





Los funcionarios del Fondo Monetario Internacional (FMI) acostumbran a hablar como si fueran el oráculo de Delfos: sus dichos son oscuros, algo abstractos y carne de interpretación. Así ocurrió este jueves con Kristalina Georgieva, quien hizo una significativa apelación de cara a las elecciones de octubre. ¿A quién le habló? ¿Al electorado? ¿Al Gobierno? ¿A los dos?

Durante una conferencia de prensa brindada en Washington, en el contexto de la Asamblea de Primavera (boreal) del Fondo y del Banco Mundial, la directora gerenta respondió sobre las amenazas que, eventualmente, podrían afectar el plan económico, esa obra cuyo copyright les corresponde tanto a Javier Milei y a Toto Caputo como a los técnicos del organismo.
"¿Cuáles son los riesgos? En lo externo, un empeoramiento del entorno mundial (…) tendría un impacto negativo en Argentina. En lo doméstico, el país irá a elecciones en octubre y es muy importante que no descarrile la rueda del cambio. Por ahora, no vemos que ese riesgo se materialice, pero urgiría a la Argentina a que mantenga el curso", señaló con el índice en alto. Otra vez: ¿a quién le habló?
La primera y más evidente interpretación de esa frase es la de una advertencia a la ciudadanía, que, presuntamente, debería votar como pretenden el organismo y Donald Trump, esto es al oficialismo de extrema derecha. Juegan a favor de esa idea el amplio historial de intromisiones del Fondo en los asuntos internos de nuestro país y el modo en que este ha quedado condicionado primero por el endeudamiento de Mauricio Macri y ahora, cereza en el postre, por el de Milei.
Sin embargo, tal vez otra trama esté corriendo también bajo la superficie.
Javier Milei y Toto Caputo, otra vez en su salsa
Como se sabe, el Fondo aportó hasta ahora 12.000 millones de dólares –6.000 millones de deuda nueva– y otros organismos 3.000 millones más para evitar la quiebra del Banco Central, reforzar sus reservas y rescatar la economía mileísta en riesgo de colapso. Para eso, aceptó como satisfactorio el nivel de ajuste que el Gobierno asegura en base a la cancelación de la obra pública, el ahogo de las provincias, el manotazo a las jubilaciones y el descalabro de los salarios en el Estado.
El equilibrio fiscal –objetivo que, en sí mismo, el progresismo no debería volver a ningunear– se realiza sobre esos eslabones débiles de la cadena nacional y no sobre el amplio gasto tributario –exenciones, subsidios– que beneficia a ricos y lobbies poderosos que nunca pierden ni una sola mano de truco.
Lo que el Fondo reclamó, como contrapartida, fue el abandono del tipo de cambio cuasifijo y su reemplazo por una amplia banda de flotación –entre 1.400 y 1.000 pesos–, destinada a flexibilizar una cotización perniciosamente pisada y, de ese modo, promover la adquisición de reservas por parte de la autoridad monetaria.
Esas reservas deben ser destinadas a pagar vencimientos en años venideros o, en el mejor de los casos, a darle al mercado privado internacional garantías suficientes como para que le vuelva a prestar a la Argentina y que el país refinancie sus abultados compromisos.
Sin embargo, dos días después del debut de esa nueva fórmula cambiaria, Milei y Caputo volvieron a las andadas, haciendo todo lo posible –lo cual, como se comprobó en las últimas dos ruedas, no siempre alcanza– para, con una venia cómplice, borrar con el codo parte de lo que habían firmado con la mano.
Un coscorrón preventivo de Kristalina Georgieva
El Presidente y su ministro dijeron –y actúan en consecuencia– que desean que el nuevo dólar semilibre baje al piso de la banda, que –al revés de lo que manda el acuerdo con el Fondo– no permitirán que el Central compre dólares en el mercado hasta que eso ocurra –cuando le resultaría obligatorio– y hasta que les da lo mismo acumular reservas o no hacerlo.
Cumplir este año la meta de compra de dólares para cerrar el año con 4.000 millones de reservas netas es algo deseable, pero el Gobierno no forzará el programa económico para conseguirlo, definió, palabras más, palabras menos, el ministro en la Asamblea del FMI que se celebra en Washington.
