gobierno no peronista. La Nación, la Provincia de Buenos Aires y la Capital Federal. Los opositores “dialoguistas”, de la misma forma que pasa ahora, hacían cola para acordar con él. Inclusive Sergio Massa, fue hasta Davos para demostrar que podía haber un acuerdo más amplio de lo que significaba solamente el PRO.

Miguel Ángel Pichetto también daba señales de buena voluntad y unos cuarenta diputados ya estaban en la lista de posibles aliados que Marcos Peña rechazó por no querer manchar “el cambio”. Cuando lo fueron a buscar, tres años después, casi en un ataque de desesperación, ya era tarde.

Los modos de Mauricio Macri, al igual que los de Javier Milei, también ponían en duda el apoyo de sus aliados naturales. Los radicales y la Coalición Cívica eran marginados, no eran considerados en decisiones trascendentales como cuando de apuro, también el mago de las finanzas, Luis Caputo, el mismo que ahora es un héroe como ministro, fue a buscar auxilio al FMI porque ya no había nadie que le prestara al Gobierno nacional.


Si por lo menos lo hubiera consultado o discutido, quizás los hubiera convencido. Pero no quiso correr ese riesgo. Todos saben qué pasa cuando una persona sola quiere ir a robar un banco. La huida o la libertad es más que una quimera. Sin socios o cómplices cualquier empresa que necesita convalidación pública o social termina colapsando. Esa no fue la excepción.

Milei, y su hermana Karina, también quieren que el éxito sea de ellos solamente. No se dan cuenta que un cuerpo convaleciente como el tejido social argentino está dispuesto siempre a buscar un cambio de rumbo, pero esa transformación de su opaca realidad no puede hacerse insultando a todo el mundo porque apenas algo falla, queda como quiere estar actualmente, en soledad.

María Eugenia Vidal, gobernadora bonaerense que luego volvió a CABA para ser candidata en 2021, había insinuado, en abril de 2019, cuando todas las mediciones revelaban que los deseos de cambio que impulsaba Macri se estaban agotando, propuso desdoblar las elecciones bonaerenses y para eso logró el apoyo de la mayoría de los intendentes peronistas y el propio Massa, que también veían una oportunidad para sacarse de encima a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Otra vez hubo un no de Marcos Peña, siempre avalado por Macri, porque no quería que se “licuara” el poder presidencial, algo que ya estaba dándose en la práctica. Lo que siguió es por todo sabido. Derrota y hecatombe en todo el poder, que sólo sobrevivió en la Ciudad Autónoma.

Dos años después, la pésima gestión de Alberto Fernández les devolvió el alma al cuerpo y Juntos ganó en casi todo el país. Pero ahí el error fue de Horacio Rodríguez Larreta, el “heredero natural del proyecto” que se comió la cena antes del almuerzo y quiso jubilar a Macri cuando éste pretendía para sí un futuro más honorable.

Larreta no midió la importancia que tenía el expresidente en la esencia del espacio ni tampoco supo cómo administrar el poder con su antiguo jefe. En lugar de pedirle consejos y tomarlo como aliado, lo destrató y lo hizo enojar. Tanto que lo envió directamente a apoyar a una aliada como Patricia Bullrich. Pero ella no midió las consecuencias de hacer una interna salvaje que rompió todo. Después, para remediarlo, quiso ponerlo al propio alcalde porteño como su futuro jefe de gabinete. Nadie creía que eso podría funcionar. 

El desgaste de esa pelea intestina y desgarradora fulminó la idea de cambio y mucho más la de un futuro juntos. Por eso llegó Javier Milei, quien interpretó la necesidad revulsiva de una parte de la sociedad que prefirió un salto al vacío antes que esperar una solución de los que antes no se la habían dado.

Esto fue visto en primera persona por Santiago Caputo y por su jefe de ese entonces, Rodrigo Lugones, quienes aún comparten la misma consultora política. Lugones era uno de los impulsores de la campaña de Larreta y no quedó con la mejor imagen personal del expresidente al que ahora trata de asfixiar políticamente hasta convertirlo en una planta de plástico. 

Macri, Mauricio, no juega ni deja jugar. Por eso sus dirigidos empiezan a hacer la suya. Primero coqueteando individualmente con el gobierno nacional o queriendo saltar de cabeza hacia las fuerzas del cielo, como Fernando Iglesias, Diego Santilli, Diego Valenzuela y la fórmula presidencial Bullrich – Luis Petri, entre otros tantos. 

Quien no quiso esperar cómo se lo llevan puesto por decisiones que no conoce fue Macri, Jorge. El actual jefe de Gobierno Porteño, el más político de los dos primos, tomó una osada decisión que el tiempo determinará si es buena o mala para su futuro. Pero quien no pelea no tiene derecho a su futuro. Y por más que muchos machaquen con que la idea fue consensuada entre ambos, hay motivos para dudar. Si alguien no daba un paso, el status quo los iba a encontrar enrolados como mayordomos libertarios.

Es obligación de Jorge Macri vitalizar su gestión, conciliar y convencer a los propios y darle musculatura a un gabinete huérfano de proyección nacional, como siempre lo fue la Ciudad de Buenos Aires. Sin ese plus, su osada jugada encierra riesgos importantes.

¿La sociedad quiere que La Libertad Avanza y el PRO juntos destierren al kirchnerismo? Es probable. Pero también alguien debe quedarse con algunas banderas para la próxima pelea, aunque en estos tiempos volátiles no hay demasiados valientes. Sino, Mauricio se hubiera animado a ser candidato hace un año y no tener que ir corriendo hasta el hotel Libertador el día después de la primera vuelta para darle su apoyo al todavía desarmado candidato Milei.

Sabiamente, un dirigente político le dijo a este cronista apenas iniciaba su carrera. “El que discute solo contra el espejo puede acertar mucho, pero cuando le pifia, después no tiene retorno”. La dirigencia nunca aprende de eso. Es el gran problema de los líderes modernos, huérfanos de estructuras políticas que no sólo deben proveer de funcionarios y dirigentes, sino también de contención.

CON INFORMACION DE MDZOL.COM

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