Llaryora viaja a territorio hostil para lanzar el operativo de seguridad en festivales

POLÍTICA - CÓRDOBA Agencia de Noticias del Interior Agencia de Noticias del Interior
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El intendente de Jesús María, Federico Zárate, empezó el año nuevo con un claro mensaje de disconformidad hacia el gobernador de Córdoba, Martín Llaryora, y a sus aliados de ocasión en el Concejo Deliberante de la ciudad cabecera del populoso departamento Colón. Las vueltas de la política y las necesidades de la gestión harán que esta noche el radical tenga que recibirlo en el anfiteatro donde se realiza el festival de la doma y el folklore.

Llaryora llegará escoltado por su ministro de Seguridad, el opositor devenido en aliado transversal Juan Pablo Quinteros. Juntos oficializarán el operativo de seguridad que se montará en todos los eventos tradicionales de la provincia durante enero y febrero.
 
Sin embargo, en la comitiva no pasarán desapercibidos su secretario de Obras Públicas y referente departamental del peronismo, Gustavo Brandán; y el nuevo aliado del Partido Cordobés, el amarillo Gabriel Frizza. La velada promete momentos incómodos porque ambos fueron señalados por el oficialismo local como los autores materiales de la revuelta que se vivió en el Concejo Deliberante y que terminó, como contó al detalle Letra P, con la modificación del Presupuesto del municipio y la consecuente baja impositiva en 20 puntos de la proyección original.


El radical que reemplazó al diputado Luis Picat desde el 10 de diciembre describió la maniobra como un ataque a la gobernabilidad y marcó el primer quiebre con la propuesta transversal de Llaryora.
Lo cierto es que este medio pudo saber que Zárate conversó posteriormente con encumbradas fuentes del Panal e intentó bajar la espuma.
Domadores de internas
En el fondo, el joven radical sabe que la raíz de la trifulca política está en el patio de la casa por no cumplir con supuestos acuerdos poselectorales, según juran y perjuran en el entorno de los apuntados como "golpistas" desde el palacio municipal.

Frizza declinó su candidatura a la intendencia y lo mismo hizo Picat para que el radicalismo, como parte de Juntos por el Cambio, retuviera la ciudad que abre la puerta al corredor norte de la provincia. Ambos sabían que la división facilitaría la avanzada del cordobesismo y, para bloquearla, hicieron un acuerdo tradicional clásico.

El exdiputado que tuvo un rol estratégico en el armado de Mauricio Macri en el bastión pidió participación en la gestión del novel Zárate. Picat aceptó, se dieron la mano, para esperar el triunfo del delfín radical.

“Tenían que cumplir con una secretaría y una subsecretaría con poder de decisión”, refrescan altas fuentes los términos del acuerdo y el veneno sigue: “Picat logró ser diputado y Zárate, intendente. ¿Y nosotros? A llorar al campito”.

 
Ese malestar terminó en forma de gesto concreto en el recinto legislativo de la ciudad. Los dos concejales que se referencian con Frizza no convalidaron el incremento impositivo del 170% y sus sucesivos reajustes al ritmo de la inflación.

Al medio, destaparon gastos que juzgan “superfluos” como partidas de $94 millones para el rubro de cortesía y homenajes. “La remodelación del municipio tenía más recursos que el rubro educativo”, pincharon. Ahora fijan un nuevo objetivo: el manejo financiero del superávit fiscal que asciende a los $1.500 millones de pesos.

Con información de Letra P, nota de  Yanina PASSERO

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