Milei y el principio de imputación de Menger

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En 1871, Carl Menger publicó Principios de Economía Política, obra que dio origen a la Escuela Austríaca y revolucionó el pensamiento económico clásico al sentar las bases de la teoría subjetiva del valor. Frente a las teorías objetivas predominantes —como la del valor-trabajo de Ricardo y Marx—, Menger introdujo un enfoque radicalmente distinto: el valor de los bienes no está dado por sus características intrínsecas ni por el trabajo incorporado, sino por la utilidad que los individuos les asignan de manera subjetiva en función de sus fines.

Este cambio de paradigma tuvo implicancias teóricas y prácticas profundas, especialmente en lo que respecta a la formación de precios y el rol de los consumidores en el proceso económico. En contraposición al enfoque clásico donde los costos determinaban los precios, Menger argumentó que es el valor que los consumidores atribuyen a los bienes de consumo lo que determina, por imputación, el valor de los bienes de capital y, por ende, los costos. Esta inversión causal, hoy retomada por el Presidente Javier Milei, es clave para entender fenómenos de mercado en contextos inflacionarios como el argentino.

El valor es subjetivo, no objetivo
Menger parte de una concepción individualista y marginalista del valor. Para él, un bien solo tiene valor si contribuye a satisfacer una necesidad humana. Este valor no se deriva de una esencia objetiva, sino de la utilidad marginal, es decir, la importancia que tiene el uso menos urgente que puede satisfacerse con una unidad adicional del bien. Así, el valor no está en el bien, sino en la mente del sujeto que lo valora.


Esta visión choca frontalmente con las teorías que asignaban valor en función del trabajo incorporado. Menger mostró que incluso bienes producidos con igual cantidad de trabajo pueden tener valores de mercado radicalmente distintos, simplemente porque los fines que satisfacen son distintos en importancia para los consumidores. El valor, entonces, nace en el consumo, no en la producción.

 
El principio de imputación: los precios no se explican por los costos
Uno de los aportes más revolucionarios de Menger fue el principio de imputación, según el cual el valor de los bienes de orden superior (bienes de capital o factores de producción) se deriva del valor de los bienes de consumo (bienes de orden inferior). En otras palabras, los bienes de capital tienen valor en tanto y en cuanto permiten producir bienes que los consumidores valoran.

Este principio implica que no son los costos los que determinan los precios, sino que son los precios esperados de los bienes finales los que determinan cuánto se puede pagar por los insumos y factores productivos. Por ejemplo, un productor está dispuesto a pagar por la harina, el trabajo y la electricidad en función del precio al que cree que podrá vender el pan. Si el consumidor no valora ese pan al precio final, el empresario sufrirá pérdidas, independientemente de sus costos.

El consumidor es soberano en el mercado
La economía de mercado descrita por Menger y sus sucesores (Mises, Hayek, Böhm-Bawerk) se basa en el principio de soberanía del consumidor. En este sistema, los consumidores, a través de sus decisiones de compra, determinan qué bienes se producen, en qué cantidad, con qué calidad y mediante qué métodos.  Los empresarios no son planificadores todopoderosos, sino intermediarios que arriesgan capital para satisfacer las necesidades del consumidor.


En este marco, los precios funcionan como señales que transmiten información dispersa sobre valoraciones subjetivas. Cuando el precio de un bien aumenta, no es porque el empresario “decidió” cobrar más, sino porque el consumidor lo valora más que antes, o porque la cantidad disponible del bien se redujo y los consumidores están dispuestos a pagar más por obtenerlo.  Si ningún consumidor está dispuesto a pagar el nuevo precio, el bien no se vende. Así de simple.


Milei y la reivindicación mengeriana
Javier Milei ha recuperado con fuerza estas ideas en su cruzada contra el estatismo y la inflación estructural.  Su crítica a la noción de que “los empresarios suben los precios” se apoya precisamente en la teoría del valor subjetivo y el principio de imputación. Cuando afirma que “los precios los determina el mercado” o que “los consumidores convalidan los precios”, no hace más que aplicar la lógica mengeriana al contexto argentino.

Milei sobre el principio de imputación de Menger
 

En una economía con alta inflación, la tentación de culpar al comerciante o al supermercado por los aumentos de precios es alta. Sin embargo, desde una perspectiva austríaca, la causa estructural de la inflación es siempre monetaria, mientras que los precios relativos se ajustan en función de las valoraciones subjetivas y las señales de escasez. Pretender controlar precios o regular márgenes sin atacar las causas monetarias solo genera desabastecimiento y distorsiones.


Milei ha sido claro al señalar que si un empresario intenta aumentar el precio de un bien, lo logrará solo si el consumidor está dispuesto a pagar más por él. Si no, ese producto se quedará en la góndola. Y en ese caso, el empresario perderá. Es el consumidor quien tiene la última palabra.

Con información de Derecha Diario

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