Llaryora construye su propio cordobesismo

POLÍTICA - CÓRDOBA Agencia de Noticias del Interior Agencia de Noticias del Interior
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Con Juan Schiaretti lanzado a la carrera para exportar su Modelo de Gestión Córdoba a nivel nacional, Martín Llaryora avanza en un armado electoral con el que busca generar su propio esquema transversal para hacerse cargo de las riendas de la provincia a partir de diciembre. Tras lograr acomodar la interna, las tareas se concentran en sumar a cada vez más actores para, como hizo el actual gobernador en las elecciones de 2019, cambiarle el nombre a la coalición que comanda el peronismo provincial y proyectar una renovación que no se limita solo a su partido sino a la totalidad del mapa político provincial.

La fortaleza de la gestión ya no es un elemento que el peronismo cordobés pueda mostrar de modo acabado. Al desgaste natural de 24 años continuados en el poder provincial deben sumarse algunos pasos en falso que pusieron a la administración en el ojo de la tormenta y derivaron en un casi inédito recambio ministerial y algunas heridas internas difíciles de recomponer en el plazo inmediato.
A esa realidad también hay que sumarle la expectativa que genera en el Círculo Rojo mediterráneo un virtual cambio de perfil político a nivel nacional y que tiene como protagonista a Juntos por el Cambio (JxC), la coalición opositora que se para frente a Schiaretti y Llaryora y busca construir, desde Córdoba, una de las bases que expliquen una eventual victoria nacional.
La relación histórica es sostenida por el gobernador con dos movimientos que repite desde finales del año pasado y que se repetirán a lo largo de toda la campaña. Sigue mostrando con la gestión cordobesa que no tiene pensado correrse del rumbo que ha caracterizado su paso por el gobierno provincial, proyecta ese modelo en una eventual gestión que se compromete a continuar ese camino y se para nacionalmente como una alternativa a Juntos por el Cambio que enfrente al oficialismo y sea capaz de plasmar un proyecto que contemple esas miradas que quieren al kirchnerismo fuera del mando.
Desde el comienzo mismo de la campaña también hay un elemento que el peronismo provincial no soslaya, aunque relativiza detrás del argumento de las “elecciones diferentes”. Más allá de los desaciertos opositores, la victoria de las listas encabezadas por Luis Juez y Rodrigo de Loredo en las legislativas de 2021, con más del 54% de los votos, fue de las más destacadas a nivel nacional y la proyección de ese impulso es el que todavía alimenta las expectativas opositoras, más allá de las fricciones internas que no logran ordenar a la alianza.

A la par de las conversaciones para alinear a la propia dirigencia detrás de la candidatura y la estrategia del intendente que quiere ser gobernador, el llaryorismo viene desarrollando una serie de movimientos tendientes a sumar a las filas del oficialismo a figuras de JxC, vecinalistas, organizaciones sociales, referentes del empresariado y de la sociedad civil.

La apuesta que más ruido genera en el mundillo político tiene que ver con el grupo de intendentes cambiemitas que se sumarán a la estructura oficial en caso de que el sanfrancisqueño finalmente se convierta en el sucesor de Schiaretti. Radicales como la intendenta de Estación Juárez Celman, Myrian Prunotto, y el jefe comunal de Arroyito, Gustavo Benedetti, ya anticiparon su salto a la coalición oficialista. Su desembarco no solo sumará gobiernos locales sino que arrastrará consigo a un conjunto de la dirigencia que también empieza a amenazar a los armados opositores en pueblos y ciudades del interior, que los díscolos recorren convidando su estrategia.

En JxC relativizan esa fuga, siempre descontando que la salida no sumará nombres de peso de los que participan en el armado cambiemita. Esa seguridad representa uno de los grandes misterios de los armados provinciales. Sucede que a la par de las negociaciones con radicales también se sucede un dialogo con dirigentes del PRO que, aunque con menos peso territorial, representaría un golpe simbólico fuerte para las filas de JxC.

Todas las miradas apuntan a Gustavo Santos, el hombre que todavía no bajó su candidatura a la gobernación pero que tampoco expone públicamente cuál será su juego en la contienda provincial. El temor principal de los sectores más desconfiados de la oposición se alimenta de una de las reuniones más conversadas en los pasillos políticos cordobeses de la temporada 2022/2023: la que juntó a Llaryora con Mauricio Macri y cuyas consecuencias electorales todavía no han sido dimensionadas.

A pesar de las críticas del kirchnerismo, que advierten que el armado de Llaryora sostiene y extiende la relación del PJ cordobés con el macrismo y el antiperonismo, la estrategia contempla la llegada de parte de la dirigencia identificada con el Frente de Todos, que en muchos casos engrosó las listas del Frente de Todos durante la última contienda legislativa. El nombre destacado en esa proyección es el del intendente de Villa María, Martín Gill.

Entre los estrategas cordobesistas que van imaginando su traslado desde el Palacio 6 de Julio al Centro Cívico del Bicentenario, el arribo del exsecretario de Obras Públicas de la Nación es un hecho. Solo resta definir cuál será el rol que ocupará en la próxima estructura de gobierno. Descartada la vicegobernación, que si no queda en manos de alguna figura histórica que busque contener a la pata más tradicional del peronismo provincial será para un nuevo aliado, los cargos a los que podría aspirar el villamariense están anclados en su trayectoria histórica. La cartera educativa y la de Obras Públicas aparecen como posibles destinos, que servirán también para afianzar su relación con las intendencias del interior que, con característica multipartidaria, le servirán a Llaryora para la estrategia inmediata y a Gill para su proyección a ¿ocho años?

Con todo, el intendente de la Capital ya no esconde la estrategia en reuniones y conversaciones privadas, sino que invita públicamente a todos los sectores a sumarse a un armado con el que buscará iniciar una nueva era en el peronismo cordobés luego de un cuarto de siglo en el que el poder se concentró en las figuras de José Manuel De la Sota y de Schiaretti. El gobernador tiene en sus manos la decisión de los plazos para que esa historia empiece a escribirse oficialmente.

Con información de Letra P, sobre una nota de César PUCHETA

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