La resurrección de Javier Milei

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El viernes, Javier MIlei, autopercibido mesías de la Argentina condenada al fracaso, estaba muerto. O no del todo, porque seguía peleando contra Judas de acá y de allá - lanzaba plagas sobre los salvajes gobernadores y mandaba al infierno a los traidores de su gabinete-, pero cerraba una semana que había sido un calvario de derrotas, con los 644 mandamientos de su ley ómnibus como sacrificio mayor. El domingo, resucitó en el regazo misericordioso del papa Francisco, que lo abrazó y le confirmó el turno de confesionario que le había dado para el lunes y al día siguiente, en una sesión de reanimación de más de una hora, le perdonó los pecados de juventud. En la lógica de la política de las gestualidades aumentadas, le dio algo bastante parecido a una bendición.

"El Presidente de la Nación regresa a la Argentina luego de su exitosa gira", escribió en Twitter el profeta Manuel Adorni y completó: "Delirio en el avión antes del despegue". El vocero del resucitado acompañó la publicación con un video en el que Milei es "aclamado" por las Fuerzas libertarias que viajan por el Cielo en primera -"El Pueblo", según una mujer que deviene de extrema confianza del mandatario y lo llama Javi-.

(Permítase una anotación al margen: el diccionario define "delirio" como "la acción de delirar", que significa "desvariar, tener perturbada la razón por una enfermedad o una pasión violenta", y habilita varios sinónimos: desvarío, alucinación, enajenación, ilusión, fantasía y quimera. Delirio también es un "despropósito", un "disparate", un "dislate", un "desatino"; en psicología y psiquiatría, la "confusión mental caracterizada por alucinaciones, reiteración de pensamientos absurdos e incoherencia", y está tambien el "delirio de grandezas", que es la "actitud de una persona que se manifiesta en apariencia muy superior a la que realmente le corresponde". También el diccionario define el "delirio paranoide", que es el "síndrome atenuado de la paranoia caracterizado por egolatría, manía persecutoria, suspicacia y agresividad". Igual, no hay que ser tan literal: nada que ver todo eso con el uso que le dio al término el portavoz presidencial, que habrá querido describir una situación positiva, y mucho menos con la idolatría expresada por esa feligresía en estado de presurización y menos aun con el propio ídolo.)
No me estigmaticéis
En sus más diez años de reinado, Jorge Bergoglio debió luchar contra los estigmas. Primero le marcaron la V de la Victoria en la frente y debió negar su filiación justicialista. "No soy peronista", tuvo que jurar, aunque se cuidó de que quedara claro que no lo decía de gorila nomás. "Si lo fuera, ¿que problema habría?", inquirió.
Milei subió la apuesta en su etapa de joven pecador, que no fue hace tanto ni siendo joven. Además de identificarlo como "el representante del Maligno en la Tierra", lo llamó "comunista", identidad marxistaleninista de la que el hincha de San Lorenzo se había desmarcado ya en 2014, al año siguiente de tomar los hábitos blancos, durante un Encuentro Mundial de Movimientos Populares realizado en el Vaticano. "Si hablo de tierra, techo y trabajo, para algunos resulta que el papa es comunista", se quejó entonces y, golpéandose el crucifijo que lleva en el pecho, exhortó: "Ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ninguna persona sin la dignidad que da el trabajo".
Era cierto. El papa confirmó este fin de semana que no es peronista ni comunista: se reveló pichettista, devoto de San Miguel Pichetto, patrono de la gobernabilidad aunque duela, maestro del radical transigente emergente Rodrigo De Loredo y proveedor de paces políticas armadas a quien sea que, investido o investida por la voluntad del pueblo (sabe bien Cristina Fernández de Kirchner que los milagros del Ángel rionegrino no saben de géneros), conduzca el Poder Ejecutivo de la república martirizada.

Por obra y gracia de Francisco, este martes, Javi volvió a la Argentina fortalecido -limpio como un niño después de bañarse dos veces en las aguas vaticanas- para ponerle condiciones a su alianza de necesidad y urgencia con Mauricio Macri y para acelerar -de espaldas al Congreso, como empezó todo en el principio de sus tiempos, que fue ayer nomás- la ejecución de un plan que por ahora no multiplica panes ni peces para los hambrientos y convierte al techo en una quimera de alquileres libres y dolarizados; a la tierra en una ganga para magnates sin fronteras y al trabajo en una fantasía en la era glacial del nocaut a la inflación por congelamiento.

Al papa deberá demandárselo Dios, en todo caso. Desde hace ya más de una década, Patria no tiene.

CON INFORMACION DE LETRA P.

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