Francisco y Cristina Fernández de Kirchner: la "revancha" del Sumo Pontífice

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Cristina Fernández de Kirchner no es una líder política que se caracterice por su alineamiento al protocolo, como así tampoco lo fue el papa Francisco en su pontificado, pero esta similitud es quizá el único punto en común entre ambos. Mientras una intentó instalarse como la madre de los pobres, el otro simplemente estuvo con los pobres dejando de lado gran parte de los lujos que ofrecieron sus distintos roles como clérigo.

La expresidenta argentina no dejó pasar la oportunidad para despedirse vía X, como suele comunicarse últimamente con el resto del mundo la abogada que pocas veces se asoma a una ventana: "Fue el rostro de una Iglesia más humana, con los pies en la tierra sin dejar de mirar el cielo". Parece extraña su visión del pontificado de Francisco, a quien parece haber conocido recién cuando se sentó en la Santa Sede y no cuando lo tenía a tan solo cien metros de la Casa Rosada.


El kirchnerismo y Bergoglio: la guerra fría de Plaza de Mayo
La Plaza de Mayo es la más histórica de las plazas argentinas, siendo allí donde se sentaron las bases de la independencia no solo argentina sino de Hispanoamérica. La misma está formada por las calles Balcarce, Hipólito Yrigoyen, Bolívar y la Avenida Rivadavia, con las icónicas fuentes, el monumento al general Manuel Belgrano, el inmenso mástil y la Pirámide de Mayo que recuerda la Revolución de 1810.

Alrededor de la Plaza de Mayo tampoco falta historia y belleza, con grandes monumentos que son también edificios como el Cabildo de Buenos Aires, el Banco de la Nación Argentina, la Casa Rosada y la Catedral Metropolitana de Buenos Aires. La primera de estas últimas dos se ubica en el domicilio de Balcarce 50, mientras que la otra está junto al Arzobispado de Buenos Aires, en Avenida Rivadavia 415.

Cerca de unos 230 metros de diferencia hubo durante años entre los despachos de Cristina Fernández de Kirchner y Jorge Mario Bergoglio, pero la entonces mandataria hizo caso omiso a esta distancia y nunca quiso mostrarse cercana a él hasta que sorpresivamente ese sacerdote se transformó en Papa.

Durante todo ese tiempo, el entonces monseñor Bergoglio no hubo un año en el que no invitara, como dicta el protocolo, a la expresidenta a la celebración de Te Deum en la Catedral. Ella nunca asistió. La contracara de la cordialidad protocolar fueron las criticas que emergían de la sede eclesiástica hacia la de Gobierno, mientras que en pos de la lucha por los pobres crecían cada vez más los asentamientos y las desigualdades.

Cónclave y ataques kirchneristas contra Bergoglio
Ya en el Cónclave de 2005, monseñor Bergoglio había sido objeto de críticas desde el kirchnerismo que, desde sus más cercanos, buscó instalar la idea de que el mismo había sido cómplice de la dictadura de 1976 a 1983. El caso por el cual se lo señaló fue el secuestro y tortura de los sacerdotes Franz Jalics y Orlando Yorio, ambos jesuitas que trabajaban en aquel tiempo bajo las órdenes de Bergoglio.

El que luego se convertiría en Sumo Pontífice fue denunciado desde el kirchnerismo como entregador, teniendo la mala fortuna de que ambos aclararon que estaban seguros que Bergoglio no los había denunciado ni entregado al régimen por su rol en barrios vulnerables. Al mismo tiempo, Bergoglio declaró ante la Justicia cual fue su rol y el de los jesuitas en aquel tiempo, utilizando todo lo que tenía a mano para que los opositores a la dictadura pudieran escapar del país.

A pesar de ello, el kirchnerismo se jactó de haber logrado que Bergoglio no llegara a la Santa Sede en 2005 y ya en el Cónclave de 2013 parecía imposible que el mismo llegara a vestirse de blanco. Mala fue la fortuna para ellos el 13 de marzo de ese año, cuando el camarlengo anunció el histórico "Habemus papam" y mencionó a Jorge Mario Bergoglio ante una Plaza San Pedro repleta de gente.

A partir de allí, enfrentó la difícil tarea el kirchnerismo de cómo posicionarse ante tal hecho, con una primera reacción desesperada que acusó al mismo de defensor de la represión difundiendo imágenes falsas y acusando impunemente desde medios de comunicación al nuevo papa Francisco.

