Kicillof, el Leónidas de las dos batallas simultáneas

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“La provincia no se salva sola. Necesitamos un gobierno nacional comprometido con el pueblo”.
Axel Kicillof, 22 de octubre de 2023.

El gobernador de Buenos Aires acababa de ser reelecto y en un discurso eufórico le pedía a la población el voto para Sergio Massa, el candidato presidencial de su espacio que se había metido en el ballotage. Sabía que si Javier Milei vencía al de Tigre, el horizonte le dibujaría un escenario de cuatro años temerarios, que pondrían a prueba su expertise para jugar un doble rol: administrar una provincia deficitaria con los recursos nacionales rebanados por la motosierra del libertario y empuñar el bastón de mariscal para dar la batalla grande. Es prematuro afirmar que vaya a heredar la jefatura, pero es necesario reparar en sus movimientos de estas semanas: Kicillof desenfundó su espada para batallar contra el paleolibertario que habita la Casa Rosada, configurándose como referencia ineludible del peronismo.

Para lo primero, el gobernador intenta agudizar su ingenio, mostrar austeridad y hacer foco en una gestión que lo llevó a ganar por casi 20 puntos de diferencia sobre su principal oponente en octubre. Ya desempolvó un reclamo histórico para que Buenos Aires recupere el porcentaje de coparticipación nacional que perdió hace décadas.

Imposible no exigir a Milei, quien en campaña avisó que la motosierra también pasaría por “los recursos discrecionales” que los gobiernos nacionales destinaban a las provincias. Avisó y cumplió: serán “mínimas” las transferencias, dijo cuando ya tenía la banda presidencial puesta. Claro, si Buenos Aires le aporta a la Nación el 37% de la recaudación y recibe por coparticipación sólo el 21%, pierde 16 puntos. En números, cada punto representa $112 mil millones. Vaya si eso no es generar déficit y cavar un pozo cada vez más hondo en una provincia que año a año multiplica sus conglomerados poblacionales y con ellos sus urgencias.
La sintonía -en el grosor que sea posible- con la administración central se impone para que la Provincia pueda estar al día con los sueldos de sus empleados, para construir rutas y viviendas y mejorar sus servicios, fortalecer la cultura, la educación, el sistema de salud y la seguridad y promover el trabajo, entre muchas otras cosas.
Con la Nación no alcanza, sin la Nación no se puede. Kicillof trabaja un cambio de estrategia y plantea un gobierno de resistencia a la galaxia Milei: sostener los beneficios económicos a través del Banco Provincia y la Cuenta DNI; negociar con la oposición para tener el paquete de leyes sancionado esta semana por la Legislatura que le permitirá aumentar la recaudación y poder endeudarse a fines de pagar los compromisos asumidos durante la gestión de la camaLeona invariablemente antipolítica María Eugenia Vidal y prorrogar las emergencias que le permitan disponer de fondos sin los trámites burocráticos que llevarían su gestión a la agonía.

En síntesis, el gobernador trata de que la bomba macroeconómica y social que ya prendió su mecha en la administración central no explote en sus manos.

Para afuera y para adentro
Mientras se calza el escudo en el brazo izquierdo para aguantar la pelea hacia adentro de su comarca, en la mano derecha Kicillof empuña el sable con el que da la pelea hacia afuera, contra el gobierno de los Milei, los Sturzenegger y los Toto Caputo.

“A diferencia de Milei, logramos que las leyes se traten y aprueben de cara a la Legislatura, no de espaldas (...) Quiero decirle al presidente que tengo minoría en las dos cámaras. Presentamos la ley, la fuimos a discutir, la modificamos un poco, llegamos a un acuerdo y se votó. Eso es democracia”. En su descargo, el gobernador compara su logro en el parlamento bonaerense con el decretazo del primer mandatario: “El DNU está por fuera de las atribuciones (del Ejecutivo)”, disparó y pidió gobernar “siempre con la Constitución en la mano”.

Son señales del dirigente peronista con responsabilidad institucional más encumbrado -por el peso de la provincia que gobierna, su figura asoma por encima de sus pares repartidos en los siete distritos aún pintados de azul-. Pero más allá de sus declaraciones de guerra contra el poder central, tampoco deben pasarse por alto sus movimientos al interior del peronismo representado en la dirigencia con cargos ejecutivos y legislativos, de sindicatos y movimientos sociales. Esta semana ganó más centralidad.

Prueba de ello es el encuentro al que convocó esta semana en La Plata del que participaron el diputado líder de La Cámpora Máximo Kirchner, Massa y la tropa legislativa nacional y bonaerense para diagramar acciones contra el DNU y la denominada Ley ómnibus de Milei; también la reunión multisectorial que encabezó este jueves en el predio que el Banco Provincia tiene en la localidad platense de City Bell con el mismo propósito..

Con el mando en el distrito del 37% por ciento del padrón electoral nacional -sin posibilidad de reelección en 2027- y con un peronismo sin conducción y aún groggy tras el golpe del 19 de noviembre que desarmó la estructura de poder, Kicillof se convierte por default en -al menos una y acaso la principal- espada de Unión por la Patria.

Tiene mucho camino por recorrer. Deberá fortalecer y extender su mesa de intendentes que le aporta poder territorial; deberá encolumnar a la tropa camporista, devota de Kirchner y siempre reticente a enfilarse detrás del mandatario; deberá cohesionar al Grupo de los 8 que aún no mueve; deberá terminar de convencer a la dirigencia sindical de que es él… deberá terminar de convencerse él mismo.

En ese camino anda Kicillof, a paso firme, pero con la prudencia necesaria para gestionar su provincia con los recursos que se le escurren entre los dedos. Con un gobierno nacional que cierra el grifo y pondrá a prueba su capacidad de gestión. Con la mirada en el sendero bonaerense que lo conduce, inexorablemente, a destinos de discusión nacional. Con la espalda electoral del 45% de los votos obtenidos y el respaldo político de Cristina Fernández de Kirchner, siempre en el centro de la escena. Con el acompañamiento de los gobernadores propios que -aún- no le recelan y con un rival interno, en silencio desde la derrota de octubre, que conserva un poder subterráneo y que también pondrá a prueba las virtudes políticas del gobernador anti rosca.

Con informacion de Letra P.

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