


El peronismo que viene, entre la resaca y una oposición alterada
POLÍTICA - CÓRDOBA



La resaca peronista por el triunfo bilardista de Daniel Passerini el domingo pasado logró finalmente los efectos de una nacionalización que, curiosamente, no sembró el PJ, pero terminó beneficiado por la cosecha. El arribo inoportuno de Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta y Gerardo Morales, entre otros importantes referentes nacionales de Juntos por el Cambio al fallido festejo de Rodrigo de Loredo generó una incomodidad en el plano nacional de la alianza y en Córdoba, las esquirlas aún continúan.
La sensación de que varios socios lo estaban esperando a De Loredo en la derrota se comenzó a plasmar el mismo domingo por la noche con solo semblantear a algunas figuras del radicalismo y se vio con más claridad por la manera en la que recobraron protagonismo en pantalla nacional aquellos que estaban apagados. Por imposición local, pero también porque le habían bajado el ecualizador a nivel nacional; casi como un síntoma de cambio de época. De fin de ciclo para algunas figuras del Congreso que se encaminan a la jubilación, más allá del resultado adverso para el joven radical.
El enamoramiento de la oposición por el fuego amigo también se observó con la actividad legislativa de anteayer con la manera en la que comenzó a circular el talonario de facturas a nombre del derrotado hombre de Evolución. Y así como hubo algunos que se pegaron a la figura y el personalismo de De Loredo en campaña, otros heridos por el armado provincial saborearon la derrota en terreno ajeno casi como un triunfo.
Es el caso de los dos legisladores provinciales riocuartenses Juan Jure y Antonio Rins, marginados de la lista provincial por decisión del tándem Juez-De Loredo; conformes por sendas derrotas a manos del peronismo. Según cuentan aquellos que los vieron en las reuniones de bloque, en la sesión y también algunos con los que almorzaron.
Como así también los que en la noche del miércoles intercambiaron WhatsApp por la cena de una porción del radicalismo que aspira a la conducción del bloque desde diciembre y con el nuevo mapa de 33 vs. 33. Sí, a pesar de la derrota, hay radicales que en la previa al encuentro del Comité Provincia para tratar las sanciones a Myrian Prunotto y Orlando Arduh (ver aparte) cenaron para contenerse, lamerse las heridas y reaccionar.
La convocatoria la impulsó el intendente de Río Tercero y armador deloredista, Marcos Ferrer, y la conducción de la bancada no fue el único tema. También se habló de lugares en el Ersep, autoridades de cámara y cómo discutir contratos con los socios. Casi la nueva zanahoria de Ferrer por contener tropa en la derrota.
El miedo no es zonzo. El centenario partido, de columna vertebral de la alianza en Córdoba, dejó a crecer al PRO local, resucitó a Juez –al que empoderó como nunca convirtiéndolo en candidato a gobernador- y renovó a la Coalición Cívica. Todos con internas, fricciones y asperezas, es cierto; ningunas como las intestinas y tradicionales disputas radicales.
Sumado a esto, el prematuro anuncio de Juez de intentar pelear por la Provincia nuevamente en cuatro años no es una ficha que se mueva en el tablero 2027. Es la picardía del líder del Frente Cívico por repetir y amplificar algo que dijo el mismo domingo de elección municipal a la pasada y cuando su ¿socio? estaba jugando su partido, aunque la pelota la tenía el PJ. Y es, además, la necesidad de Juez por posicionarse rápidamente como referente de la oposición a Martín Llaryora.
A propósito, en el terreno del PJ bilardista, conocido en el mundo del fútbol por ganar sin que importen las formas y/o artimañas, la transición no será con toda la sonrisa con que se pinta. Cuando la resaca pase y quede comprobado que para Llaryora el poder no se hereda, se agarra; la convivencia con el gobernador Juan Schiaretti tendrá otro matiz.
Es evidente: Llaryora logró desde lo discursivo una instalación nacional que Schiaretti no conquistó en años. Y aunque insistan desde el entorno de ambos con las coincidencias en lo grueso del relato, el tono es todo. La manera es todo.
A los pitucos que Llaryora critica con argumentos objetivos como la histórica inequidad en la distribución de los subsidios son los mismos de los que Schiaretti necesita para extender su poder. Con los que aspira a negociar antes o después de octubre y a los que les vende el modelo Córdoba que, al menos en las formas del discurso, poco se parece al del domingo.
Esa incomodidad por la cautela y mesura de un moderado como Schiaretti, se contrapone fuerte no solo con el énfasis de Llaryora, sino también con los festejos virales de Passerini y algunas propuestas en torno a qué hacer con las manzanas.
Así por lo menos, la transición en cuestiones de formas ya arrancó; en las de fondo habrá que esperar. Lo que es innegable es que el peronismo que viene, aquel slogan de Llaryora en 2013, es distinto al que dejará el poder en diciembre con un cordobesismo que entró en la etapa del retiro. Por lo tanto, por más que el objetivo de todos en el peronismo sea el mismo rumbo a las Paso, la fase que sigue es con una expansión proponiendo romper el histórico alambrado desde adentro, antes que la grieta lo perfore desde afuera.
Con informacion de Diario Alfil.

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