Una CGT para convencidos y un Gobierno que juega con fuego

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Javier Milei cree que el fracaso de la protesta de hoy es histórico, que la CGT dejó en claro que perdió representatividad y que la sociedad está dispuesta a soportar más empobrecimiento e inflación durante los cien días que le queda de oxígeno como máximo al Gobierno para exhibir un logro que permita soñar con un país normal. La política oficial hoy festejó, tal vez de más, y algunos creen que se firmó de cara al futuro el epitafio de una forma de hacer sindicalismo. Puede ser cierto sin cambios en las leyes internas de los sindicatos, donde las listas únicas beatifican los mismos apellidos desde la dictadura en algunos casos. 

El Gobierno nacional está “pasado de rosca”, como dicen ahora los más chicos cuando alguien cree que es más de lo que es. Lo cierto es que el mundo gremial, que no resiste una auditoría simple de absolutamente ninguno de sus líderes, perdió conexión con los afiliados, casi todos compulsivos por leyes perimidas. Vive del pasado, pero le tiene pánico al futuro que pueda exigirles demostración de ingresos, libertad de acción y de aportantes, competencia perfecta o al menos oligopólica para revalidar títulos a la hora de renovar autoridades. Todo es mala palabra en el mundo donde los muertos por ajustes gremiales no entran en un maple y lo saben bien todos los peronistas desde la muerte de Jose Ignacio Rucci a manos de Montoneros. 

El acto fue un fracaso, Patricia Bullrich cree que fueron cuarenta mil, en Ciudad estiman 80 mil, más allá de cualquier debate, aunque hayan sido cien mil, el sindicalismo demostró hoy que es una iglesia que está raquítica y floja de fieles, que son menos y más duros, que no crece y que muchos miran otras religiones con ganas de cambiar de templo. La calle Azopardo no es más el Vaticano, y la sumatoria de todos los delegados gremiales y autoridades de los principales gremios y movimientos sociales demuestra que, de forma espontánea y producto de las medidas de Javier Milei, hoy no marcharon más que un puñado de miles de personas durante dos horas. 

Este modelo gremial no puede lustrarle las botas a Lorenzo Miguel y Saúl Ubaldini, quienes también quisieron jaquear un Gobierno con gente en la calle, pero con manifestaciones de medio millón, o un millón de personas, donde los canteros de las plazas quedaban aplastados de las pisadas que no encontraban lugar para evitar destrozarlo. Eran tiempos de alta inflación del radicalismo que encarnaba Raúl Alfonsín. Diez años atrás, Rucci caía abatido por el tirador más preciso de Montoneros, era el sindicalista más poderoso del país, su familia heredó meses después su Torino y un departamento viejo en Mataderos. 

Jorge Macri se subió al colectivo de los osados. Multó una camioneta que colaboró con el paro siendo contratada por el gobierno porteño, los colectivos y autos que violaron sistemáticamente las normas de tránsito en tiempos pasados. De hecho empezó a hablar de “tolerancia cero” a los que violan las normas. Eso deberá incluir los que cortan calles, delinquen o no permiten democracia interna en los gremios porteños, históricos aliados de otros tiempos del macrismo. 

El sindicalismo quedó atrapado en una fórmula que se terminó: popes gremiales que compran campos con caballos para cría en millones de dólares en cash que no pueden explicar, con empleados que no llegan a fin de mes. El nuevo sindicalismo será austero, o no será, el modelo de protesta con gente en la calle no es lo que era, y la representación de los trabajadores quedará enmarcada en otra forma, en el rechazo, en la rotación,  pero no en la presencia callejera. 

Es una necesidad imperiosa la reforma laboral, lo plantean trabajadores, empresarios y políticos, nadie cree salvo los dirigentes gremiales que la forma de contratación y despido sea moderna en Argentina. Marcos Galperin, el empresario más innovador, exitoso y rico de la Argentina, buscó el exilio para no soportar los caprichos gremiales. En su mejor momento tuitero, Galperin expone las flaquezas gremiales, chicanea, desmiente fake news sobre los aportes por la ley de conocimiento y habla de “Peronia” com sorna. Tal vez sea el momento de pensar que Galperin hizo más por el blanqueo de la economía nacional que el sindicalismo en cincuenta años.

Con informacion de MDZOL.com

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