Omar De Marchi, el negociador libertario de Javier Milei

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Con un gobierno flaco de rosca política y condicionado al límite por el respaldo que podría aportarle un sector de la oposición, Omar de Marchi se convirtió en los últimos diez días en la principal conexión de la Casa Rosada con el Congreso y una pieza clave de Javier Milei para conseguir los votos que le hacen falta para aprobar el paquete de reformas y desregulaciones de la economía.

Si bien el flamante secretario de Relaciones Parlamentarias y con la Sociedad Civil se mueve con comodidad entre los principales despachos del poder y acata como un libertario más las órdenes del presidente, enfrenta el desaire de sus exsocios del PRO y un sector de la UCR, que lo niegan como un interlocutor válido.

Así como el jefe de Estado llamó a Guillermo Francos para pedirle que llevara las 351 páginas impresas de la ley ómnibus al Congreso, para dárselo en mano a Martín Menem, un gesto simbólico con el que entronizó a ambos como las dos principales espadas políticas para blindar los proyectos, también le encomendó a De Marchi la responsabilidad de enviar el mega DNU y hacer un seguimiento pormenorizado de todas las reformas con el mismo objetivo. La regla, para estos tres dirigentes, es la misma: repetir el mantra presidencial de ir "a todo o nada", pero dejando huecos de "pequeñas" concesiones a la oposición dialoguista.

Conocedor de la casta
Con 57 años, nacido en Luján de Cuyo en el seno de una familia típica de inmigrantes italianos, y abogado egresado de la Universidad Nacional de Córdoba, el funcionario de La Libertad Avanza pasó por numerosos puestos políticos, muchos de ellos de trascendencia nacional, y otros en estructuras partidarias completamente ajenas a la que integra en la actualidad.
Fue concejal en pleno auge del menemismo, intendente en dos oportunidades consecutivas desde el inicio de La Alianza hasta mediados del mandato de Néstor Kirchner y, luego, diputado nacional desde 2005 hasta 2013, siempre en representación del Partido Demócrata de Mendoza, un espacio de derecha conservadora que lo acercó, incluso antes de conocerlo, a las ideas de Milei.
En los años siguientes, repitió algunos cargos, pero integrando el partido que fundó Mauricio Macri. En 2015 se volvió a sentar en el sillón del Ejecutivo local y, cuatro años más tarde, nuevamente en una banca de la Cámara baja, pese a que uno de sus principales sueños - aún frustrado - es ser gobernador de la provincia cuyana. Lo intentó en 2007 y en 2023, año en el que si bien perdió frente al actual gobernador Alfredo Cornejo, hizo una excelente elección tanto en las primarias como en las generales, relegando, incluso en una categoría individual, al radical Luis Petri, devenido en ministro de Defensa, y quienes suelen frecuentarlo aseguran hará un intento más en 2027.

Dentro del espacio amarillo De Marchi supo ocupar lugares relevantes, aunque de bajo perfil, a ambos lados de la grieta interna. De hecho, participó en más de una oportunidad del equipo de fútbol que lideraba Macri cuando todavía tenía bigote, y en el que también jugaban el exsenador Federico Pinedo, el exmidachi Miguel del Sel, el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Jorge Macri, el jefe de Gabinete porteño, Néstor Grindetti, y el exintendente de La Plata, Julio Garro, entre otros pocos.

Pero el que más recuerdan sus exsocios partidarios es el de haber oficiado de armador nacional de la candidatura de Horacio Rodríguez Larreta, un puesto que ocupó hasta hasta mediados de abril de este año, cuando desacató las órdenes de su por entonces jefe político y rompió Juntos por el Cambio en Mendoza para presentarse como candidato a gobernador en representación de une nueva alianza partidaria. Opositor férreo a Cornejo, centró su campaña en las críticas a la gestión de Rodolfo Suárez, y disparó munición pesada para remarcar la parálisis en una provincia que, sigue creyendo, no genera puestos de trabajo ni crece desde hace tiempo.

Son estos vaivenes y la mirada crítica en una provincia relevante para cualquier armado electoral antiperonista los que incomodan aún hoy a los líderes del PRO y a quienes integran el gobierno mendocino. Amarillos y morados coinciden en que De Marchi no entabló relación con ellos, y que el cargo de secretario que ocupa es un puesto menor que no le da interlocución válida para negociar la ley ómnibus y otros mandatos de la Casa Rosada. Lo cierto es que no hay otro negociador oficialista designado en Balcarce 50.

Como sea, quienes conocen al mendocino aseguran que está tan convencido como Milei en que hay un cambio de época que contribuirá a empujar las reformas de ajuste y desguace del Estado. "Nunca antes un presidente había sido tan claro", dicen que suele repetir con regularidad, incluso en aquellas reuniones a puertas cerradas en las que tiende puentes con otros partidos para conseguir los votos que faltan para cumplir los deseos de Milei.

El margen de negociación es escaso, pero las numerosas trabas políticas y judiciales que encontró la estrategia libertaria del "a todo o nada", hicieron más permeable el diálogo entre las partes. Ahí, el rol de De Marchi, subterráneo frente a los visibles de Francos y Menem, será central.

Con informacion de Letra P.

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