Sabe que ese objetivo no es muy exigente –bastaría con la deuda que está entrando, el carry trade que se fragua y lo que liquide el campo bajo presión–, pero, de última, la prioridad es que el dólar esté lo más planchado posible para que sirva como ancla –livianita a largo plazo– para frenar el rebrote inflacionario reciente. Además, hay banca suficiente en la Casa Blanca y el Departamento del Tesoro para que un incumplimiento de esa meta –que lo más probable es que no se produzca– se resuelva fácilmente con un pedido de waiver (dispensa).
En paralelo, el Banco Central anunció que le girará al Tesoro 11,7 billones de pesos de sus "ganancias", algo más de la mitad de lo que surge de un simple efecto contable dado por la transferencia de deuda al Gobierno y por efecto de la inflación.
¿No era que había que fortalecer el balance de la autoridad monetaria? ¿Por qué, entonces, se le envía ese dinero al Tesoro con el argumento de que servirá para que haga frente a sus vencimientos y que eso no tendría un efecto expansivo sobre la base monetaria?
Si eso fuera cierto, sería una buena excusa. La realidad es que no hay efecto monetario expansivo hasta el momento exacto en que esos pesos llegan a manos de los acreedores, quienes, se supone, después pueden disponer de su propiedad.
La realidad es la única verdad, decía Aristóteles: Argentina transita un año electoral y, como el dinero es fungible, el posible uso de esas "ganancias contables" podría liberar recursos discrecionales para ayudar a los amigos -eso hizo en el primer trimestre, como reveló Sebastián Iñurrieta- en un país que ya lleva dos años sin ley de Presupuesto.
Volvamos al comienzo: además de al electorado –vaya descaro–, conciente de las tentaciones del período electoral, Georgieva pareció hablarles hablado a Milei y a Caputo. La viscosidad de la piel del jefe del Palacio de Hacienda es conocida en el organismo desde 2018.
¡Suéltame, FMI!
El comportamiento del electorado es un tema de cuidado para el Fondo, que tiene enterrada en el país cerca de la mitad de su capacidad prestable.
La política es un problema económico. ¿Cómo sería el bienio final de Milei si perdiera las legislativas a nivel nacional o, casi tan importante como eso, en la provincia de Buenos Aires a manos del peronismo?
Los mercados detestan esa forma de "populismo popular" que es el peronismo y están contentos con el actual, de corte reaccionario, por lo que un fortalecimiento del primero podría hacerle el país ingobernable al propio Milei, del mismo modo en que le ocurrió –más allá de sus propios errores garrafales– a Macri en 2019.
Por otro lado, hay que recordar que el nuevo préstamo del FMI se pasó en rojo todos los semáforos legales y, como señaló el exdirector del organismo para el Hemisferio Occidental Alejandro Werner, el Fondo "sabe que, si alguna figura del kirchnerismo regresa a la presidencia de Argentina, va a desconocer el programa. Ese es el riesgo que toma".
Esto último está por verse porque quien tomara esa decisión renunciaría a toda forma de crédito multilateral y hasta bilateral, perdería cualquier esperanza de acceso a los mercados voluntarios y se resignaría a gobernar en condiciones de aislamiento financiero que harían muy difícil, si no imposible, una estrategia de crecimiento de largo plazo. Más, cuando hasta la promesa de Vaca Muerta se encoge un poco cada día, al menos como salvación mágica: a la salida de grandes petroleras internacionales se suma ahora la marcha atrás de YPF en el proyecto de construcción de una megaplanta de licuefacción de gas y un puerto. Lo que iba a ser en la provincia de Buenos Aires y no fue porque Milei no quiso, tampoco será en Río Negro, sino que se redimensionará como un proyecto más cauteloso y pequeño que utilizará barcos y no instalaciones fijas. ¿Peligro de decepción?
La complicidad del FMI
En un contexto avaro en sueños providenciales, el nuevo acuerdo con el Fondo es un "crimen perfecto": podría obligar a cualquier gobierno futuro –al menos hasta 2035, pero seguramente mucho más allá– a evitar males mayores pagando una deuda que la ley, la dignidad nacional y el sentido común señalan como ilegítima.
Más allá de las palabras de la pitonisa Georgieva, el Fondo Monetario es cómplice de los deslices de Caputo y Milei. En la campaña electoral, los deja hacer, atrasar de nuevo el dólar y sentarse sobre reservas simplemente prestadas o producto de la bicicleta financiera.
¿Y después? "Mantener el curso", claro. En ese punto es que también le habla al Gobierno.
CON INFORMACION DE LETRAP.


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