El argentino más importante de la historia
Cristina Fernández de Kirchner, entonces presidenta de la Argentina, no celebró la elección del argentino como sí lo hizo una enorme cantidad de la población. Tenía lógica: ahora nunca podría ser la más destacada de los argentinos, porque claro, en el peronismo moderno parece ser que Cristina no vino a ser la "Nueva Evita" sino que Evita fue la "Antigua Cristina". Ahora el desafío era mayor, ya que no tenía que competir con una estampita gastada de "Santa Evita" imantada a una heladera, su competencia era contra el vicario de Dios, básicamente el dueño de la fábrica de estampitas.

Esta mirada con desdén a su otrora enemigo que debía convertirse en aliado urgentemente quedó muy bien plasmada en su primera misiva al papa Francisco, sumamente autorreferencial y hasta con un tono burlón en lo que debía ser una felicitación por el Día del Pontífice. Francisco, en cambio, eligió no responder a la posición "pasivo-agresiva" del kirchnerismo y siempre la recibió, o casi.

Papa Francisco: el acusado de peronista que se peleó con el peronismo
El ya fallecido Sumo Pontífice no fue peronista, mal que le pese al peronismo, pero si creyó siempre en la justicia social. En este sentido, cabe señalar que el peronismo estuvo muy lejos de alguna vez ser el creador de la justicia social, más bien fue una mera copia con tintes fascistas. Estas ideas de justicia social ya existían en la Argentina antes de 1943, con radicales y conservadores que abogaban por dar un giro y poner en práctica estas políticas que brotaron al mundo o se hicieron populares en tiempos del papado de León XIII, cuando este instauró la Doctrina Social de la Iglesia.

Siendo los jesuitas una orden que promete obediencia al Papa, no parece disparatado que tengan una visión alineada a lo que dicta la Santa Sede, más allá del que allí esté sentado. Al mismo tiempo, el cristianismo tiene estas bases de asistencia y colaboración comunitaria desde tiempos del Evangelio. Llamar a todo lo que proviene de la justicia social "peronista" es como llamar "chino" a todo lo que provine de Extremo Oriente.

Francisco no era un peronista, partido con el que siempre mantuvo una relación tensa, pero si creía en la justicia social, por lo que tampoco es extraño que mira de reojo lo que postularan figuras como Mauricio Macri o Javier Milei, de tendencia liberal, una ideología que siempre estuvo enfrentada con las bases católicas.

La visita frustrada de Cristina y el aprovechamiento del protocolo
Si Francisco es un santo o no lo dirá el tiempo, pero sí estamos seguros de que no era un enviado de Dios. Esta condición es básicamente lo que caracteriza a todos (menos uno) los seres humanos de la historia para el cristianismo: no somos divinos, somos solo hombres. Francisco fue un "normal", aunque parezca extraño decirlo en estos días donde solo se dicen maravillas de él.

Además de ser humano, por su rol como obispo, cardenal y luego Papa, fue un actor político de peso tanto en Argentina como en el mundo. Desde ese lugar político fue que tuvo la posibilidad de tomarse revancha de todas las invitaciones a Cristina que ella le negó cuando era arzobispo, pero esperó al momento justo para hacerlo, tampoco era cuestión de solo ningunearla.

Desde un primer momento en que el kirchnerismo quiso acercarse al papa Francisco, este los recibió con los brazos abiertos. Así fue cada vez que quisieron visitarlo, hasta que ella se vio profundamente confiada en que nunca le fallaría esa foto con el papa Francisco para empapelar el país y mostrarse con el sonriente sacerdote porteño que tantas veces había ninguneado.

Tan confiada estaba Cristina Fernández de Kirchner de que nunca perdería ese vínculo político que la misma líder del nuevo peronismo llevaba comitivas de 70 o 90 personas para visitarlo, asemejándose más a una empresa de turismo eclesiástico que a una mandataria. Tan confiada estaba que la última vez como presidenta que visitó Roma quiso ir "de prepo" a verlo al Papa, total ella es Cristina, la argentina más importante de la historia, pero en la puerta la frenaron a ella y a las decenas de personas que la acompañaban: "¿Quién es? No tiene cita".

CON INFORMACION DE MDZOL.COM

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